Santoral
San Raymundo de Peñafort, ConfesorDominico, Príncipe de los canonistas y gran confesor, fue igualmente célebre por sus milagros. Con San Pedro Nolasco fundó la Orden de la Merced, para la redención de los cautivos que eran aprisionados por los musulmanes. |
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Fecha Santoral Enero 7 | Nombre Raymundo |
Lugar + España |
Gran canonista y moralista
Predicó la cruzada contra los moros y compuso una Suma de casos de conciencia, que ejerció sobre el Derecho Canónico y la moral, una influencia duradera a través de los siglos Plinio María Solimeo Raimundo nació alrededor de 1176 en el castillo de Peñafort, cerca de Villafranca del Panadés, Cataluña, España. Sus padres, ricos y nobles, descendían de los antiguos condes de Barcelona. Estaban también emparentados con la casa real de Aragón. Hizo sus estudios en la escuela de la catedral de Barcelona, graduándose después en letras, con tal éxito que el obispo lo convidó a enseñar en ella retórica y lógica. Tenía entonces 20 años. Desapegado de cualquier interés humano, enseñaba gratuitamente, dando a todos el ejemplo de sus virtudes. En 1210 fue a estudiar Derecho civil y eclesiástico en la famosa universidad de Bolonia, en Italia. Hizo el viaje a pie, pidiendo limosnas por el camino. Al pasar por Briançon, en Francia, presenció un estupendo milagro obrado por Nuestra Señora de Delbeza. Un joven fue asaltado por ladrones, que le perforaron los ojos y le cortaron las manos. La Virgen le restituyó manos y ojos. La versión auténtica de ese hecho pasó a la Historia narrada por el propio San Raimundo. Doctor en Derecho canónico y civil Estudiando diligentemente, auxiliado por una buena inteligencia y feliz memoria, se doctoró con brillo en 1216. Fue entonces escogido, por aclamación, para enseñar en la propia universidad, donde los alumnos eran sobre todo nobles y letrados. Enseñó con éxito durante dos años, sin exigir ninguna remuneración. Sin embargo, el senado de la ciudad le concedió un sueldo anual, que utilizaba para auxiliar a los párrocos pobres y a los necesitados en general. Un nuevo hecho vino a cambiar totalmente el rumbo de su vida. En 1218 el obispo de Barcelona, Berenguer de Palou, con el deseo de obtener para su diócesis algunos frailes de la flamante orden de los dominicos, fue a Italia para encontrarse con Santo Domingo de Guzmán. Al pasar por Bolonia, oyó los mayores elogios de Raimundo, y quiso que fuera profesor del seminario que iba a fundar. Después de mucha insistencia —algunos autores dicen que el Papa intervino en el asunto— él aceptó. En Barcelona recibió una canonjía y fue elevado a la dignidad de arcediano de la catedral. Lleno de celo por la casa de Dios, aprovechaba todas las ocasiones para aumentar el decoro de la catedral y la majestad del culto divino. Las nuevas y mayores rentas le permitieron también socorrer con más liberalidad a los pobres, a quienes llamaba “mis acreedores”.
Devotísimo del misterio de la Anunciación, obtuvo del obispo y del capítulo de la catedral que se pasase a festejar con mayor solemnidad aquella fiesta. Dejó para ello parte de su renta. Deseoso de llevar una vida más recogida y penitente, pidió su admisión a los dominicos en 1222, apenas ocho meses después que Santo Domingo falleciera. Iba a cumplir los 47 años de edad, pero comenzó el noviciado con el fervor del más joven postulante. Cofundador de la Orden de Nuestra Señora de la Merced San Raimundo pidió a su superior que le imponga severa penitencia, a fin de expiar la vana complacencia que suponía tuvo cuando era catedrático en Bolonia. En vista de la gran capacidad y conocimiento que el novicio poseía del Derecho y de los cánones, el superior le mandó escribir una Suma de casos de conciencia para que, por medio de ella, se orientasen los confesores de la Orden. El Papa Clemente VIII afirmó que ese trabajo de San Raimundo era “tan útil a los penitentes cuanto necesario a los confesores”. Fue el primer escrito del género, habiendo alcanzado gran difusión. Según la tradición, en aquella época la Santísima Virgen se apareció en sueños, una misma noche, a San Raimundo, a su dirigido espiritual San Pedro Nolasco, y al rey Jaime I de Aragón, inspirándoles el deseo de fundar una orden religiosa y militar cuyos miembros se obligasen, por medio de un voto, a redimir a los cautivos en poder de los moros. Así surgió, el día 10 de agosto de 1223, la Orden de Nuestra Señora de las Mercedes para la Redención de los Cautivos. San Raimundo redactó el cuerpo de prescripciones y reglas para la nueva Orden, inspiradas en la regla de los dominicos. Más adelante, en febrero de 1235, fue él también quien obtuvo del Papa Gregorio IX la aprobación definitiva de la Orden. Predicador de una cruzada, confesor del Papa e inquisidor En 1229 el cardenal Juan Helgrin d’Abbeville, legado de la Santa Sede en España, fue encargado de una triple misión: predicar la cruzada contra los moros; declarar nulo el matrimonio de Jaime de Aragón con Leonor de Castilla, por razón de parentesco; y hacer la visita canónica de las iglesias, poniendo en vigor donde fuera necesario los decretos del concilio de Letrán. El cardenal se valió de San Raimundo de Peñafort, quien recorrió las ciudades de la región a fin de preparar al pueblo para recibir al legado. Predicaba la indulgencia de la cruzada, oía confesiones y disponía con prudencia los corazones, de manera que, al llegar el legado, encontrase los ánimos muy bien dispuestos para las nuevas medidas. Finalizada la misión, el cardenal d’Abbeville, al dar cuenta al Papa de su misión, resaltó la preciosa ayuda de San Raimundo, a quien cubrió de elogios. Gregorio IX encargó entonces al santo predicar en las provincias de Arlés y Narbona a favor de la expedición del rey Jaime de Aragón contra los moros.
Al año siguiente el Papa lo llamó a la corte pontificia, eligiéndolo como su confesor, capellán y penitenciario. En tal condición, el santo redactó un gran número de documentos para el Soberano Pontífice. Como confesor, imponía al Papa, como penitencia, despachar con misericordia y brevedad las causas de los pobres que acudían a la corte pontificia y no tenían protector. Tomó aún parte activa en la introducción de la Inquisición en Aragón y dio su parecer sobre el procedimiento que se debía seguir con relación a los herejes de la provincia de Tarragona. Al quedar vacante la sede de esa ciudad, Gregorio IX lo nombró su obispo. San Raimundo protestó tanto y llegó a enfermar tan gravemente, que el Papa revocó el nombramiento, por el temor de perderlo. Ordena la recolección de las Decretales El trabajo intelectual más importante que se le debe a San Raimundo de Peñafort en la corte pontificia fue el de ordenar y editar la nueva colección de las Decretales (los diversos decretos y decisiones pontificias regulando puntos de la disciplina eclesiástica y civil), destinada a sustituir todas las existentes, que estaban en profundo desorden y confusión. El santo trabajó durante cuatro años en esa tarea. Gregorio IX, mediante una bula del 5 de setiembre de 1234, envió la nueva colección a las universidades de París y Bolonia, con carácter oficial. En 1237, Gregorio IX le encargó de absolver al rey Jaime de Aragón de la excomunión en que había incurrido, debido al atentado cometido, a través de sus agentes, contra el obispo electo de Zaragoza. El santo ejerció las funciones de penitenciario hasta 1237 o comienzos de 1238. Habiendo entonces enfermado gravemente, los médicos le aconsejaron los aires de la patria. En el capítulo general de los dominicos realizado en Bolonia, a pesar de estar ausente, fue elegido por unanimidad para sustituir como general al beato Jordán de Sajonia, fallecido en un naufragio. Teniendo que aceptar el cargo por obediencia, promovió una nueva redacción de las constituciones de la Orden, que fueron aprobadas en 1239 en el capítulo general de París.
En 1240 dimitió del generalato debido a su edad y frágil salud, volviendo a su convento de Barcelona. Pero allí no permaneció inactivo. Promovió una campaña de apostolado con relación a los judíos y moros de España y del África, y trabajó con éxito para la represión de la herejía en España. Fue también por iniciativa suya que se abrió en Murcia una escuela de hebreo, para facilitar el ministerio apostólico con los judíos. La tradición conservó un hecho milagroso ocurrido con San Raimundo en aquella época. El rey Jaime I —que le tenía en gran consideración, y frecuentemente recurría a su ministerio y consejos— lo llevó consigo en un viaje a la isla de Mallorca. Llevó también ocultamente a una mujer con quien mantenía relaciones ilícitas. Al descubrir el hecho, pidió al rey que despidiera a la mujer, caso contrario, él se retiraría. El soberano prometió atenderlo, pero no cumplió la promesa. Para impedir que el santo abandonara la isla, ordenó a todos los puertos que no lo aceptasen a bordo. San Raimundo extendió entonces su manto sobre las aguas, y en ese improvisado navío atravesó el brazo del Mediterráneo hasta Barcelona. San Raimundo de Peñafort murió casi centenario el día 6 de enero de 1275, siendo canonizado por el Papa Clemente VIII en 1601. Obras consultadas.- A. Teetaert, Raymond de Penyafort, in Dictionnaire de Théologie Catholique, Letouzey et Ané, París, 1903, t. XIII, cols. 1806 y ss.
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