Plinio Corrêa de Oliveira
Según la doctrina de Santo Tomás de Aquino, el hecho de que una persona posea cualidades auténticas, y sea reconocida y honrada como tal por la sociedad, es un bien superior a la salud o a la riqueza, e inferior solamente a la gracia de Dios, que trasciende todos los bienes. (cf. IIa. IIae., q. 129, a. 1, c.; IIa. IIae., q. 129, a.3, c.). Así, privar a los mejores de honras a las que tienen derecho es flagrante injusticia, pues es infligir daño, y daño gravísimo, precisamente a los que merecen lo contrario. Además, la concesión de premios, de suyo, no envanece a los hombres verdaderamente virtuosos, sino que los incita al progreso en la virtud. Mientras que a los otros, no los deprime, sino más bien los invita a una loable imitación. Fue lo que enseñó San Pío X, en el Breve “Multum ad excitandos”, del 7 de febrero de 1905, relativo a la Orden Suprema de la Milicia de Nuestro Señor Jesucristo, esto es, la más alta condecoración honorífica de la Santa Sede y, por tanto, de toda la Cristiandad: “Las recompensas concedidas al mérito contribuyen poderosamente a suscitar en los corazones el deseo de practicar actos generosos, pues si revisten de gloria a los hombres que hicieron méritos singulares ante la Iglesia o la sociedad, sirven también de incentivo a todos los demás, para que sigan el mismo camino de gloria y honra. Según este sabio principio, los Pontífices Romanos, Nuestros Predecesores, han considerado con especial afecto a las Órdenes de Caballería, como otros tantos estímulos para el bien. Por iniciativa de ellos, muchas Órdenes han sido creadas, otras, instituidas anteriormente, fueron restauradas en su primitiva dignidad y dotadas de nuevos y mayores privilegios”. En este espíritu, la Santa Iglesia estableció diversas honras para estimular a los seglares. Así, también dispone de varios títulos honoríficos para premiar a los sacerdotes. Es característico en este sentido el título de Monseñor o el de Canónigo honorario. Y por otra parte, también tiene la Iglesia ceremonias propias para infligir la nota de infamia a quien la merece. Basta mencionar el terrible ritual de la degradación de sacerdotes o, en la Edad Media, la ceremonia análoga que se hacía con los caballeros que se habían hecho indignos. * * *
En nuestra primera ilustración, el diseño de la placa de la Orden de Cristo, en clase única. Su forma, su color, el hecho de deber ser usada ostensivamente en el pecho, todo, en fin, marca la intención de la Iglesia de dejar patente a los ojos de quien la contempla los méritos del portador. En la segunda, reproducimos un grabado en madera, de 1565, en el que un caballero está siendo degradado. La Caballería era un sacramental. La degradación del caballero se hacía, si no con la intervención de la Iglesia, sí con su plena aprobación. Aquí vemos, cómo el caballero que perdió su grado por algún crimen infamante está montado, por escarnio, en algo así como un caballo de palo, que es un poste de la cerca. A un lado, cogido por un paje, está su corcel, del cual ha sido obligado a bajar. La ceremonia va avanzada. Ya lo han despojado del yelmo y de los guantes, lanzados por tierra. Dos caballeros con traje de ceremonia le están quitando ahora los brazaletes, y así, pieza por pieza, le quitarán toda la armadura. Aglomerado en el lugar de la ejecución, y desde lo alto de las ventanas, el público asiste horrorizado y edificado a la ceremonia. * * * ¿Reminiscencias de otros tiempos? No. Esta ceremonia, aunque bastante descolorida, subsiste en todos los ejércitos modernos, bajo la forma de degradación militar. Y hasta hace poco, la Iglesia aplicaba con cierta frecuencia penas de infamia, con gran ventaja para la defensa de la moralidad pública, así como otorgaba —y sigue haciéndolo— honras a seglares y eclesiásticos beneméritos.
|
Consejos de la VirgenConfiados a Don Bosco para formar a la juventud |
Mittenwald Producción artesanal o artística, y ambiente En este cuadro, que es el de la aldea de Mittenwald, en Baviera, se ejerce una actividad artesanal que exige todo un ambiente de armonía, y a su vez es una fuente de armonía: los habitantes producen violines famosos en el mundo entero.... | |
La flor del guayacán No sé, si acaso hubiese guayacanes en Palestina, ¿no habría Nuestro Señor utilizado como argumento la flor del guayacán en vez de hablar del lirio del campo?, pues aquella es de un color amarillo-dorado impactante... | |
La ciudad medieval y la ciudad moderna La ciudad moderna es de contornos imprecisos, irregulares, es como un tumor que se va extendiendo de aquí para allá, de tal manera que en una cierta dirección ella creció mucho, y en otra existen aún parques que llegan casi hasta su centro... | |
Cuando los hombres y las cosas del comercio vivían en la placidez La superexcitación de los ambientes corresponde a la de los hombres, como el efecto a su causa. Todos conocemos ese tipo de businessman que mastica chicle, quizá se muerde las uñas, golpea con los pies en el suelo, es hipertenso, cardíaco, neurótico... | |
La Catedral de San Marcos “¡Esto es Iglesia Católica! ¡Oh Iglesia Católica!” Es de noche en Venecia. En la Plaza de San Marcos la ola de turistas está ausente, las palomas están durmiendo, la catedral se presenta en su majestuosa soledad, espléndidamente iluminada, dejando percibir el blanco reluciente del mármol,... |
Promovido por la Asociación Santo Tomás de Aquino