Oh divino amor, oh lazo sagrado que unes al Padre y al Hijo, Espíritu Todopoderoso, consolador de los afligidos, penetra en los profundos abismos de mi corazón. Derrama tu refulgente luz sobre estos lugares incultos y tenebrosos, y envía tu dulce rocío a esta tierra desierta para reparar su larga aridez. Envía los rayos celestiales de tu amor hasta el fondo más misterioso del hombre interior, a fin de que penetrando en él, enciendan el vivísimo fuego que consume todas las debilidades y toda languidez. Ven, pues, ven, dulce consolador de las almas desoladas, refugio en los peligros y protector en las tribulaciones. Ven, tú que lavas las almas de sus manchas y curas sus heridas. Ven, fuerza del débil y apoyo del que cae. Ven, doctor de los humildes y vencedor de los orgullosos. Ven, padre de los huérfanos, esperanza del pobre y vida del que comenzaba a languidecer. Ven, estrella de los navegantes y puerto de los náufragos. Ven, fuerza de los vivos y última esperanza de los que van a morir. Ven, oh Espíritu Santo, ven y ten misericordia de mí. Dispón de tal suerte mi alma y condesciende con mi debilidad con tanta dulzura, que mi pequeñez encuentre gracia delante de tu grandeza infinita; mi impotencia delante de tu fuerza y mis ofensas delante de la multitud de tus misericordias; por Nuestro Señor Jesucristo, mi Salvador, que con el Padre vive y reina en tu unidad por todos los siglos de los siglos. Amén. San Agustín de Hipona, Meditaciones, IX, apud Oficios de la Iglesia, p. 216.
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Paray-le-Monial Aquí se apareció el Sagrado Corazón de Jesús |
Conversión de personas insignes ¿No es cierto que son muchos los que retornan a Ti desde un abismo de ceguera mucho más profundo que el de Victorino? ¿No es cierto que se acercan a Ti y son iluminados (Sal 34, 6) al dar acogida a tu luz, y que cuantos le brindan esta acogida reciben de Ti el poder de hacerse hijos tuyos?... | |
¡Oh tú Iglesia Católica! TÚ ADIESTRAS Y AMAESTRAS puerilmente a los niños, enérgicamente a los jóvenes, suavemente a los ancianos, según la edad, no sólo del cuerpo, sino del alma de cada uno... | |
Dos amores, dos ciudades Dos amores fundaron dos ciudades; es, a saber: la terrena, el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, y la celestial, el amor a Dios hasta llegar al desprecio de sí propio... | |
La deformación moral es muchas veces causa del error ¿Por qué la verdad genera odio? ¿Por qué el hombre que proclama la verdad en tu nombre viene a ser para ellos un enemigo, amando como aman la felicidad que no es más que el gozo de la verdad?... |
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