En una impresionante manifestación de fe, medio millón de personas acompañaron por las calles a la Imagen de Nuestra Señora de Fátima, venida de la capilla de las apariciones para la consagración de la capital portuguesa José Carlos Sepúlveda da Fonseca Fátima continúa ocupando un papel central en el desarrollo de los grandes acontecimientos mundiales. Incluso puede afirmarse que ese papel es creciente en los espíritus, a pesar de que muchos hayan pronosticado —¡cuán equivocadamente!— que las apariciones y el mensaje de Nuestra Señora constituían un ciclo histórico concluido y, por lo tanto, consagrado al olvido paulatino. Las revelaciones y advertencias proféticas confiadas por la Madre de Dios a los tres pastorcitos, en el remoto año de 1917, acerca de los errores y de los factores de disgregación de la sociedad y de las naciones; la predicción de las probaciones que se abatirían sobre la Iglesia y los justos; los pedidos de enmienda y de reavivar el fervor religioso; el anuncio de los castigos que se sucederían en la eventualidad de que se rehusara atender tales pedidos; y, por fin, la promesa del triunfo del Inmaculado Corazón de María, marcaron de modo indeleble la historia del siglo XX. ¡Pero no sólo de él! Continúan marcando decisivamente este siglo nuestro. Fátima: llave de los acontecimientos modernos En el fondo de la mentalidad de una inmensa parte de nuestros contemporáneos, el mensaje de Fátima —a pesar de ser silenciado— fue haciendo su camino; y hoy, incluso entre personas que afirman no tener fe, son muchos los que perciben que la llave de los acontecimientos modernos se encuentra en las palabras de la Madre de Dios. Nuestra Señora de Fátima continúa llamando a la conversión y a la piedad, en el fondo de las almas. Y aquellos que, en número creciente, van manifestando desconcierto, extrañeza y oposición a los factores de caos y disgregación moral y material de la sociedad y –¡oh! dolor– hasta de la Santa Iglesia, buscan en Nuestra Señora de Fátima protección y refugio seguro para sus almas y procuran, a través de su mensaje, descifrar el enigmático y, a veces, disparatado curso de los acontecimientos.
La entusiasmante consagración de Lisboa a Nuestra Señora Recientemente, la Virgen quiso de nuevo manifestar, de manera incontestable, que Ella es la Reina de los corazones, la Reina de la historia humana. Y, una vez más, lo hizo en Portugal, país que escogió para revelar su mensaje. Lisboa asistió a una impresionante manifestación de fe y devoción en torno a la imagen de Nuestra Señora de Fátima, venida de la capilla de las apariciones. Tal imagen, que sólo excepcionalmente sale del Santuario de Fátima (hasta hoy lo hizo apenas nueve veces), estuvo en la capital portuguesa para la solemne consagración de la ciudad a la María Santísima, por ocasión de un Congreso Internacional para la Nueva Evangelización. Por las principales arterias del centro de Lisboa, al inicio de la fría y lluviosa noche del sábado 12 de noviembre, empuñando velas, entonando cánticos y rezando el rosario, una multitud de más de medio millón de personas, para sorpresa de muchos, acompañó a la imagen —que portaba la preciosa corona ofrecida por las mujeres de Portugal— durante la procesión de las velas que precedió la consagración a la Santísima Virgen. “Inédito, grandioso, elevado y regenerador” El impacto de tal manifestación y el ambiente de intensa piedad allí vivido trasparece en un artículo estampado en las páginas de uno de los principales diarios portugueses, del cual nos permitimos transcribir algunos trechos: “Son impresionantes, para un católico, pero igualmente para cualquier otro ciudadano de otra religión, o ateo, o simplemente desatento, las imágenes de fe que llevaron a cientos de miles de personas a acompañar la imagen de Nuestra Señora de Fátima por las calles de Lisboa. “No es vulgar, ni común, en país alguno, que una procesión, en una capital despoblada, al final de la tarde, con un tiempo poco agradable, reúna tantos fieles, hombres de la Iglesia, católicos serenos o apartados de las iglesias y de los rituales dominicales, para seguir con fe y evidente creencia la manifestación que dio lugar a la consagración de la ciudad a Nuestra Señora. Y las imágenes mostraron personas de todas las edades, jóvenes y ancianos, de clases distintas, de razas diferentes, pero todos unidos por la misma devoción. [...] “Fue inédito, grandioso, elevado y regenerador, particularmente en un momento del País y de los portugueses en que nada da esperanza, en que el futuro es una incógnita y en que las dificultades se acumulan. [...] “Nuestra Señora de Fátima esta vez descendió a la capital y produjo el milagro de juntar a más fieles de lo que, eventualmente, alguna vez se concentraron en Fátima. [...] Lisboa fue un santuario improvisado, repleto, mostrando que tiene una fe inconmovible en la Iglesia Católica Romana y en la Madre de Cristo. Cállense, por un momento, los que creían lo contrario, y que en su pesimismo agnóstico y militante intentaban reducir a la Iglesia a un bastión obsoleto y sin futuro” (Luis Delgado, A força de Fátima, “Diario de Noticias”, 14-11-05). * * * Resta apenas una indagación: ¿Por qué los peruanos no tuvieron la oportunidad de tomar conocimiento, a través de los medios de prensa, de esa trascendente manifestación de fe, cuando hoy cualquier banalidad ocurrida en un lejano lugar es prontamente noticiada?
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