Una curva de la historia: del “está prohibido prohibir” al “está permitido prohibir” “Consiéntalos en todo, no los cohíba en nada; no corrija en lo más mínimo a sus hijos”, proclamaba —ad nauseam— la llamada “educación moderna” de escuelas pedagógicas, sicológicas y siquiátricas, que surgieron alrededor de la década de los 60. No reprimir ni los malos impulsos de los hijos, ni siquiera prohibirles que se chupen el dedo o que asistan a cines de dudosa moralidad, pues cualquier prohibición podría tener un efecto traumático negativo —dictaminaban los flamantes pedagogos. El tiempo pasa, el mundo da sus vueltas… y, con el apagar de luces del siglo XX, “bellos conceptos” de la llamada “educación moderna” caen por tierra, como un castillo de naipes cimentado en la utopía. Con el desmoronamiento de esta seudo-pedagogía, nuevos conceptos emergen y pedagogos, psicoterapeutas y siquiatras, señalan que los padres deben aprender a imponer límites. ¿Por qué imponer límites? “No” es una palabra fuerte, y decir “no” a los hijos es duro. Pero éstos —al contrario de lo que se enseñaba hasta hace poco— prefieren a padres afectuosos, pero que sepan también prohibir cuando sea necesario. ¡Los niños pueden hasta patalear y llorar al oír un no!, pero una vez pasada la crisis y el llanto, llegan a admirar y confiar aún más en sus padres, seguros de poder contar con ellos en situaciones más difíciles. La generación de “mayo del 68” Los estudiantes de la generación que pregonó la libertad total hace 40 años, en la cuna de la revolución cultural de tipo anarquista —la conocida Revolución de la Sorbona, de mayo de 1968, que trastornó gloriosas tradiciones en Francia— crecieron… Hoy, la mayoría se ha graduado, algunos son profesores, y entre ellos hay los que no enseñan más lo que reivindicaban en aquella década, o sea, el permisivismo total, la muerte de la civilización cristiana y el nacimiento de una nueva civilización —la del instinto. En aquel tiempo imperó el slogan “La imaginación tomó cuenta del poder”. Muchos estudiantes salieron a las calles bajo el lema: “Está prohibido prohibir”. Algunos de aquellos jóvenes estudiantes del 68, “agredidos por la realidad”, se vuelven hacia los valores tradicionales y… se opera una transformación: ahora conciben un nuevo lema, opuesto al de mayo del 68: “Está permitido prohibir”…
Más vale tarde que nunca… En este sentido, uno de los mayores éxitos editoriales de la última década es un libro titulado Saying No — Why it’s Important for You and Your Child, publicado inicialmente en Inglaterra y traducido al castellano como Decir no: Por qué es tan importante poner límites a los hijos. La autora, Asha Phillips, es una reconocida psicoterapeuta infantil y madre de familia, profesora de la Tavistock Clinic de Londres, que basa la obra en su amplia experiencia profesional, estudios de campo y anécdotas de familia. La Dra. Asha Phillips sostiene que en ciertas circunstancias es necesario prohibir y saber decir ¡NO! Decir “no” a un hijo es a menudo muy difícil; pero si bien es casi siempre más difícil que decir “sí”, es una parte vital de ser papá o mamá. Y asevera que desde los primeros meses de vida de los niños, los padres deben establecer claramente ciertos límites… Quien trate de satisfacer todas las necesidades del niño y evitarle cualquier sufrimiento, está equivocado; sólo generará una criatura infeliz y mal adaptada. Poner límites a los hijos les obligará a adaptarse, desde muy temprana edad, a circunstancias no esperadas y, en consecuencia, a buscar alternativas. La psicoterapeuta concluye diciendo que gracias a la negativa, nuestros hijos se volverán más flexibles y creativos, aprenderán a negociar y desarrollarán mejor sus capacidades emocionales. “Tras varias décadas de educación en extremo tolerante y desprovista de pautas claras de comportamiento, la autora postula la necesidad de poner límites a las demandas de los niños… Este libro es una herramienta para que los padres de hoy aprendan a guiar a sus hijos desde la más tierna infancia hasta la adolescencia sin severidad pero con firmeza, y sobre todo a perder el miedo a corregirles y negarles los caprichos”, reza la obra en su presentación. Educadores que descarriaban Cuando el rey de los Francos, Clodoveo, se convirtió del paganismo al catolicismo en el siglo V, el obispo de Reims, San Remigio, lo amonestó en el momento del bautismo, diciéndole: “Quema lo que adoraste, adora lo que quemaste”. Ahora sería el caso de afirmar a los apologistas de la seudo pedagogía moderna —que enseñan que no se debe poner límites a los niños, reprimir sus impulsos; hacerles cualquier reprensión, etc., etc.—: “Quemen lo que enseñaron, enseñen lo que quemaron”. Los incontables desvíos ocurridos en la educación de los niños se deberían así a los “vanguardistas de la modernidad”, que predicando solamente la tolerancia y la indulgencia en exceso, más contribuyeron a descarriar que propiamente a enseñar. Esto porque tales pedagogos se basaban en la así llamada moral nueva y no en la moral tradicional y perenne de la Santa Iglesia, única áncora segura. Con el objetivo de auxiliar a padres y madres de familia, transcribimos algunas enseñanzas que nos dejó al respecto San Marcelino Champagnat. Al considerar cómo estaba huérfana de formación religiosa y moral la juventud de su época (esto a mediados del siglo XIX, ¡imagínese lo que el santo juzgaría de la orfandad de la juventud a comienzos del siglo XXI!), el padre Champagnat fundó el instituto de los Hermanos Maristas, con el fin de educar a los niños y enseñarles las verdades de la Religión Católica, y no apenas darles instrucción primaria. Ver el recuadro abajo. Continuaremos con este tema en una próxima edición.
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