«La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» Con estas imperecederas palabras, el Santo Padre Pío XII definió el dogma de la Asunción de la Santísima Virgen al Cielo en cuerpo y alma, solemnemente proclamado el día 1º de noviembre de 1950, por la Constitución dogmática Munificentissimus Deus. Quince años después, el recordado líder católico Plinio Corrêa de Oliveira, durante el curso de una conferencia realizada en la víspera de esta gran festividad mariana, así se manifestó:
El dogma de la Asunción de Nuestra Señora fue ardientemente deseado por las almas católicas del mundo entero, porque es una más de las afirmaciones a respecto de la Madre de Dios que la coloca completamente fuera de paralelo con cualquier otra mera criatura y justifica el culto de hiperdulía que la Iglesia le tributa. La Santísima Virgen tuvo una muerte suavísima, tan suave que es calificada por los autores, con una propiedad de lenguaje muy bonita, como la Dormición de la Bienaventurada Virgen María (Dormitio Beatae Mariae Virginis), indicando que tuvo una muerte tan suave, tan próxima de la resurrección que, a pesar de constituir una muerte verdadera, sin embargo se parece más a un simple sueño. Nuestra Señora, después de la muerte, resucitó como Nuestro Señor Jesucristo, fue llamada a la vida por Dios y subió a los Cielos en la presencia de los Apóstoles allí reunidos y de muchos fieles. Júbilo de la Iglesia triunfante (en el Cielo), Esta Asunción, representa para la Virgen Santísima, una verdadera glorificación a los ojos de toda la humanidad hasta el fin del mundo, así como un preludio de la glorificación que Ella recibiría en el Cielo. La Iglesia triunfante entera va a recibirla con todos los coros de ángeles; Nuestro Señor Jesucristo la acoge; San José asiste a la escena. En seguida, Ella es coronada por la Santísima Trinidad. Es la glorificación de la Virgen María a los ojos de toda la Iglesia triunfante y a los ojos de toda la Iglesia militante. Con certeza, ese día la Iglesia sufriente también recibió una efusión de gracias extraordinarias. Y no sería temerario pensar que casi todas las almas que estaban en el Purgatorio fueron entonces liberadas por la Santísima Virgen, de manera que hubo allí igualmente una enorme alegría. Así podemos imaginar cómo fue la gloria de nuestra Reina. Algo de eso se repetirá, creo yo, cuando fuese instaurado el Reino de María [el triunfo de su Inmaculado Corazón, que nos fue prometido en Fátima], cuando veremos al mundo todo transformado y la gloria de Nuestra Señora brille sobre la Tierra (São Paulo, 24/08/1965).
Una creencia firme y constante a lo largo de los siglos Pero no piense el lector que fue sólo a partir de la magna definición dogmática que esta devoción comenzó a irradiarse; muy por el contrario. Esta misma fe —recuerda Pío XII en el citado documento— la atestiguan claramente aquellos innumerables templos dedicados a Dios en honor de María Virgen asunta al Cielo y las sagradas imágenes en ellos expuestas a la veneración de los fieles, las cuales ponen ante los ojos de todos este singular triunfo de la bienaventurada Virgen. Además, ciudades, diócesis y regiones fueron puestas bajo el especial patrocinio de la Virgen asunta al Cielo; del mismo modo, con la aprobación de la Iglesia, surgieron institutos religiosos, que toman nombre de tal privilegio. No debe olvidarse que en el Rosario mariano, cuya recitación tan recomendada es por esta Sede Apostólica, se propone a la meditación piadosa un misterio que, como todos saben, trata de la Asunción de la beatísima Virgen. * * * A este extraordinario concierto de Fe de los pueblos, no fue extraño el Perú. En Ancash existe la provincia de Asunción, en Cajamarca el distrito del mismo nombre, la ciudad de Arequipa como la de Huánuco fueron fundadas el 15 de agosto y consagradas a la Asunción de María. También, muy famosa es la Santísima Virgen de Asunta, venerada en Chachapoyas. En verdad, a la Mamacha Asunta se le rinde culto en casi todo el país, pero especialmente en Apurímac, Ayacucho, Oyón, Huaraz, Piura y Puno, además de los lugares ya citados.
La Virgen de la Asunción de Tiobamba Fue célebre en otros tiempos el Santuario de la Virgen en Tiobamba, a dos kilómetros del pintoresco pueblo de Maras. Hasta ahí llegué en búsqueda de la historia de la que fuera Reina y Patrona de acaudalados viajeros y comerciantes que recorrían los pueblos del Valle Sagrado, en los siglos XVI y XVII. En agradecimiento por los favores recibidos, levantaron con limosnas un estupendo templo de piedra a campo travieso. Decorando sus muros con enormes lienzos, que mandaron pintar a los maestros más famosos de la época. Y encomendaron el tallado y dorado de sus altares, decorándolos con sendas imágenes policromadas. Pero si la construcción que data de hace 400 años ha podido ser rescatada recientemente de su ruina total, el interior permanece después de tanto abandono casi completamente vacío, porque hasta sus viejas bancas fueron robadas. Sólo queda el altar mayor, muy disminuido en esplendor, en cuya hornacina central se encuentra esta devota imagen de María Santísima. Única en su género, pues se trata de un mural del que sobresalen apenas el rostro y los brazos, y es vestida y engalanada para su fiesta, según una costumbre de varios siglos.
Dicen que, hacia fines del siglo XVI, una indiecita tullida que había llevado a sus animalitos a pastar, se encontró con otra niña de ojos relucientes y mirada bondadosa, con la que se puso a jugar, mientras los ángeles cuidaban del rebaño. Celoso el padre de la criatura por esta nueva compañía, que podía perjudicar el trabajo, acudió a escondidas al lugar, y al encontrarla pretendió cogerla. La niñita linda corrió y antes de ser alcanzada traspuso una tapia que dividía las propiedades. El hecho lo sorprendió. Más aún cuando el hombre comprobó que su hijita había sido curada. A raíz del hecho, todo aquel que acudía al lugar recibía algún favor y se obraban muchos milagros. Esta hermosa tradición que durante mucho tiempo debe de haber encantado a los corazones infantiles, al ser transmitida a sus hijos por padres y madres con fe vigorosa, hoy no sólo es desconocida, sino que ha sido reemplazada por historias de monstruos creados por el cine y la televisión, para borrar la inocencia de los niños.
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