Actualidad La cárcel de San Pedro y el triunfo de la Iglesia

Una reciente restauración arqueológica en Roma presenta revelaciones más allá de toda expectativa sobre San Pedro y la Antigüedad pagana


Marcelo Dufaur


La “cárcel Mamertina”, o “cárcel de San Pedro”, fue la “prisión de Estado” del imperio romano pagano. Allí fueron encarcelados reyes y grandes potentados derrotados por las legiones romanas, como Vercingetórix, jefe bárbaro de Galia (Francia); Yugurta, rey de Numidia; Poncio, rey de los Sannitas; y muchos otros.

Sin embargo, quedó famosa por haber sido encarcelados en ella en el reinado de Nerón los Apóstoles San Pedro y San Pablo. Sobre todo San Pedro operó allí milagros históricos, entre los cuales la impresión del su propio rostro en una pared de piedra. Cuando bajaba por la estrecha escalera, aún hoy utilizada, fue brutalmente empujado por los verdugos, chocando su cabeza contra el muro. La piedra se ablandó milagrosamente, y parte de su rostro quedó impreso en ella, pudiendo ser visto y venerado en ese lugar.

Rostro de San Pedro impreso en la roca


La prisión estaba cavada en una cantera de piedra volcánica conocida como tufo. La escalera que conducía a ella era una auténtica “bajada a los infiernos”, pues del piso inferior habitualmente nunca más se salía. Los prisioneros morían de frío, hambre y enfermedad; o si no, lanzados a un foso, eran destrozados. En aquel antro oscuro, reyes y jefes de Estado enemigos de Roma desaparecían, después de ser exhibidos como trofeos. “De esa manera eran abandonados a las potencias de los infiernos, tragados por la tierra y borrados de la existencia. No existen otros ejemplos comparables” — observa la Dra. Patricia Fortini, arqueóloga de la superintendencia para los bienes arqueológicos de Roma.

El ambiente es sofocante. El techo muy bajo comunica una sensación aterradora, reforzada por las rejas de hierro negro que aún perduran. En ese sótano sin ventanas, húmedo y fétido, San Pedro convirtió a los carceleros Proceso y Martiniano, posteriormente mártires, y a otros 47 prisioneros. No teniendo agua para bautizarlos, hizo brotar milagrosamente del suelo una fuente. El milagro más conocido del primer Papa, en esa legendaria prisión, fue su liberación por un ángel. Las cadenas que lo sujetaban son hoy veneradas como reliquias, en la iglesia próxima llamada San Pietro in Vincoli (San Pedro encadenado).

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Los arqueólogos retiraron diversos pisos modernos y renacentistas dejando visible el suelo de la época en que San Pedro estuvo en la prisión. Fueron revelados frescos de los siglos XII y XIV totalmente desconocidos. También fue posible descubrir la comunicación que unía la prisión al edificio del Senado, frente a la “cárcel de San Pedro”.

Cristo apoyando su mano izquierda sobre el hombro de San Pedro, mientras éste levanta la mano derecha para bendecir


No obstante, aún hay misterios que deben ser aclarados. Uno de ellos es la conexión entre la prisión y la siniestra Scalae Gemoniae —la escalera que, saliendo del Foro Romano, era recorrida por los condenados a muerte. Gemoniae proviene del verbo “gemir”. En aquella escalinata eran también expuestos los cadáveres de los condenados, que después eran lanzados al río Tíber.

El siniestro lugar se compone de dos pisos con forma vagamente circular, uno sobre el otro. El superior, o “cárcel Mamertina” propiamente dicha, fue cavado por el cuarto rey de Roma Anco Marcio (640-616 a.C.). El piso inferior, llamado Tullianum, habría sido construido por Servio Tulio, sexto rey de Roma (578-534 a.C.). Es donde se encuentra la fuente de San Pedro. Los trabajos arqueológicos confirmaron que se trata de un verdadero manantial, que no está conectado a ningún conducto. Según la Dra. Fortini, la “fuente está activa hasta hoy, y solamente con bombas se consigue impedir que inunde todo el ambiente”.

También en el piso inferior fueron exhumados restos de sacrificios paganos de los siglos VI al III a.C., probablemente ofrecidos por los prisioneros a sus falsos dioses, que no los sacaron de la desgracia. Permaneció usado como prisión hasta que, en el año 314, el Papa San Silvestre I (270-335) lo transformó en lugar de culto, con el título de San Pietro in Carcere. San Silvestre I fue el primer sucesor de San Pedro en ceñir la tiara, que también se volvió símbolo de la realeza de los Sumos Pontífices sobre la ciudad de Roma y de los Estados Pontificios, además de la realeza espiritual.

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Entre los frescos ahora descubiertos figura el de Cristo apoyando su mano izquierda sobre el hombro de San Pedro, mientras éste, con expresión sonriente, levanta la mano derecha para bendecir (foto del centro). La imagen del Príncipe de los Apóstoles, que sonríe triunfante frente a la brutalidad pagana, jamás había sido vista en otros lugares.

Ilustración de los diferentes pisos de la prisión


La pintura también revela la complacencia de Cristo, transmitiendo sus poderes a Pedro y sus sucesores. La barba de San Pedro es representada como espuma blanca, y sus vestimentas exhiben color ocre debido a una degradación del color azul original.

También se puede percibir nítidamente una corona, parte de un fresco representando la coronación de Nuestra Señora. Un gran manto rojo y otro pequeño recuerdan a la Madonna della Misericordia, lo que comprueba la existencia de esa devoción a la Santísima Virgen ya en la época medieval.

En otras escenas, a pesar de la acción corrosiva del tiempo, se pueden distinguir torres y murallas de la Roma medieval, inclusive de la plaza del Capitolio, probablemente pintadas entre los años 1100 y 1300.

El fragmento más antiguo, que data de los siglos VIII y IX, se encuentra en el Tullianum, representando la mano de Dios Padre sobre un rectángulo blanco. La mano que condujo a San Pedro y sus sucesores a la victoria sobre la Roma pagana es la misma que guía la marcha invicta de la Iglesia Católica contra todos sus adversarios hasta la consumación de los siglos.     



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Tesoros de la Fe N°109 enero 2011


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Nº 109 - Enero 2011 - Año X La Doctrina Católica condena la pornografía La cárcel de San Pedro y el triunfo de la Iglesia El barroco peruano La verdadera caridad San Raimundo de Peñafort ¿Cómo se desencadenará el castigo previsto en Fátima? “Jerusalén, Jerusalén…”



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