El emocionante descubrimiento de los huesos de San Pedro en el Vaticano Juan Miguel Montes "TÚ ERES PEDRO, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18). Las divinas palabras de Jesús concediendo el primado a San Pedro invitan a los católicos de todos los tiempos a interesarse, llenos de veneración, por todo lo que se refiere al primer Papa. Y, en sentido contrario, los anticatólicos tienden a atacar cuanto pueden el primado del Príncipe de los Apóstoles.
Los más rencorosos ataques provinieron de los protestantes, que llegaron a impugnar gratuitamente hasta la autenticidad de aquellas palabras de Nuestro Señor a San Pedro. Negaron incluso, junto a racionalistas y comunistas, que él haya estado en Roma y, por lo tanto, que haya ejercido allí el papado. Pero a lo largo de los siglos fueron surgiendo documentos provenientes de los más diversos lugares de la cristiandad primitiva, confirmando la tradición católica. Las pruebas fueron tan aplastantes, que los anticatólicos prácticamente quedaron reducidos al silencio en cuanto a esos puntos. Uno de los principales historiadores protestantes, A. Harvach,reconoció que ya no merece el nombre de historiador quien ponga en duda que San Pedro haya ejercido su ministerio en Roma. Persistía, no obstante, entre muchos historiadores una cuestión. ¿La tumba del Vicario de Cristo está realmente bajo el magnífico altar mayor de la Basílica de San Pedro? Sobre este asunto existe un silencio casi total en los documentos de los primeros siglos de la historia de la Iglesia. La tradición católica es muy precisa:San Pedro, ya anciano, fue crucificado cabeza abajo en la colina Vaticana, el año 68 (según otros, 64), después de haber ejercido el papado en Roma por 25 años. Su cuerpo fue sepultado cerca del lugar de su martirio, en un cementerio pagano existente en la colina Vaticana, frente al circo de Nerón.La tradición señala aún el lugar exacto de la sepultura —la llamada “confesión de San Pedro”—, veneradísimo desde tiempos inmemoriales. Teniendo en vista la antigüedad y la universalidad de esta tradición, la Iglesia la aceptó. En los 250 años que van desde la muerte de San Pedro hasta la libertad de la Iglesia concedida por Constantino mediante el Edicto de Milán (año 313), apenas dos documentos se refieren a la tumba del Apóstol. Uno dice que el Papa San Anacleto erigió en el lugar un monumento fúnebre, aproximadamente veinte años después de la muerte del Jefe de la Iglesia. El otro, más fehaciente, es una carta del sacerdote Cayo de Roma, del año 200, afirmando que en el lugar había un “trópaion” – monumento fúnebre (la palabra castellana “trofeo” no corresponde exactamente al sentido de la palabra griega “trópaion”). Tan pronto como fue concedida la libertad a los cristianos, multitud de fieles comenzaron a afluir de todas partes para venerar las reliquias del Príncipe de los Apóstoles. Alrededor del año 330,el emperador Constantino y el Papa San Silvestre levantaron en aquel lugar una magnífica y enorme Basílica. El propio emperador trabajó en la obra, cargando doce canastos de tierra en homenaje a los Apóstoles. El lugar era sumamente inconveniente para la construcción, pues el subsuelo era inconsistente y lleno de agua, y el terreno en declive necesitaba de colosales nivelaciones. Además de ello, según las leyes romanas, el cementerio era inviolable, no se podían sacar los huesos de ninguna sepultura. Solamente la persuasión de que el lugar estaba vinculado a un punto fijo intransferible —la tumba de San Pedro, que debía ser el centro de la gran Basílica— puede haber llevado a Constantino a enfrentar tantas dificultades técnicas,jurídicas y psicológicas que se oponían a su construcción en un lugar tan inapropiado. Más tarde, durante el Renacimiento,la actual y aún mayor Basílica de San Pedro fue construida en el mismo sitio, pero sin interferencia con las construcciones anteriores, irguiéndose en un plano más elevado. Así, sobre la tumba primitiva se levantaron las construcciones constantinianas,y encima de ellas las del Renacimiento.En diversas épocas fueron hechas remodelaciones alrededor de la tumba, pero —hecho notable— no consta que ella haya sido abierta en 1600 años de historia. Un interesante libro, The Bones of St. Peter (“Los huesos de San Pedro”), de John E. Walsh (Doubleday, N.Y.,1982) narra, por primera vez, las investigaciones científicas realizadas en la tumba en los últimos años. Los datos que siguen fueron extraídos de esa obra. Las excavaciones En 1939 fue decidido rebajar el subsuelo de los corredores alrededor de la tumba, para aumentar su altura. Ahí está sepultada la mayoría de los Papas. Un equipo de competentes arqueólogos orientaba los trabajos. Entre ellos estaba el Prof. Enrico Josi, considerado el mayor especialista en antigüedades cristianas. Dirigía el equipo el administrador de la Basílica de San Pedro, Mons. L. Kaas. El Papa Pío XII no los autorizó a tocar las construcciones de la tumba petrina. Apenas comenzados los trabajos,fueron encontrados varios mausoleos adyacentes. Algunos están entre los mejores ejemplares hasta entonces descubiertos del período áureo romano. Un punto de la tradición fue por lo tanto confirmado:el cementerio pagano, en el cual San Pedro fue sepultado. En una lápida vino otra confirmación: una inscripción indicaba que al lado estaba el circo de Nerón.
Se verificó que el cementerio era anterior a la muerte de San Pedro. Pero los ricos mausoleos eran poco posteriores a ella. Todo había sido enterrado intacto por los obreros constantinianos, para no violar las tumbas. Con todos estos indicios favorables, Pío XII autorizó entonces que se abriera la tumba y se hiciera un estudio completo de todo. Se decidió intentar penetrar por la pared de una pequeña capilla del siglo XVI que está debajo del actual altar mayor. Fue desmontado cuidadosamente un afamado mosaico que hay en esa pared, y se descubrió que ésta era de la época de San Gregorio Magno (590-604). En ella se abrió un hueco, sacando ladrillo por ladrillo. Había atrás una gruesa placa de magnífico mármol decorado con un precioso pórfido oscuro. Ampliando el hueco, se verificó que era un altar montado por el Papa Calixto, en el siglo XII. Retiradas algunas piezas de mármol, se llegó hasta la otra pared, ciertamente de la Basílica de Constantino, del año 330. Atrás había aún otra pared mucho más antigua, gruesa, de ladrillo y pintada de rojo vivo. ¿Sería parte de la tumba original? Para no damnificarla, decidieron probar en otro lugar mucho más a la derecha. Después de pasar por las mismas paredes, llegaron a otro altar precioso:éste había sido el altar mayor erigido por San Gregorio Magno en la Basílica vieja de San Pedro, en el siglo VI. La pared roja, en aquel lugar, estaba recubierta de excelentes mármoles, señal de importancia. Se intentó, entonces, del lado opuesto. Pero en vez de llegar a la pared roja, encontraron una azul. Y tuvieron la sorpresa de verificar que era una gruesa pared de pequeña extensión, pegada a la roja, en ángulo recto con ella. Ambas son de la época romana, pero la roja, más antigua, era mayor y más profunda. Detrás de ella se encontraron con paredes más recientes. Así, era evidente que la tumba era mucho más honda,y que arriba del suelo de la época romana sólo existía esta gran pared, adornada de nichos en estilo clásico, sin ninguna decoración cristiana. Estaba confirmado el “trópaion” referido por Cayo, en el año 200. Las terribles persecuciones religiosas durante el Imperio ciertamente forzaron ese disfraz y la ausencia de símbolos cristianos. Pero las sorpresas apenas comenzaban:el examen de la pared azul reveló que ella estaba cubierta de inscripciones cristianas de tipo graffiti, hechas con estiletes, en el mayor desorden. Se concluyó que eran pedidos de oraciones de los primeros cristianos, que ponían sus nombres – Ursianus, Bonifatius, Paulina, etc. El símbolo codificado de Cristo (las letras griegas chi-rho superpuestas, como se ve en el dibujo al lado) aparecía varias veces.Pero el nombre que se buscaba no fue encontrado: Petrus. Ninguna invocación a él en aquel bosque de nombres.Permanecía el indescifrable silencio sobre San Pedro. En un punto de esa pared fue encontrado un pequeño hueco, formado por la caída de la argamasa. Introduciendo luz por el hueco, se verificó que la parte de abajo de la pared azul era hueca y estaba internamente revestida de excelentes mármoles. En el suelo de esa cavidad había mucho polvo. Parecía haber sido alguna tumba ingeniosamente escondida allí. Sería imposible investigar mejor aquello sin abrir más el pequeño hueco, con lo cual se destruirían las inscripciones. Con ello, las atenciones se volvieron hacia la tumba de San Pedro propiamente dicha. Se decidió excavar más,muy cerca de la pared roja, para llegar a la cámara mortuoria. Luego fueron encontradas algunas sepulturas cristianas simples, casi amontonadas junto a la pared. Eran de los primeros siglos. Se trataba de un conmovedor indicio: todos los cuerpos estaban vueltos hacia la pared. Eran cristianos enterrados muy cerca de San Pedro. Al retirar una piedra, encontraron una cavidad vacía: ¡finalmente, la tumba! Emocionados, los arqueólogos avisaron a Pío XII, que en diez minutos llegó. Era una cámara pequeña, pero alta,simple, con paredes de ladrillos simples y piso de tierra. ¡Y estaba vacía! Había señales evidentes de violencia: un nicho y una viga golpeadas violentamente, una columnata partida. En el suelo se encontraban muchas monedas romanas y medievales, confirmando una crónica que se refiere a una pequeña abertura en la tumba, donde se podía introducir la mano. Las monedas provenían de todo el Imperio, probando la devoción generalizada por el Apóstol. El examen minucioso del lugar reveló en la base del nicho una pequeña abertura en forma de Λ, taponada de tierra. Revolviendo el interior de esa abertura,se encontró una enorme cantidad de huesos antiquísimos. Eran más de 250. ¿Serían los del Apóstol? En caso afirmativo, ¿por qué estaban ellos en posición tan secundaria y escondidos? El médico de Pío XII, el Dr. Galeazzi-Lisi, los examinó superficialmente y concluyó que eran de un hombre anciano y de físico robusto, lo que correspondía a la descripción de San Pedro. De ahí el haberse propagado, en la ocasión, la versión de que los huesos eran de él. Pero esa extraña ubicación exigía mayores investigaciones. Las excavaciones continuaron, revelando que la pared roja era la pieza clave de un complejo de construcciones. Se trataba de un edículo conmemorativo, en el centro del cual había dos columnatas sosteniendo una laja de travertino, a manera de altar. En frente se situaba un patio cerrado por altos muros. Era obviamente una construcción ideal para celebraciones clandestinas de los primeros cristianos. Como el cementerio era pagano y abierto, al contrario de las catacumbas,las precauciones tenían que ser mayores. De ahí la ausencia del nombre de Pedro y de símbolos cristianos en esa área (es allí que está la pared azul con los graffiti). Esta es también la razón del silencio sobre la ubicación de la tumba,en la literatura cristiana de la época. “Petros eni” Concluidas las excavaciones, en 1950, el arqueólogo Ferrua examinaba el interior de la parte hueca de la pared azul, y notó en el suelo, cerca de la junción de ésta con la pared roja, un pequeño pedazo de argamasa que había caído.Consiguió pegarlo dentro del hueco, y vio que había algo grabado allí a estilete. Analizado por especialistas, se descubrió una inscripción en griego que decía: “ΠΕΤΡ… ΕΝΙ”. Faltaban letras en el primer nombre, obviamente Πέτρος (“Petros”). Ἕνι (eni) es la contracción de ἐνεστι, verbo griego antiguo que significa “está dentro”. La inscripción significaba “Pedro está aquí”. A esa altura, uno de los mayores especialistas en inscripciones antiguas, la Dra. Margherita Guarducci, pasó a estudiar los graffiti de la pared azul. Como se sabe, los cristianos tenían todo un lenguaje codificado de símbolos y letras —el pez, las letras griegas chi-rho (ΧΡ), la Μ para María, la Ν para victoria, etc. Después de algún estudio, la Dra. Guarducci descubrió el código usado para San Pedro: una “Ρ” con una discreta “Ε” en su base, o el mismo símbolo inserido en el chi-rho de Jesús, conmovedor símbolo para el Vicario de Cristo (cf. dibujo al lado). Además de eso, el descubrimiento probaba, en contra de lo que afirman los anticatólicos,que la doctrina del papado ya era clara en aquellos primordios de la Iglesia. Muchas inscripciones con ese símbolo podían ser observadas en la pared de los graffiti. Estudios posteriores revelaron que San Pedro era invocado con gran frecuencia,mediante tal símbolo, por los primeros cristianos, pues él era muy usado en las catacumbas, en cartas, en mosaicos, en pinturas, etc. Estaba explicado el “silencio” sobre San Pedro. Este descubrimiento hizo que la Dra.Guarducci quedara intrigada con la inexplicable pared hueca con los graffiti y el “Petros eni”. Llamó su atención un hecho que pasó desapercibido para los demás arqueólogos. Mons. Kaas, administrador de la Basílica, acostumbraba ir de noche a verificar la marcha de los trabajos. Le acompañaba G. Segoni, el jefe de los “sampietrini” (obreros del Vaticano, cuyos oficios pasan de padre a hijo). Mons. Kaas, en tales inspecciones, se preocupaba de guardar de un modo digno las numerosas osamentas que iban siendo encontradas. Las colocaba en una caja ayudado por Segoni, identificando con una etiqueta el lugar de donde fueron sacadas. Una noche, poco después de descubierta la pared hueca de los graffiti, Mons. Kaas pidió que Segoni verificase si no habían huesos dentro de la cavidad. Por debajo del polvo, Segoni encontró numerosos huesos,restos de tejido y unos hilos metálicos.Todo fue guardado en una urna e identificado. Otro “sampietrini” presenció la remoción, pero los demás arqueólogos ni siquiera supieron de ello en su momento. En 1950 fue divulgada la gran noticia: la tumba de San Pedro fue descubierta. El propio Papa Pío XII hizo el anuncio, asociándolo al Año Santo. Pero se explicaba que, según el modo como los huesos fueron encontrados, no se podía concluir si ellos serían o no del Apóstol. Al par del gran júbilo, hubo muchas protestas de los medios científicos, que solicitaban, un examen riguroso de todos los huesos, descubiertos en la pequeña abertura en forma de Λ en la pared de la tumba de San Pedro, por algún gran especialista. Al final en 1956, Pío XII concordó, y fue nombrado el Dr. Venerando Correnti, uno de los mayores antropólogos de Europa.
El trabajo fue lento y difícil, pues faltaban varios huesos importantes. La conclusión, en 1960, constituyó una sensacional decepción: se trataba de huesos de tres personas — dos hombres de mediana edad y una mujer anciana. Y junto, se encontraban varios huesos de animales. Todos antiquísimos, tal vez del siglo I. Para los arqueólogos, la situación se explicaba: como las leyes romanas prohibían la remoción de huesos de una sepultura, esos habían sido encontrados y amontonados en el pequeño hueco al pie del nicho. Apenas para concluir los estudios, el Dr. Correnti verificó rápidamente los demás huesos de las tumbas próximas. Al analizar los huesos encontrados en la cavidad revestida de mármol, de la pared de los graffiti, le llamó la atención el estado de conservación, estando la mayoría bien blanca. Dada su gran antigüedad decidió estudiarlos mejor. Eran 135 huesos siendo que pocos estaban enteros. Constató que provenían de un solo individuo, del sexo masculino, de físico robusto y fallecido entre los 60 y 70 años. Antes de estar en la cavidad marmórea ellos estuvieron enterrados en contacto directo con la tierra, pero después, durante mucho tiempo, permanecieron bien protegidos y envueltos por tejidos purpúreos,que mancharon un poco algunos. Al tomar conocimiento de esas conclusiones, la Dra. Guarducci quedó sobrecogida. Ella reveló que la expresión griega “Petros eni” resonaba continuamente en su cabeza. ¿Serían esas las reliquias de San Pedro? ¿No es la única explicación posible para el “Pedro está aquí”? ¿Y para la misteriosa cavidad? Todos los datos confluían hacia esa teoría. La razón del escondrijo sería evitar las profanaciones. El Dr. Correnti pronto apoyó la tesis de la Dra. Guarducci, y ambos obtuvieron de Paulo VI, que había sido elegido recientemente, permiso para reabrir las investigaciones. La prueba crucial fue la de los fragmentos de tierra existentes en los huesos. Su composición química revelaría si era la misma tierra que se encuentra en el piso de la tumba vacía de San Pedro. Una circunstancia hacía esta prueba particularmente importante:la tierra de la tumba es de tipo calcárea arcillosa, muy diferente de la que se observa en toda la región vecina, incluso en las tumbas próximas. Conclusión del examen: es la misma tierra que la de la tumba de San Pedro. El tejido purpúreo fue examinado. ¿Sería púrpura auténtica? ¿Y sería romana? Sólo los miembros de la alta nobleza romana podían usar la púrpura verdadera, cuya fabricación era un riguroso secreto de Estado. Los demás ricos usaban, una imitación. Hoy la composición química de ambos tipos es conocida. Otra particularidad: la púrpura con hilos de oro era de uso exclusivo de la familia imperial en contadas ocasiones. Resultado del examen: era púrpura romana verdadera, decorada con finísimas placas de oro. Y los hilos que estaban junto a los huesos eran hilos de oro. Éste fue un argumento esencial a favor de la teoría de la Dra. Guarducci, pues como la cavidad marmórea fue considerada como ya existente en la época constantiniana, quedaba claro que el emperador había autorizado envolver las preciosas reliquias en la púrpura imperial. Antes de publicar las nuevas conclusiones,cinco renombrados especialistas independientes verificaron todo lo que había sido hecho y se dieron por satisfechos.Pero, cuando la nueva teoría fue hecha pública, se levantó un gran vocerío en ciertos medios científicos. Éste era explicable, pues, para preservar el buen nombre de los arqueólogos y de Mons. Kaas, la Dra. Guarducci buscó cubrir con un manto el increíble episodio del eclesiástico al recoger los huesos sin avisar a los miembros del equipo. También se impugnó el examen del tejido, exigiéndose uno más riguroso. Y, sobre todo, se argumentaba que no había ninguna prueba que demostrara que el repositorio marmóreo no había sido violado.
Así fue iniciada una nueva serie de investigaciones. El examen más riguroso de los tejidos hecho en la Universidad de Roma, confirmó los resultados anteriores. Y Paulo VI autorizó a abrir el repositorio, para confirmar si él databa de la época de Constantino y si no había sido violado. La duda surgió porque en el lugar fue encontrada una moneda de comienzos de la Edad Media. Un equipo desmontó la parte de abajo de la pared azul de los graffiti, a fin de penetrar en el repositorio sin tocar las paredes y el techo. Todo fue examinado minuciosamente, y la conclusión fue que él había sido cerrado en el siglo IV, y nunca más reabierto. Varias monedas fueron allí encontradas, habiendo penetrado a través de fisuras de la pared causadas por la acomodación del terreno. Para silenciar definitivamente las críticas fue publicado un nuevo estudio,relatando las circunstancias exactas del episodio de Mons. Kaas, acompañado de un documento juramentado del “sampietrini” Segoni. Y la Dra. Guarducci rebatió convincentemente la última crítica que aún asomaba: ¿cómo explicar la remoción de los huesos de la sepultura, incluso por motivos de seguridad, una vez que las costumbres romanas no lo permitían? En realidad los huesos no fueron removidos de la sepultura, pues la pared azul es parte integrante de ella. Después de algún tiempo, al certificarse de que la crítica nada más de ponderable podía presentar, y viendo que los nuevos exámenes reforzaron singularmente la teoría de la Dra. Guarducci, el 26 de junio de 1968, Paulo VI anunció solemnemente al mundo que, después de amplios y prolijos estudios “las reliquias de San Pedro fueron identificadas de un modo que juzgamos convincente”. Y, por eso, él hacía “este feliz anuncio” a los fieles de todo el mundo. Al día siguiente, en una ceremonia presidida por Paulo VI, las reliquias de San Pedro, guardadas en cajas con tapones transparentes, fueron de nuevo colocadas en el repositorio donde habían sido encontradas. Confirmando la tradición católica,sobre las reliquias de San Pedro fue edificada la gran Basílica de Constantino,considerada el centro de la cristiandad. Y sobre ella, mil años después, se levantó la actual Basílica de San Pedro. Así se cumplió, hasta de un modo físico,la promesa de Nuestro Señor Jesucristo a San Pedro: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
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