“Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 20) Nuestro Señor Jesucristo presente en el tabernáculo opera grandes milagros eucarísticos, concede gracias y bendiciones a cuantos recurren a Él, y la esperanza de salvación para los que se debaten entre la confusión y el ateísmo Luis Dufaur En los altares del mundo entero tiene lugar diariamente el mayor de los milagros: la transubstanciación del pan y del vino, que se convierten en el verdadero Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Si estamos en estado de gracia, podemos recibirlo bajo las apariencias del pan y del vino. Y una discreta pero profunda acción de la gracia nos hace sentir que Él está presente, nos habla al corazón y nos da fuerza. Se trata de una presencia sutil, eficaz, incomparable, luminosa y sobrenatural. El hombre sin fe objetará: ¿Está usted seguro de eso? ¿Acaso no se equivoca al creer que Jesucristo está realmente presente en la hostia? ¿Admite la ciencia tal presencia? La fe nos lleva a rechazar estas dudas que provienen de un espíritu ateo. Pero como tantas personas en este valle de lágrimas necesitan ver para creer, Nuestro Señor hace maravillas que confirman nuestra fe. Y multiplica estos prodigios para los corazones endurecidos. En la presente exposición, hemos intentado reunir algunos ejemplos de prodigios atestiguados por varias generaciones, tanto en siglos pasados como en la actualidad, avalados por autoridades eclesiásticas y científicos. La acción de la gracia en la Sagrada Eucaristía es incesante y universal, y los ejemplos milagrosos que presentamos son apenas algunos de los muchos casos comprobados. Sokólka: una hostia que es tejido del corazón de una persona en agonía
Ocurrió en Sokólka, Polonia, el 12 de octubre de 2008. Durante la distribución de la comunión en la parroquia de San Antonio, una hostia consagrada cayó al suelo. El sacerdote actuó según las normas litúrgicas tradicionales: interrumpió la distribución, recogió la hostia y la colocó en un pequeño recipiente con agua, que permanece junto al tabernáculo. La hostia debe disolverse en el agua hasta perder la forma de pan, señalando así que ha dejado de ser el Cuerpo de Cristo, y recién entonces es desechada. Al final de la misa, la hermana Julia Dubowska, sabiendo que la hostia tardaría en disolverse, vertió el contenido en otro recipiente dentro del cofre de la sacristía. Únicamente el párroco y la hermana tenían las llaves. Una semana más tarde, la hermana Julia abrió el cofre y percibió un aroma delicado. Cuando destapó el recipiente, vio el agua cristalina con la hostia. Pero en medio de ella había una mancha roja como un coágulo de sangre, con la apariencia de un fragmento de carne. El párroco y los sacerdotes locales avisaron al arzobispo de Bialystok, monseñor Edward Ozorowski, quien acudió a Sokólka acompañado de prelados y catedráticos. El 30 de octubre, la hostia con la mancha se colocó en un paño llamado corporal y se guardó en el sagrario durante tres años. En enero de 2009, el arzobispo encargó la realización de un exhaustivo análisis a la profesora María Sobaniec-Lotowska y al profesor Stanislaw Sulkowski, del Instituto de Anatomía Patológica de la Universidad Médica de Bialystok. Verificándose que el fragmento se había secado de forma natural, pero que la parte que parecía un coágulo de sangre no había cambiado de apariencia. Cada especialista actuó de forma independiente, siguiendo las normas de la Academia Polaca de Ciencias. Los resultados coincidieron: la estructura del fragmento de hostia es idéntica a la del tejido del músculo del corazón de una persona viva en agonía. La estructura de la fibra muscular coronaria estaba enlazada con la del pan de una forma imposible de lograr por medios humanos. El análisis de la ciencia solo puede llegar hasta ahí, mientras que la proclamación del milagro es responsabilidad exclusiva de la jerarquía eclesiástica. Un comunicado de la Curia Metropolitana de Bialystok destacó: “El acontecimiento de Sokólka no se opone a la fe de la Iglesia, sino que la confirma. La Iglesia profesa que, tras las palabras de la consagración, por el poder del Espíritu Santo, el pan se convierte en el Cuerpo de Cristo y el vino en su Sangre. Además de eso, se trata de un llamamiento para que los ministros de la Eucaristía distribuyan el Cuerpo del Señor con fe y cuidado, y que los fieles lo reciban con adoración”.1 En 2016, cuarenta hostias intactas dentro de una iglesia arrasada por un terremoto
La iglesia de Santa María Asunta, en Arquata (centro de Italia), fue devastada por un terremoto el 30 de octubre de 2016 y se dio por perdida. Alrededor de 300 personas de la localidad murieron en el sismo y sus réplicas. Un año y medio después, la policía italiana rescató el sagrario enterrado entre los escombros y lo devolvió a la diócesis. Una gran sorpresa: en el tabernáculo (obra del siglo XVI) se encontraba el copón con 40 hostias perfectamente conservadas, sin rastro de moho ni alteración alguna. “Aún se percibía el olor a hostias nuevas. Es como si Jesús hubiese sido tragado por el terremoto, pero salido vivo de entre los escombros”, comentó el obispo de Ascoli Piceno, diócesis a la que está vinculada la parroquia. El padre Angelo Ciancotti, de la catedral, no pudo contener las lágrimas. Se suponía que las llaves ya no servían, pero él había guardado una con la esperanza de volver a abrir la casa de Jesús, y funcionó perfectamente: “Al primer golpe el sagrario se abrió —continúa emocionado—, dentro la píxide estaba horizontal, pero cerrada. Y dentro estaba el Cuerpo de Cristo después de más de año y medio intacto, tanto en color, forma y olor. Sin bacterias ni moho, como les ocurre a todas las hostias al cabo de unas semanas. Y sin embargo aquellas, un año y medio después, parecían hechas el día anterior”. El sacerdote sabía que las hostias habían sido confeccionadas por las monjas de San Onofre, y verificó si habían utilizado algún conservante. “No —respondieron ellas—, apenas harina y agua”. Para don Angelo, “Jesús nos dice estoy ahí, estoy en medio de vosotros. Confía en mí”. Una sensación de la Presencia Real se apoderó de los testigos. El padre Angelo repitió: “Sí, para mí es un milagro. Aquellos que no tienen fe no son capaces de creer en nada. El Señor lo ha hecho todo por Sí mismo”.2 El milagro eucarístico de Lanciano, según un científico En el siglo VIII, en Lanciano, en la iglesia dedicada a san Legonciano, un monje basiliano dudó de la presencia real de Cristo en las especies consagradas. Pero durante la misa, la hostia se transformó en sus manos en carne humana y el vino en sangre, que luego se coaguló. Es el milagro eucarístico más antiguo que se conoce. Transcurridos doce siglos, en noviembre de 1970 el arzobispo de Lanciano, monseñor Pacífico Perantoni, y el provincial de los franciscanos conventuales de la región de los Abruzos, con la autorización del Vaticano, encargaron un examen científico de las reliquias al doctor Eduardo Linoli, catedrático de Anatomía e Histología Patológica, Química y Microscopía Clínica, y al profesor Ruggero Bertelli, de la Universidad de Siena. El 4 de marzo de 1971, el equipo presentó sus resultados, que demostraban las características del tejido cardíaco y de la sangre del grupo AB. El profesor Linoli explicó que en “lo que respecta a la carne me encontré en la mano con el endocardio. Por lo tanto no hay duda alguna de que se trata de tejido cardíaco”. En cuanto a la sangre, el científico subrayó que “el grupo sanguíneo es el mismo del hombre de la Sábana Santa de Turín, y es particular porque tiene las características de un hombre que ha nacido y vivido en las zonas de Oriente Medio. El grupo sanguíneo AB de los habitantes del lugar de hecho tiene un porcentaje que va del 0,5 al 1%, mientras que en Palestina y en las regiones de Oriente Medio es del 14-15%”, apuntó. El análisis concluyó que no existían sustancias conservantes en la reliquia y que la sangre no podía haber sido extraída de un cadáver porque se habría alterado rápidamente. En 1973, el consejo superior de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ordenó que se verificaran las conclusiones de los médicos italianos. Se realizaron 500 pruebas a lo largo de quince meses; todas ellas ratificaron lo constatado en Italia. El extracto de los trabajos científicos de la OMS se publicó en 1976 en Nueva York y Ginebra, confirmando que la ciencia no podía explicar el fenómeno.3 En Siena: milagro eucarístico permanente En la basílica de San Francisco en Siena, región de la Toscana (norte de Italia), se adora uno de los mayores milagros eucarísticos. Se trata de 223 hostias consagradas hace casi 300 años y que se conservan intactas en una de sus capillas laterales. Los peregrinos “vienen de todo el mundo, donde hay católicos. Vienen para ver el milagro. Cuando llegan, cantan, se conmueven y lloran de alegría”, explica el franciscano fray Paolo Spring, responsable de su custodia. Numerosos pontífices y santos —como don Bosco— vinieron a Siena para adorar a las hostias.
El 14 de agosto de 1730, víspera de la fiesta de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, los sacerdotes consagraron hostias adicionales para distribuirlas el día de la fiesta. Durante la noche, dejaron sus iglesias para hacer una vigilia en la catedral. Unos ladrones entraron en la basílica y robaron el copón de oro con las hostias consagradas. Al día siguiente, un feligrés encontró la tapa del copón en la calle, imaginando un posible robo, y los fieles comenzaron a rezar por la recuperación de las partículas divinas. Tres días después, en la iglesia de Santa María de Provenzano, cerca de la basílica, un hombre vio un objeto de color blanco en el lugar donde se colocaba la limosna para los pobres. Eran las hostias robadas, mezcladas con polvo y telarañas. Estas hostias no se distribuyeron, pues los frailes querían esperar hasta el momento en que se deterioraran. Sin embargo, permanecieron intactas y con un olor muy agradable. El pueblo decía que eran milagrosas y los peregrinos acudían a adorarlas. Algunas se distribuyeron en ocasiones especiales, quedando en la actualidad 223 hostias. “En diversas etapas estas han sido examinadas y físicamente conservan todas las características de una hostia recién hecha”, explica fray Paolo. En 1914, por orden del Papa san Pío X, se llevó a cabo una rigurosa prueba con la participación de expertos en bromatología, higiene, química y farmacéutica. Los exámenes constataron que las hostias habían sido guardadas en condiciones ordinarias, sin precauciones científicas, por lo que debió haberse producido un rápido deterioro natural. Las conclusiones confirmaron que “las Sagradas Partículas resultaron en perfecto estado de consistencia, lúcidas, blancas, perfumadas e intactas. Aquí suceden dos cosas milagrosas: Primero, el tiempo no existe, se ha detenido. Segundo, los cuerpos compuestos y las sustancias orgánicas están sujetas a marchitarse. Para estas hostias, ni los hongos, ni los elementos que las descomponen subsisten. Es un milagro viviente, continuo, no sabemos hasta cuándo el Señor lo permitirá”. Las hostias están expuestas para la adoración de los fieles en un artístico relicario de cristal sobre un altar. Periódicamente, son analizadas por eclesiásticos, una a una, para detectar cualquier signo de moho, descomposición, etc., en presencia de testigos y científicos. El copón se limpia cuidadosamente. Cada cierto tiempo, se lleva a cabo una prueba peculiar: un testigo voluntario idóneo recibe una hostia sin consagrar recién producida y, a continuación, comulga una de las hostias de 1730. Después, redacta una declaración en la que consigna cualquier diferencia en el paladar entre ambas. El resultado ha sido siempre el mismo: ¡no se observan diferencias! El rostro de Jesús aparece en una hostia consagrada
El 29 de marzo de 2019, en la parroquia de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Tigre, en las afueras de Buenos Aires, el rostro de Jesucristo apareció en la hostia que un sacerdote acababa de consagrar. El fenómeno tuvo lugar en una capilla de la época virreinal, y fue objeto de un relato del padre Agustín Bollini, IVE, que atendía confesiones durante la misa celebrada por el párroco, pedre José Luis Quijano, en cuyas manos se produjo el milagro, y que también dio su testimonio. El clérigo Bollini escribió: “Esperando el momento de la elevación, durante el canto, el padre sostenía la hostia entre sus manos y vemos que llama al ministro de eucaristía, Harry, un señor mayor, feligrés de años en esta iglesia. Y después de hablar con él, sosteniendo aún la hostia entre sus manos, prorrumpe en un llanto fuerte y desconsolado. Todos nos quedamos estupefactos y cuando reaccioné pensado en subir al altar, el padre, haciendo un esfuerzo y secándose las lágrimas, comienza a decir entrecortadamente: ‘esto no es para mí, yo no soy digno, es una gracia para ustedes’ y cae de rodillas junto con Harry. El acólito y la mayoría de los fieles que lo imitamos sobrecogidos por su reacción, permaneciendo así hasta que se incorporó y pudo continuar la celebración”. El obispo diocesano de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, aprobó el relato como verdadero, publicó un mensaje reafirmando la certeza de que Dios se encarna en cada consagración. Alejando “cualquier interpretación apresurada que distorsione o agregue significados”, pero consideró el testimonio del sacerdote enteramente verosímil. El padre Quijano tiene 62 años de edad, 35 de sacerdocio y tres de párroco. “Era la imagen de la Sábana Santa. Por eso digo que era la cara de Jesús y no otra. Era la cara que quedó grabada en la Sábana Santa. Un Cristo con los ojos cerrados. Yo digo que era un Cristo muerto, un Cristo de viernes de Cuaresma. Era un rostro muy claro, muy definido, nítido, no esfumado. También el pelo. Cuando partí la hostia sobre la patena, desapareció”, declaró.
“Después de hacer la bendición con el Santísimo, terminó la celebración. Me saqué los anteojos y los dejé sobre el altar. Y ahí me agarró una congoja, una emoción… Me superó. Lloré. No dije que había visto el rostro de Jesús. Eso fue después, cuando salimos, en el atrio. Tengo la certeza de la fe de que Dios está ahí. Acá lo importante es que el hecho fue real, aconteció. Y que no le pasó a una sola persona, sino que otra lo pudo verificar. Uno de los curas que me conoce desde hace años, me dijo: ‘Si me lo dice otro, no sé si le creo. Pero vos no sos de inventar estas cosas’. Yo soy una persona muy racional, muy normal. Soy un cura común y corriente, que vive de lo ordinario, no de lo extraordinario”, concluyó.6 Casia: milagro para sacerdote relajado con el Santísimo En la basílica de Santa Rita de Casia, en la región de Umbría (Italia), se conserva la reliquia de un milagro eucarístico que tuvo lugar cerca de Siena en 1330, cuando un sacerdote relajado llevó la comunión a un enfermo. Habiendo simplificado la costumbre de la Iglesia de conducir el Santísimo Sacramento (evitó la compañía de los fieles, algo habitual en aquella época), colocó la hostia consagrada irreverentemente entre las páginas de su breviario, el libro de oraciones que los sacerdotes rezan todos los días. Al llegar a la casa del enfermo, se dio cuenta de que la partícula se había transformado en sangre, empapando las dos páginas del breviario. El religioso se arrepintió inmediatamente y fue a confesar su pecado al padre Simone Fidati de Casia, hoy beatificado. El sacerdote, dándose cuenta de su contrición, le concedió la absolución, pero le pidió las páginas impregnadas de la Preciosísima Sangre para que todos pudieran ver el milagro. En efecto, las páginas se conservaron, una en Siena y la otra en Casia. Muchos soberanos Pontífices promovieron la devoción, concediendo indulgencias a quienes rezaran ante esta reliquia. El milagro fue reconocido en Casia y recogido en las Actas de su Municipalidad en 1387. Estas actas ordenan que cada año, en la festividad del Corpus Christi, todas las autoridades y ciudadanos participen en la procesión que lleva la adorable reliquia por las calles. El 10 de enero de 1401, el Papa Bonifacio IX, en una bula que proclamó el milagro, concedió las mismas indulgencias que se otorgan a los peregrinos que visitan el santuario de la Porciúncula, vinculado a san Francisco de Asís, y que visiten la iglesia “contritos y confesados” el día del Corpus Christi. Algunos devotos afirman que en la mancha de sangre puede distinguirse un rostro humano. También aseguran que la reliquia exhala el perfume que se percibe cerca del cuerpo de Santa Rita. Daroca: milagro eucarístico en la guerra contra los islamitas El 23 de febrero de 1239, las tropas de Daroca, Teruel y Calatayud (en el reino de Aragón, España) emprendieron el asalto al castillo de Chío, que había sido invadido por los musulmanes. Antes de la batalla, el capellán de Daroca celebró una misa en la que consagró seis hostias para cada uno de los capitanes de las tropas. Pero un ataque por sorpresa de los mahometanos obligó al sacerdote a huir con las hostias envueltas en corporales y esconderlas en el monte.
Una vez repelidos los asaltantes, los comandantes pidieron la comunión. El clérigo fue al escondite y encontró las seis hostias empapadas en sangre y pegadas a los corporales. Los jefes vieron en ello una señal de que Jesús los haría victoriosos. Así que el sacerdote se puso al frente de las tropas, llevando como estandarte los corporales con las hostias ensangrentadas y los musulmanes fueron derrotados. Después de la batalla, comenzaron las disputas entre los jefes para decidir cuál de las ciudades custodiaría los preciosos corporales. Las universidades de Teruel, Daroca y Calatayud lo echaron a suertes. Y en tres ocasiones el resultado fue favorable a Daroca. Sin embargo, para evitar controversias, Daroca aceptó que los corporales quedasen en el lugar donde se detuviese una mula blanca que transportaba las reliquias. La mula, luego de doce días de viaje, pasó por Teruel, y en el camino a Daroca se produjeron varios milagros. En Játiva se oyó un coro de voces celestiales. Cerca de Alcira, una mujer poseída fue liberada de los demonios. En Jérica, dos ladrones que iban a matar a un comerciante se arrepintieron y devolvieron lo robado. Al llegar a la ciudad de Daroca, la mula “se arrodilló allí por voluntad de Jesucristo” y murió frente a la iglesia de San Marcos. Los fieles vieron en ello una señal divina, en el sentido de que los corporales debían permanecer en dicha iglesia mientras se construía otra más amplia, la actual iglesia de Santa María Colegiata. En la fiesta del Corpus Christi, los santos corporales salen en procesión fuera de las murallas de la ciudad y son expuestos a los peregrinos. Desde el siglo XIV, Daroca ha sido visitada por reyes y grandes personajes. Debido a la afluencia de devotos, la fiesta del Corpus Christi llegó a extenderse durante casi un mes.7 Valencia: peces recuperan las formas eucarísticas
Todos los años, en el mes de mayo, cientos de fieles de los municipios de Alboraya y Almácera, en Valencia (España), se congregan para conmemorar el “milagro de los peces”, ocurrido en julio de 1348. El párroco de Alboraya llevaba el Santísimo Sacramento a los enfermos, con honores exteriores, acólitos, campanillas y pobladores. Al cruzar el barranco del río Carraixet, que estaba muy crecido, el caballo del párroco resbaló, la arqueta donde llevaba el Viático se abrió y las hostias cayeron al agua, siendo arrastradas por una fuerte corriente. Acongojado e incapaz de recuperarlas, el sacerdote regresó a su iglesia. El hecho causó consternación en el pueblo y sus habitantes salieron en busca de las hostias perdidas. En una playa, vieron a dos peces que sacaban sus cabezas del agua, sujetando las hostias en la boca. Unos labradores avisaron al párroco que habían visto unas luces brillantes en el barranco. El sacerdote, revestido con sobrepelliz y estola, cáliz en mano, entró en el agua. En cuanto le vieron, los peces se acercaron, depositaron en el cáliz las formas eucarísticas y desaparecieron. Este cáliz se expone actualmente en la iglesia de Alboraya, y la arqueta se venera durante todo el año en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de la misma localidad. Exclusivamente se emplea en la fiesta de san Vicente Ferrer para llevar la comunión a los enfermos y en la procesión del Corpus Christi. En el lugar se levanta una capilla neogótica, conocida como la “Ermita del Milagro”. La fama del “milagro de los peces” llegó hasta la Santa Sede, que aprobó fechas especiales para la festividad del Corpus Christi en cada una de las ciudades involucradas en el prodigio.8 Legnice: médicos afirman que hostia es tejido humano
En la ciudad de Legnice (sudoeste de Polonia), en la misa de Navidad de 2013 en el santuario de San Jacinto, una hostia cayó al suelo durante la distribución de la Sagrada Comunión. Fue recogida y colocada en un recipiente con agua para que se disolviera, como dictan las normas canónicas, tantas veces ignoradas hoy en día. Sin embargo, una vez introducida en el agua, apareció en la hostia una mancha roja con aspecto de tejido humano. En febrero de 2014, con autorización de la diócesis, se tomaron muestras del fragmento ensangrentado para su análisis en laboratorios forenses. Los médicos forenses consultados en Breslavia verificaron que se trataba de células del músculo estriado transversal, similares a las del músculo cardíaco. Por su parte, el Departamento de Medicina Forense de la Universidad Médica de Pomerania (PMU) en Szczecin concluyó que “en la imagen histopatológica se encontró partes del músculo estriado transversal en los fragmentos, similar al músculo cardíaco. Las pruebas también determinaron que el tejido es de origen humano, y descubrieron que presentaba signos de sufrimiento”. El obispo de Legnice, Mons. Zbigniew Kiernikowski, proclamó el milagro y autorizó a los fieles a venerar la hostia ensangrentada. Según el decreto episcopal, las hostias tienen “las características distintivas de un milagro eucarístico”. Es oportuno recordar la actitud de este obispo, particularmente en nuestro tiempo, cuando se habla incluso de dar la comunión a pecadores públicos, olvidando que en la hostia consagrada están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero” (Concilio de Trento, DS 1651; Catecismo de la Iglesia Católica, 1374). En enero de 2016, el obispo Kiernikowski sometió el caso a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que se declaró favorable a la exposición de la hostia milagrosa, venerada en el santuario de San Jacinto. Turín: el milagro eucarístico de 1453
Quienquiera que entre hoy en la Basílica de Corpus Christi en Turín (Italia) se depara con una reja de fierro que protege el lugar donde tuvo lugar el primer milagro eucarístico de la ciudad en 1453. En el suelo está escrito: “Aquí cayó postrado el jumento que transportaba el Cuerpo divino, aquí la sagrada hostia, liberada del saco en que se encontraba, se elevó hacia lo alto, y aquí descendió ante las súplicas de los turineses (6 de junio de 1453)”. La historia comienza en la ciudad piamontesa de Exilles, en la frontera con Francia, donde las tropas francesas de Renato d’Anjou luchaban contra milicias italianas del duque Luis de Saboya. Los franceses saquearon el pueblo, y un soldado irrumpió en el tabernáculo, robó el ostensorio con la sagrada hostia y se lo llevó en una bolsa. Subió a un burro y se dirigió a Turín, con la intención de vender el objeto sagrado. Llegó a la ciudad el 6 de junio, fiesta del Corpus Christi. Cerca de la iglesia de San Silvestre, el jumento se detuvo, cayó al suelo, la bolsa se abrió y el ostensorio con la hostia se elevó por encima de las casas. El obispo Ludovico se postró en adoración, acompañado por numerosos fieles, y rezaron como los discípulos de Emaús: “Quédate con nosotros, Señor”. En aquel momento, el ostensorio cayó al suelo, dejando la hostia flotando en el aire, reluciendo como el sol. El obispo elevó un cáliz y la hostia fue descendiendo hasta acomodarse en él. Muchos documentos relatan el prodigio. En 1853, el Santo Padre Pío IX celebró el cuarto centenario del milagro en presencia de san Juan Bosco y de san Miguel Rúa. El mismo Papa aprobó el oficio y la misa del milagro para la diócesis de Turín. En 1928, Pío XI elevó la iglesia de Corpus Christi a la dignidad de Basílica Menor. Santarém: el milagro de la mujer y la bruja
En 1247, según algunos, o en 1266, según otros, vivía en Santarém (Portugal) una pobre mujer a la que su marido había ofendido mucho al verse con otra mujer. Cansada de sufrir, recurrió a una bruja para que con sus hechizos pusiera fin a su triste suerte. La bruja le prometió un remedio eficaz, pero para ello necesitaba una hostia consagrada. La mujer consintió en el sacrilegio y acudió a la iglesia de San Esteban, se confesó y pidió la comunión. Una vez recibida la sagrada partícula, la sacó cuidadosamente de su boca y la envolvió en su velo. Acto seguido, salió de la iglesia y se dirigió a casa de la hechicera. Sin embargo, comenzó a manar sangre del velo de la mujer, lo que fue advertido por muchas personas, que empezaron a preguntarle por las heridas que hacían brotar sangre de su cabeza. Confundida, la mujer corrió a casa y guardó la hostia en uno de sus cofres. Por la tarde, llegó su marido. Durante la noche, la pareja se despertó y ambos vieron que toda la casa resplandecía con misteriosos rayos de luz que salían del cofre. Enterado por su esposa de lo que había hecho aquel día, ambos pasaron el resto de la noche de rodillas en adoración. En cuanto amaneció, el párroco fue informado del prodigio. Una vez difundida la noticia, los habitantes de Santarém acudieron presurosos a contemplar el milagro. La sagrada partícula fue llevada en procesión a la iglesia de San Esteban, donde fue depositada en una custodia de cera. Al cabo de algún tiempo, cuando se abrió el sagrario, se encontró que la cera estaba hecha pedazos. Con asombro, se pudo ver la sagrada hostia encerrada en un píxide de cristal, milagrosamente aparecido. La hostia se colocó entonces en una custodia de plata dorada, donde se conserva hasta hoy en la Iglesia del Santísimo Milagro. En Avignon, las aguas se abrieron como en el Mar Rojo
La cofradía de los Pénitents gris —fundada en la ciudad de Aviñón (Francia) por el rey Luis VIII, padre de san Luis IX— mantiene expuesto el Santísimo Sacramento día y noche desde el 14 de setiembre de 1226. En 1433, las lluvias torrenciales provocaron el desbordamiento de los tres ríos de la ciudad, por lo que los superiores de la cofradía se dirigieron en canoa a la capilla para salvar el Santísimo Sacramento. Al abrir las puertas, constataron que el agua era retenida por grandes muros a derecha e izquierda, dejando libre y seco el paso hacia el altar, algo que evoca el paso de Moisés y los judíos a través del Mar Rojo. Alrededor del Santísimo Sacramento todo estaba seco, y el agua subía por las paredes como tapices, formando arcos y techos, según consta en los archivos de la cofradía. Los dos cofrades llamaron a otros doce, así como a cuatro religiosos franciscanos, tres de los cuales eran doctores en teología. Todos confirmaron el portento. Para conmemorar el milagro, cada año se celebra con solemnidad el 30 de noviembre, fiesta de San Andrés. Por la mañana, los miembros de la cofradía andan de rodillas hasta la mesa de la comunión por el camino que en su momento preservaron las aguas. Antes de la adoración y de la bendición del Santísimo Sacramento, el predicador recuerda el milagro y dirige el canto Cantemus Domino, entonado por Moisés después de atravesar el Mar Rojo. Bolsena: milagro decisivo para la celebración de Corpus Christi En la basílica de Santa Cristina de Bolsena (Italia) se conservan desde hace siete siglos las reliquias menores de un histórico milagro eucarístico. “Menores”, pues las “grandes” se encuentran en la catedral de Orvieto. Se trata de piedras en las que son claramente visibles coágulos de la preciosa Sangre de Nuestro Redentor. El milagroso acontecimiento tuvo lugar en 1264. Un sacerdote de Praga estaba atormentado por dudas sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. En el momento de dividir la hostia consagrada durante la misa, vio que de ella manaba sangre que se derramaba sobre el altar. Asombrado por el prodigio, pensó que lo mejor era ocultarlo. Recogió las sagradas especies en paños litúrgicos y corrió a la sacristía, sin advertir que caían gotas de la Preciosísima Sangre sobre el altar y el suelo. El Papa Urbano IV encargó al ministro general de los franciscanos, san Buenaventura de Bagnorea, presidir una comisión de teólogos que estudiara la veracidad de los hechos. Concluyeron que el milagro era verdadero, y el obispo Jaime Maltraga de Bolsena llevó el sagrado corporal, el purificador y los linos manchados de sangre a Orvieto, donde residía entonces el Papa. El Pontífice y su corte fueron a recibir las divinas reliquias en el puente Rivochiero y las llevaron a Orvieto. Instituyó la fiesta del Corpus Christi y encargó a santo Tomás de Aquino que escribiera los famosos himnos eucarísticos que se cantan en las procesiones. Ettiswil: la secta satánica y el santuario
En Ettiswil (Suiza), el santuario está dedicado a un prodigio ocurrido en 1447. Anna Vögtli de Bischoffingen, que pertenecía a una secta satánica, sustrajo de la iglesia parroquial el copón que contenía la hostia magna (utilizada en la adoración). La hostia apareció entre los arbustos rodeada por una luz brillante y dividida en siete pedazos, formando una flor. Margarita Schulmeister, una joven guardiana de una granja de cerdos, contó cómo encontró las partículas: “No bien llegué con los cerdos a las cercanías del lugar donde el Santísimo Sacramento había sido arrojado, las bestias no quisieron caminar más. Entonces, pedí ayuda a dos hombres que pasaban a caballo. Ellos vieron en medio de la hierba la hostia robada, dividida en siete partes. Seis de ellas formaban una flor semejante a una rosa y una gran luz las rodeaba”. El párroco tomó las seis partes de la hostia. Pero cuando quiso coger la del centro, esta se hundió en la tierra. Esto se interpretó como una señal para construir una capilla en el lugar. Las seis partículas se conservaron en la iglesia de Ettiswil, que se convirtió en un centro de gran veneración y donde Dios realizó muchas curaciones. El nuevo santuario fue consagrado el 28 de diciembre de 1448, un año y medio después del milagro. Muchos Papas han concedido indulgencias a los peregrinos. El último fue Pío XII en 1947. Alatri: un milagro confirmó el dogma de la transubstanciación El Papa Inocencio III (1198-1216), junto con el IV Concilio de Letrán, proclamó el dogma de la transubstanciación, oficializando el uso obligatorio del término. El 13 marzo de 1228, el Papa Gregorio IX (1227-1241) publicó la bula Fraternitatis tuae con la relación del milagro eucarístico de Alatri (Italia), que fue la base del término que se convertiría en dogmático. Este milagro es comparable a la aparición de Nuestra Señora en Lourdes, que confirmó el dogma de la Inmaculada Concepción.
El dogma de la transubstanciación afirma que, mediante la fórmula de consagración pronunciada en la misa por el celebrante, según prescribe el Misal, el pan y el vino se convierten en el verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo. Esta definición condenaba la herejía de Berengario, filósofo y teólogo de Tours (Francia), que negaba la transubstanciación. Lutero y los protestantes adoptaron esta herejía, diciendo que en la misa el celebrante se limita a repetir las palabras de Cristo, y que el pan y el vino siguen siendo meros alimentos de una cena solidaria. De los mismos errores se hacen eco hoy los “católicos” llamados “progresistas”. Presentan la misa como una mera conmemoración comunitaria de la Última Cena, que solo habría sido una comida festiva con motivo de la Pascua. Estos errores de inspiración satánica engañan a muchos fieles. Pero la Divina Providencia ha obrado milagros para poner en evidencia la verdadera naturaleza de sacrificio propiciatorio que tiene la misa. Según los registros municipales, el milagro de Alatri ocurrió así: Una joven, entristecida por un amor no correspondido, buscó a una bruja para recuperar a su amado. La bruja le dijo: —Ve a tu iglesia y toma una hostia consagrada, y te daré un brebaje portentoso que hará que tu prometido vuelva a tu corazón. —¡Pero eso es pecado!, musitó la joven. —¡Calla! ¡Idiota! ¿Quieres recuperar a tu prometido? —Sí. —Entonces ve mañana a tu iglesia y asiste a misa. En el momento oportuno, comulga. Y sin llamar la atención de los demás, date prisa en envolver en un pañuelo la hostia consagrada por el sacerdote. Cuando tengas la hostia, vuelve aquí. Jadeante, la muchacha fue a misa al día siguiente y, sin ser vista, consiguió llevarse a casa la hostia envuelta en un pañuelo. Escondió la partícula en un armario y pasó tres días sumida en una tremenda duda. Cuando fue a llevar la hostia a la hechicera, abrió el armario y se quedó atónita: en lugar de la hostia blanca, encontró un trozo de carne viva. La pobre sacrílega se puso a llorar de horror: —¡Dios mío, Dios mío! ¿Qué hago ahora? Aterrorizada, huyó de casa. Acudió al sacerdote y confesó su terrible pecado. El ministro de Dios llevó el milagro al obispo, quien informó al Sumo Pontífice Gregorio. El Papa respondió con la bula Fraternitatis tuae: “Gregorio obispo, siervo de los siervos de Dios, al venerable hermano obispo de Alatri, salud y bendición apostólica. “En primer lugar, debemos dar gracias con todas nuestras fuerzas a Aquel que, aun obrando todo en modo maravilloso, sin embargo, en algunas ocasiones repite milagros y suscita nuevos prodigios para que, fortaleciendo la fe en la verdad de la Iglesia Católica, sosteniendo la esperanza, reavivando la caridad, llamando a los pecadores, convierta a los pérfidos y confunda la maldad de los herejes. Por lo tanto, queridísimo hermano, por medio de esta carta apostólica, disponemos que inflijas un castigo más suave a la joven, ya que consideramos ha cometido el acto criminal más por debilidad que por maldad, especialmente porque debemos creer que se haya arrepentido suficientemente confesando el pecado. En cuanto a la instigadora, que con su perversidad la indujo a cometer el sacrilegio, después de haberle aplicado las medidas disciplinarias que creemos conveniente encomendar a vuestro criterio, imponedle que, visitando a los obispos más cercanos, confiese humildemente su delito, implorando, con devota sumisión, el perdón”. La reliquia de la partícula, transformada en carne, se encuentra en un ostensorio de cristal, expuesto permanentemente en la nave derecha de la basílica catedral de San Pablo en Alatri. Alcalá de Henares: milagro, sacrilegio y reparación
En 2019, la ciudad de Alcalá de Henares, cerca de Madrid, conmemoró el IV Centenario del reconocimiento del “Milagro de las Santas Formas Incorruptas”. La custodia no contiene una hostia grande, sino 24 hostias destinadas a los fieles. La procesión parte de la parroquia de Santa María la Mayor y sigue hasta la catedral, para luego hacer el camino inverso, culminando con la bendición del Santísimo Sacramento en el palacio arzobispal. En 1597, un penitente arrepentido restituyó a su confesor 24 hostias que había robado sacrílegamente. Temiendo alguna celada de protestantes o masones que envenenaban las hostias, el confesor las hizo guardar en una cripta húmeda, junto con otras hostias no consagradas, hasta que perdieran su forma. Pero las hostias no consagradas se deshacían y las consagradas permanecían perfectamente intactas. En 1608, el provincial de los jesuitas en Toledo, al verlas intactas, ordenó trasladarlas al altar mayor y someterlas a una andana de pruebas. Los especialistas, entre teólogos y médicos, no encontraron otra explicación sino el milagro, que fue reconocido en 1619 por el vicario general del arzobispado. Estas hostias han resistido al crimen y a la naturaleza durante siglos. Pero un mal mucho peor se reveló en el odio infernal incubado en el socialismo y el comunismo, contra el que Nuestra Señora vino en Fátima a advertir al mundo. Durante la guerra civil española (1936-1939), el templo fue saqueado y las hostias desaparecieron. Quedó, sin embargo, el recuerdo del milagro, que Alcalá de Henares repara con una procesión anual.12 ¿Cuántas veces hemos oído hablar de falta de respeto hacia la Eucaristía, incluso en ceremonias litúrgicas superficiales? ¿En cuántos países socialistas o comunistas las iglesias son invadidas y el Cuerpo de Jesucristo presente en el sagrario es profanado en nuestros días? En China, en Rusia, en países islámicos o paganos… ¡También en el Perú se cometen ofensas semejantes! Conclusión: “Señor, decid una sola palabra” Nuestro Señor, Creador y Rey del Universo, está vivo en los sagrarios de las iglesias católicas, esperándonos y ofreciéndonos gracias y bendiciones en abundancia. Y para atraernos aún más, nos lo muestra con milagros, de los que hemos citado algunos pocos ejemplos. En el caos del mundo actual y en medio de la crisis por la que atraviesa la Iglesia, necesitamos más que nunca estos ejemplos para mantener viva nuestra fe, fortalecernos y consolarnos. En Fátima, la Santísima Virgen advirtió que pueblos enteros desaparecerían, es decir, que vendría un terrible castigo y muchos morirían. Pero esto es menos grave que la muerte de las almas. Multitudes que no saben dónde está la auténtica Iglesia católica, no saben dónde encontrar la verdadera doctrina. ¿No es esto peor que la muerte? Es la pérdida de la fe. Tal vez en la historia nunca ha habido mayor confusión que esta y presagia una confusión suprema. Sin embargo, la tabla de salvación está a nuestro alcance: el Salvador está allí, escondido en el Sagrario. Solo tenemos que ir hacia Él y decir, por la mediación universal y omnipotente de Nuestra Señora, lo que antiguamente se decía en la misa, cuando el sacerdote presentaba la hostia a los fieles: “Decid una sola palabra y mi alma será salva”. Nuestro Señor Jesucristo, que curó a tantos contemporáneos con una sola palabra, está a nuestra espera en la confesión, donde su compasión asiste al desdichado en pecado mortal, al pecador con faltas veniales o sumido en dificultades. La Santísima Virgen puede obtenernos de su Hijo, de un momento a otro, esa única palabra que nos curará por completo, que encenderá nuestro corazón con el amor más íntegro y nos hará semejantes a Jesucristo. Pidamos a María que nos consiga esa palabra, y la repetiremos sin cesar al pie del tabernáculo: “Señor, no soy digno de que entres en mi corazón, pero una palabra tuya bastará para salvarme”.
Notas.- 1. Aleteia, https://es.aleteia.org/2017/09/12/milagro-eucaristico-de-sokolka-la-hostia-es-tejido-del-corazon-de-una-persona-agonizante/.
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