Luis Sergio Solimeo El pedido de la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María se realizó el 13 de junio de 1929, siendo 12º aniversario de la segunda aparición. Como relata la hermana Lucía, ella estaba sola haciendo una vigilia de oración en la capilla, entre las 11 p.m. y la medianoche, cuando tuvo una visión simbólica sobre la Santísima Trinidad y la Redención. La solemnidad de la petición
De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una cruz de luz que llegaba hasta el techo. En otra luz más clara se veía, en la parte superior de esta misma cruz, el busto de un hombre. En el pecho una paloma de luz y, clavado en la cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco por debajo de la cintura [del Crucificado], suspendido en el aire, se veía un cáliz y una gran hostia, sobre la cual caían gotas de sangre. Esta sangre corría por las mejillas del Crucificado y de una herida en el pecho. Bajando por la Hostia, esas gotas caían dentro del cáliz. Bajo el brazo derecho de la cruz estaba Nuestra Señora (era Nuestra Señora de Fátima con su Inmaculado Corazón en la mano izquierda, no tenía espada ni rosas, sino una corona de espinas y llamas...). Bajo el brazo izquierdo [de la cruz], unas letras grandes como si fuesen de agua cristalina que corrían hacia el altar, formando estas palabras: “Gracia y Misericordia”. La vidente entendió que se trataba de una alusión al misterio de la Santísima Trinidad, acerca de la cual, según dijo, recibió luces que no le era permitido comunicar. En ese contexto lleno de misterio y grandeza, la Madre de Dios se dirigió a ella, diciendo: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los obispos del mundo, la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio”. El avance del socialismo La solicitud no pudo hacerse de modo más solemne e imperativo. Tampoco podría ser en momento más oportuno. En 1929, el comunismo ya había consolidado su poder en Rusia y se había extendido por todo el mundo a través de partidos dirigidos por Moscú. Rusia estaba “esparciendo sus errores por el mundo”. En México, la Iglesia estaba siendo perseguida por gobiernos socialistas revolucionarios; en Francia, el gobierno radical se preparaba para firmar el acuerdo franco-soviético de asistencia mutua; en España, una república socialista estaba a punto de instalarse con iglesias incendiadas, persecuciones y masacres de católicos y clérigos, y una sangrienta guerra civil. Aunque los movimientos nazistas y fascistas que aparecieron en aquel momento se presentaban como enemigos políticos del comunismo, su apuntalamiento ideológico también era socialista: la preeminencia estatal sobre el individuo, el control total sobre la educación y la economía, el culto a la fuerza y el principio amoral de que el fin justifica los medios. Sobre todo, el nazismo y el fascismo compartieron el materialismo y el naturalismo paganos, que niega el orden sobrenatural y transforma al hombre en un “superhombre” o “demiurgo”. El Papa Pío XI recibe el pedido de consagración
Sor Lucía, como ella misma lo confirmó, transmitió la solicitud de la Santísima Virgen a su confesor, quien a su vez la remitió al Papa Pío XI. De hecho, en una carta dirigida al Papa Pío XII en 1940, ella dice sobre aquella comunicación: En 1929, Nuestra Señora, en otra aparición, pidió la consagración de Rusia a Su Inmaculado Corazón, prometiendo por ese medio prevenir la propagación de sus errores y su conversión. Algún tiempo después, di cuenta de esto a mi confesor, que trató por los medios que pudo, de hacerlo llegar al conocimiento de Su Santidad Pío XI. Del mismo modo, el 3 de febrero de 1946, durante una entrevista con el padre Hubert Jongen, un joven sacerdote montfortiano holandés, este preguntó si Pío XI había conocido la solicitud. Sor Lucía respondió: “El padre José Bernardo Gonçalves (mi confesor) … informó a Su Gracia el obispo de Leiría sobre todo y logró que el pedido llegara al conocimiento de S. S. Pío XI”. Al año siguiente, ella dio una respuesta casi idéntica al padre Thomas McGlynn OP, un sacerdote norteamericano. Él preguntó: “¿Fue este deseo dado a conocer al Santo Padre en ese momento?”. Sor Lucía respondió: “Se lo conté a mi confesor; él informó al obispo de Leiría. Después de un tiempo, mi confesor dijo que la comunicación había sido enviada al Santo Padre”. La consagración no se hizo en el momento adecuado Desconocemos las razones por las que el Papa Pío XI no realizó la consagración pedida, tanto más considerando que él creyó en la autenticidad de las apariciones y fue un devoto de Nuestra Señora de Fátima. Ya hemos visto cómo en 1929 había dado una aprobación no oficial a las apariciones al distribuir estampas de Nuestra Señora de Fátima a los seminaristas del Colegio Portugués de Roma. Eso fue antes del reconocimiento oficial del obispo de Leiría, que se hizo en una carta pastoral en 1930. Lo cierto es que se esperaba que el Papa Pío XI, que reinó entre 1922 y 1939, hiciese la consagración solicitada. Esto puede entenderse por las propias palabras de la Santísima Virgen en la aparición del 13 de julio, enunciando los motivos por los cuales vendría a pedir la consagración y la difusión de la Comunión Reparadora los cinco primeros sábados. Parece el caso de repetirlos aquí: —“Visteis el Infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que Yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar, pero si no dejan de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche alumbrada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión Reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia; los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas; por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”. Vemos así que la Virgen María indicó un medio general para la salvación de las almas, que es la devoción a su Inmaculado Corazón: “Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. Luego indicó, dentro de este medio general, es decir, la devoción al Inmaculado Corazón de María, algunos medios específicos para obtener ciertos fines, a saber, la conversión de Rusia, que a su vez evitaría la guerra y todas sus consecuencias, incluida la difusión de los “errores de Rusia”, persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre, el martirio de los buenos, la aniquilación de varias naciones. Los medios específicos indicados para ello fueron la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María y la Comunión Reparadora de los cinco primeros sábados. De hecho, luego de mencionar la nueva guerra que se desataría en tiempos de Pío XI si sus pedidos no fueren atendidos, es decir, la Segunda Guerra Mundial, y la diseminación de los errores de Rusia y demás anuncios, la Santísima Virgen dijo: “Para impedirlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión Reparadora de los primeros sábados”. Es bastante obvio que en la frase “para impedirlo”, el pronombre “lo” se refiere a lo que acababa de mencionarse: la guerra y todas las consecuencias que ella produciría si la petición no fuere atendida. Por lo tanto, es enteramente claro que la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María era el medio para evitar la Segunda Guerra Mundial y la difusión brutal del comunismo que le siguió. Así, la consagración debía hacerse antes del estallido del conflicto mundial; porque si se debe hacer A para evitar que ocurra B, A debe ejecutarse antes de que B suceda.
En consecuencia, para que la consagración de Rusia tuviese el efecto deseado por la Santísima Madre, debería haberse hecho en el período comprendido entre 1929, año en que fue solicitada, y 1939, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Ahora, dicho período coincide con el pontificado del Papa Pío XI, quien fue elegido el 6 de febrero de 1922 y falleció el 10 de febrero de 1939. La consagración debió hacerse tan pronto como fue pedida Ahora bien, como hemos visto, ya en 1938 existía un estado de guerra. De hecho, muchos historiadores consideran el Anschluss, la anexión de Austria y su ocupación por las tropas alemanas el 12 de marzo de 1938, como parte de la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo, en el Acuerdo de Munich de setiembre de 1938, Alemania obtuvo de Francia y Gran Bretaña su placet para la anexión de los Sudetes. Así, parecería lógico que, para obtener los efectos deseados, la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María debería haberse hecho antes de 1938. Sin embargo, es más probable que Dios haya querido que se hiciese a principios de los años treinta para evitar el gran avance comunista que tuvo lugar en esa década, la tragedia de España, así como para detener los objetivos expansionistas de la Alemania nazi que llevarían a una conflagración mundial. Todo indica, por lo tanto, que el momento apropiado para la consagración era precisamente el momento en que se la solicitó: alrededor de 1929-1930; quizás incluso en 1935, antes de la Guerra Civil Española. En cualquier caso, esa consagración no debería hacerse después de que empezara la Segunda Guerra Mundial, al menos como condición para evitarla, como se había prometido en Fátima. Una confirmación documentada En muchas manifestaciones sobrenaturales a la hermana Lucía, Nuestro Señor y la Santísima Virgen se quejaron de que no se había hecho la consagración, y dijeron que cuando se hiciera ya sería demasiado tarde. En una carta del 21 de enero de 1935, sor Lucía escribe al padre Gonçalves: “Por lo que se refiere a Rusia, me parece que a Nuestro Señor le dará mucho gusto verle trabajando para que el Santo Padre realice sus deseos. Hace unos tres años, Nuestro Señor estaba bastante descontento porque no se realizaba lo que pedía”. En otra carta a ese sacerdote, el 18 de mayo de 1936: En cuanto a la otra pregunta —si será conveniente insistir para obtener la consagración de Rusia— respondo casi lo mismo que le dije otras veces. Siento que no se haya hecho ya […]. Interiormente he hablado al Señor de este asunto. Y hace poco le preguntaba por qué no convertía a Rusia sin que Su Santidad hiciese esta consagración: “Porque quiero que toda mi Iglesia reconozca esa consagración como un triunfo del Inmaculado Corazón de María, para después extender su culto y poner, al lado de la devoción a mi Corazón divino, la devoción a este Corazón Inmaculado” [Él respondió]. La hermana Lucía insiste en que el Papa no creerá sus palabras si Dios mismo no cambia su corazón, a lo que Nuestro Señor responde: “¡El Santo Padre! Ora mucho por el Santo Padre. Él la hará, pero será tarde. Sin embargo, el Corazón Inmaculado de María ha de salvar a Rusia. Le está confiada”. Aquí Nuestro Señor se refiere a la conversión de Rusia después del triunfo del Inmaculado Corazón de María, es decir, después de los padecimientos del castigo, como está dicho en el Mensaje de julio de 1917: “[Rusia] esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia; los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas; por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”. En otra ocasión, Nuestro Señor dijo a la hermana Lucía: “No quisieron atender a mi súplica. Como el rey de Francia se arrepentirán y la harán después. Pero será tarde. Rusia habrá extendido ya sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia; el Santo Padre tendrá mucho que sufrir”.*
En octubre de 1940, cuando sor Lucía escribe al Papa Pío XII proponiendo que su consagración del mundo se hiciera con una mención especial de Rusia, ya no afirma que la consagración puede evitar el castigo, sino simplemente que “abreviará los días de tribulación con que [Dios] ha determinado castigar a las naciones por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de persecuciones a la Iglesia y a Su Santidad”.
* Esta es una alusión a la promesa que Nuestro Señor hizo a Luis XIV a través de santa Margarita María Alacoque. Nuestro Señor prometió otorgar al rey una vida de gracia y la gloria eterna, así como la victoria sobre sus enemigos, si se consagrase al Sagrado Corazón, lo hiciese reinar en su palacio, lo pintase en sus estandartes y lo grabase en su escudo de armas. En 1792, cuando Luis XVI fue encarcelado en la Torre del Templo, esta solicitud aún no había sido atendida. Este rey hizo el voto de consagrarse a sí mismo, a su familia y su reino al Sagrado Corazón de Jesús si recuperaba su libertad, la corona y el poder regio. Era demasiado tarde: el rey solo salió de prisión para ser ejecutado.
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