Estimados amigos: La mítica figura de los Reyes Magos ha deslumbrado durante siglos la imaginación infantil. Estos legendarios personajes venidos de Oriente, montados en colosales dromedarios, guiados por una misteriosa y resplandeciente estrella, cargados de preciosas y simbólicas ofrendas, para adorar al Mesías prometido que vendría a redimir al género humano y abrir las puertas del Cielo, han conquistado los corazones de grandes y pequeños. Aunque su existencia esté plenamente confirmada en la narración bíblica de San Mateo, no falta quien la haya puesto en duda. Sin embargo, autores como san Beda el Venerable recogieron tempranamente narraciones orales a su respecto, las cuales quedaron indeleblemente grabadas en la piedad popular. Asimismo, de acuerdo con una tradición acogida por san Juan Crisóstomo, se conoce que los tres Reyes Magos fueron posteriormente bautizados por santo Tomás Apóstol y colaboraron con la expansión de la fe cristiana. Sus reliquias fueron descubiertas en Persia por la emperatriz santa Elena y llevadas sucesivamente a Constantinopla, Milán y Colonia; en cuya catedral son veneradas hasta el día de hoy en una magnífica urna de oro y piedras preciosas. Para tratar de este interesante tema, reproducimos algunos trechos del libro “Jesucristo según los Evangelios”, de la connotada pluma del padre Louis-Claude Fillion, profesor de Sagrada Escritura en el Instituto Católico de París y consultor principal de la Pontificia Comisión Bíblica durante el pontificado de san Pío X. Cinco siglos atrás, en tierras sudamericanas, los capitanes de Francisco Pizarro recorrían los arenales de la costa peruana en busca de un lugar propicio para fundar la capital de su gobernación. Fueron quizás reflexiones como estas, ante la proximidad de la fiesta de la Epifanía del Señor (6 de enero), las que motivaron al conquistador extremeño a bautizar a Lima como la Ciudad de los Reyes. En Jesús y María, El Director
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