Patrona de Ávila Todo comenzó con un simple paseo, que se transformó en tragedia, y terminó en gloria. Así podría resumirse la historia de un milagro. Valdis Grinsteins Ávila es la famosa ciudad española donde vivió la gran santa Teresa de Jesús, y en ella encontramos una devoción poco conocida en nuestro país, pero muy popular en aquella región: la de Nuestra Señora de Sonsoles. Su historia comenzó por un acto banal. Se trataba apenas de un paseo al famoso monasterio de la Encarnación — el de santa Teresa. ¿La fecha? —El 20 de noviembre de 1658. Un hecho corriente que, sin embargo, pasó a figurar en los anales de la piedad católica, pues fue ocasión para algo extraordinario. El protagonista de ese hecho pertenecía a una importante familia del país. Don Juan Antonio Morante de la Madrid era un hidalgo, cuyo padre era caballero de la Orden de Santiago y ostentaba el título de palafrenero de la reina. Su madre, doña María Alemán y Ayala, era igualmente de familia conocida e importante. Quiso la Divina Providencia que estuvieran también presentes en la ocasión dos personajes eminentes, como para acallar para siempre a aquellos que acostumbran despreciar todo milagro como si fuera fruto de mentes febriles, de personas del pueblo llano que se lo creen todo por falta de ciencia. Uno de ellos fue don Francisco Antonio, hermano del favorecido con el milagro, asimismo caballero de Santiago; y el otro, el capitán D. Fernando de Castro, caballero de la orden de Calatrava. Además de ellos, estaban Carlos Contreras Pamo y Antonio Chaves, primos de D. Juan Antonio. Un accidente… un prodigio
En un carruaje, personas de la familia se dirigieron al monasterio carmelita de la Encarnación, que se encuentra a corta distancia de las famosas murallas de Ávila. Terminada la visita al monasterio, alrededor de las cinco de la tarde, la comitiva inició el retorno. Casi al llegar a la ciudad, ocurrió el accidente: el carruaje se dio vuelta y cayó sobre D. Juan Antonio, pues este se encontraba en uno de los estribos del vehículo, y no en su interior. Todo el peso del carruaje cayó sobre sus piernas. Tan violento fue el golpe, que sus rodillas quedaron desencajadas. El dolor era tal, que el infeliz no podía moverse sin gritar de dolor. En aquella lejana época no habían hospitales como los de hoy, equipados para tratar de esos casos. Así, el accidentado fue llevado directamente a su casa. Al llegar, tuvieron que cargarlo hasta su cuarto y ayudarlo a recostarse pues, debido al fuerte dolor, nada podía hacer por sí solo. Fueron llamados los doctores Francisco de Medina y Juan Vázquez, eminencias médicas de la ciudad, que verificaron la gravedad del caso. A lo largo de días de tratamiento los dolores eran tales que llegaba a faltarle la respiración al enfermo, llevándolo a veces a desmayarse. Después de algunos días el cuadro se agravó. No consiguieron reponer las rodillas en las debidas posiciones naturales. Con esto, el pobre D. Juan Antonio, con sus piernas inmovilizadas, no conseguía ya caminar, ni siquiera conseguía sentarse o ponerse de pie. Para todo tenía que ser asistido por sus criados. Peor aún, uno de los nervios fue afectado, causando terribles convulsiones. Estando en tan dolorido estado, fue invitado por personas de otra familia de la nobleza local a depositar toda su esperanza en la Santísima Virgen y acompañarles en una visita al Santuario de Nuestra Señora de Sonsoles. Una piadosa costumbre No tenemos noticias seguras de cuando comenzó el culto a Nuestra Señora de Sonsoles. Algunos dicen que se inició aún antes de que España fuera conquistada por los árabes. Otros no llegan a tanto, pero aseguran que comenzó después de que la ciudad fue reconquistada a los moros por séptima vez, en el siglo XI. El propio origen del nombre se desconoce, pero existen sobre él dos teorías principales. La primera dice que los niños pastores que la descubrieron, al ver cómo la imagen brillaba, así como los objetos que la adornaban, exclamaron: “Son soles”. Otra posibilidad es que haya alguna relación con el traslado del cuerpo del mártir san Zoilo o san Zoles (que posteriormente derivó en Sansoles y Sonsoles), que estuvo en la capilla de la imagen. Cualquiera que haya sido su origen, fue hacia esta capilla, próxima a la ciudad de Ávila en el camino que conduce a Toledo, que se dirigió D. Juan Antonio el día 11 de febrero de 1659, casi tres meses después haber sufrido el accidente
Lo acompañaron varias personas de la familia Gil de Villalba, como D. Pedro, caballero de Santiago, y D. Juan, su hermano. Partieron alrededor de las nueve de la mañana, después del enorme trabajo que supuso poner al enfermo en el carruaje. Al llegar a la capilla de la Virgen, D. Pedro y D. Juan lo ayudaron a entrar, apoyado en unas muletas que consiguieron en una ermita abulense con la curiosa invocación de Nuestra Señora de las Vacas. Apenas había puesto un pie en la puerta de la capilla, todavía a cierta distancia de la imagen de la Santísima Virgen, que se encuentra en el altar principal, el sufrido don Juan Antonio gritó: “Virgen Santísima, estas muletas, no puedo dejarlas, pues son de Nuestra Señora de las Vacas, pero bien podéis hacerlas vuestras. Por lo tanto, Señora, ayudadme”. Con esto se refería a la piadosa costumbre de dejar siempre las muletas, ya inútiles, como propiedad de la Virgen, junto al altar donde el milagro se hubiese realizado. Inmediatamente se sintió curado, levantó las muletas al aire y caminó sin ningún problema, sin ayuda de sus auxiliares, hasta el altar, donde se arrodilló y permaneció largamente en oración. El rigor de la investigación En muchos otros casos de verdaderos milagros, no se ha tomado la precaución de anotar y documentar todos los datos, como existe hoy en Lourdes, donde numerosos milagros pueden ser y ya fueron comprobados, con todos los certificados médicos, testigos, direcciones, fechas, nombres, etc. La ausencia de esa comprobación da la oportunidad a los enemigos de nuestra religión de alegar que los milagros no ocurrieron, que son leyendas, sin nada que los compruebe.
En el caso del milagro de Nuestra Señora de Sonsoles, si hay algo que no falta son datos y declaraciones juradas, con todas las fórmulas legales entonces en uso en España. Incluso siendo el favorecido por el milagro una persona conocida, de una familia importante, habiendo sido comprobado el accidente por personas idóneas, etc., el obispo de la ciudad, Martín de Bonilla, no dejó de documentarlo todo. Mandó hacer una investigación con todas las de la ley. Figuran los nombres de la comisión de juristas religiosos que verificaron el portentoso hecho. Convocaron a los dos médicos que habían atendido al enfermo, a quienes le acompañaron en la visita y hasta a la mujer encargada de la limpieza de la capilla. Fue obrado todo lo que caracteriza una investigación seria. Después de esto, el prelado concluyó que realmente había sucedido un hecho extraordinario, sobrenatural, inexplicable para la ciencia humana: un milagro. * * * Aún hoy, milagros semejantes ocurren, por ejemplo, en Lourdes, como ya lo dijimos. Las pruebas de ellos se encuentran a disposición de quien desee examinarlas. ¿Por qué entonces tantas personas dicen que, si vieran milagros, se convertirían? Porque, para muchos, tal afirmación es una mera disculpa para no cambiar de vida. Milagros, la Santísima Virgen los opera, en el pasado y hasta en nuestros días. Los hombres no se pueden disculpar, diciendo que no creen en milagros porque no los vieron. No hay peor ciego que el que no quiere ver…
Fuente de referencia.- Santuario, Imagen, Milagros, Festividades, Patronato y Cofradías de Nuestra Señora Santa María de Sonsoles, Ed. Gráfica Alhambra, Granada, 1990.
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Nuestra Señora de Sonsoles Dulce Protectora de Ávila |
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