¿Dónde se encuentra el precioso velo con el cual la Verónica enjugó el divino rostro de Nuestro Señor Jesucristo durante la Vía Dolorosa? ¿Qué dicen los científicos? – Sorprendentes revelaciones Luis Dufaur Una consulta que me formularon al respecto, despertó en mí una antigua curiosidad: ¿dónde está el Velo de la Verónica? ¿Se habrá salvado de las tempestades de la historia? Si está en algún lugar, ¿por qué no se habla de él? Una reliquia preciosísima, como ésa, apenas superada en valor por el Santo Sudario de Turín, no puede ser olvidada; ¡se debería hablar mucho más de ella! No obstante, sondeando entre mis recuerdos, recordé haber oído hablar de que había “varios” Velos de la Verónica, ciertamente en virtud de alguna confusión histórica no debidamente aclarada. A propósito, otras valiosísimas reliquias de la Cristiandad se encuentran en una situación semejante. Tan solo escrupulosos estudios históricos, científicos y religiosos podrían aclarar tales situaciones. Fue el caso, por ejemplo, durante muchos y muchos años, del Santo Sudario. Del lado de la fe, todo indicaba que era el mismo. Sin embargo, como pasó por tantas peripecias históricas, se podía proyectar a su respecto cierta sombra de inseguridad. Esto ocurría hasta el día en que científicos, de las más variadas procedencias, se volcaron sobre el precioso tejido y produjeron tal cantidad de confirmaciones de su autenticidad, que ya no es posible dudar de él. ¿Habría sucedido algo semejante con el Velo de la Verónica? Fue entonces que, buscando en internet una respuesta a esta pregunta, me deparé con muchas sorpresas. Y, finalmente, con un tesoro de datos que excedieron ampliamente mis expectativas. Este artículo es apenas un resultado de esa búsqueda, la cual aún podrá ser objeto de muchas ampliaciones. Amigo lector: prepárese usted también para sorprendentes revelaciones, colmadas de maravillas.
¿Quién fue la Verónica? La primera sorpresa tiene que ver con Santa Verónica. Verónica no es un nombre hebreo, sino griego (Berenice, que significa “portadora de la victoria”) o romano (derivado de Berenice o de la expresión “Vera icon”, verdadera imagen). Respetables tradiciones la incluyen en el número de las Santas Mujeres y cuentan que ella misma llevó el famoso velo a Europa. No obstante, en Francia y en Italia, tales narraciones orales divergen mucho entre sí. En los cuatro Evangelios no hay ninguna referencia a la historia de Santa Verónica y a su velo. Para algunos exegetas, ella fue la mujer curada por Nuestro Señor de una hemorragia. La milagrosa curación es narrada en los Evangelios de San Mateo (9, 20-22) y de San Lucas (8, 43-48), sin mencionar nombre alguno. El nombre Verónica aparece por primera vez en los Hechos de Pilatos, obra apócrifa del siglo IV d.C. La historia de Santa Verónica y de su milagroso velo entró en los anales eclesiásticos mucho después, durante la Edad Media. Pero la Iglesia siempre la aceptó pacíficamente, como tantos otros hechos de los primeros tiempos del cristianismo, a tal punto que el episodio en que Verónica enjuga la divina faz constituye la sexta estación del Via Crucis. De acuerdo con la Enciclopedia Católica, el Velo de la Verónica era considerado en los tiempos medievales como la imagen verdadera de Jesús, más venerada aún que el Sudario de Turín. Estaba siempre expuesto en la Basílica medieval de San Pedro, era objeto de enorme veneración y servía de modelo a numerosas copias pintadas bajo la supervisión de los Papas. No obstante, en el Renacimiento, con el enfriamiento general de la devoción, ese precioso tejido cayó en un inmerecido olvido. En el siglo XIX, nace la devoción a la Santa Faz Santa Verónica fue mencionada en las visiones de la religiosa carmelita María de San Pedro (1816-1848), que vivió en Tours, Francia, e inició la devoción de la Santa Faz de Jesús. En 1844, la hermana María relató haber visto a Santa Verónica limpiando con su velo los esputos y el polvo de la faz de Jesús en el camino al Calvario. Ella afirmó que los actos sacrílegos y blasfemos de hoy agregan esputos y polvo en el rostro de Jesús, que le habría pedido la devoción a su Faz Sagrada como una reparación comparable al acto de Verónica. El hecho es que la devoción a la Santa Faz de Jesús fue aprobada por el Papa León XIII en 1885, y Santa Verónica conmemorada el martes antes del Miércoles de Ceniza, el mismo día en que se conmemora la Santa Faz. Lex orandi, lex credendi, dice el antiguo aforismo eclesiástico, indicando que en las oraciones propuestas o recomendadas por la Iglesia se debe creer como en una ley. Sin embargo, poco o nada de cierto se sabe de la mujer que enjugó el divino rostro del Salvador. Diferentes “Velos de la Verónica” Existen en diversos santuarios y museos de Europa velos que reclaman el honor de haber recibido la impresión del rostro de Nuestro Señor durante la Vía del Calvario. No trataremos aquí de ellos, ciñéndonos a aquel que, aparte de haber recibido autorizadas aprobaciones eclesiásticas, fue objeto de severos exámenes científicos que sugieren vigorosamente su autenticidad. Se trata del llamado Volto Santo de Manoppello, o Rostro Santo, que es venerado en la ciudad de Manoppello, en los Abruzos, en la península itálica, a 200 kilómetros de Roma. Este velo es visitado anualmente por cerca de un millón de peregrinos. El anterior Papa, Benedicto XVI, fue a venerarlo el año 2006. Objeto de exigentes estudios de científicos de diferentes nacionalidades y especialidades, los resultados de sus análisis fueron reunidos y publicados por el padre Heinrich Pfeiffer S.J. Además de profesor de Historia del Arte en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, donde también fue director del Curso Superior para los Bienes Culturales de la Iglesia, el padre Pfeiffer es también miembro de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia.
La religiosa trapense sor Blandina Pascalis Schlömer, de la abadía de María Frieden, en Alemania, tuvo igualmente gran participación en la obra de recopilación de los estudios y análisis sobre el Volto Santo de Manoppello. Ambos religiosos son reconocidos por altas autoridades eclesiásticas italianas y del gobierno peninsular como los mayores entendidos en el asunto. La reliquia de la Santa Faz o Volto Santo es custodiada desde 1638 por los religiosos capuchinos en un Santuario que le ha sido especialmente dedicado. Ya podemos imaginar a algún incrédulo o protestante empezar a vituperar contra las aparentes lagunas históricas de este milagroso velo. Pero lo que a continuación les contaré es suficiente para conmover a cualquier persona con sentido común, buena fe o con un mínimo de respeto. La continua mutación de la Santa Faz de Manoppello La Santa Faz está expuesta en un marco de metales preciosos con vidrios protectores en un rico altar de mármol. La primera cosa que llama la atención es el Rostro, casi trasparente y como que impreso en los dos lados de un delicado paño. En ese Rostro se pueden observar sorprendentes cambios de expresión. Ocurre que, al prestar atención —explica el padre Heinrich Pfeiffer S.J.—, se tiene la impresión de “que una persona viva se encuentra por detrás de ese tejido y que nos mira a través de ese paño sutilísimo, una persona con cabellos de un esplendor maravilloso, […] que bajan formando dos rizos sueltos sobre los hombros. Lo que más habla en esta Faz son los ojos con un blanco muy intenso. La mirada es gentil. Hay como una sonrisa en la expresión” (cf. Heinrich Pfeiffer S.J., Il Volto Santo di Manoppello, Carsa, Pescara 2000, p. 28). Más aún, “existe algo de inexplicable y totalmente inusitado. Por ejemplo, el paño parece muy antiguo, con la superficie oxidada, pero de un momento a otro aparece como un tejido finísimo y delicadísimo, totalmente trasparente, hasta esplendoroso. De esa manera, la faz humana que se percibe sobre el paño aparece a veces con un color intensísimo y una forma delineada, con mucha precisión en el dibujo de los cabellos y en los otros detalles; otras veces se encuentra uno frente a una imagen que aparece compactamente de una tonalidad ocre con trazos verdosos, y aún a veces uno se queda sorprendido viendo un tejido blanco que parece casi un voile, de tal manera es leve” (id.). Y aún, “si se pusiera el velo a contraluz, ésta atraviesa directamente el tejido, como si los hilos de la trama hubiesen sido transformados y absorbidos por la luz” (p. 29). Cómo llegó a Manoppello El padre Pfeiffer S.J. defiende que el Velo de la Verónica llegó a Constantinopla el año 574, proveniente de Cesarea, y después de relatar diferentes episodios históricos, concluye que el mismo fue enviado secretamente a Roma. De hecho, varios documentos atestiguan que el velo estaba en Roma al menos desde el siglo XII. El Papa Inocencio III incentivó considerablemente su culto, instituyó una procesión anual y concedió indulgencias a sus devotos. No obstante, por ocasión de la demolición de la referida basílica medieval para dar lugar a la actual renacentista, durante el pontificado del Papa Paulo V (1605-1621), todo indica que el precioso velo fue robado y vendido ilegalmente, habiendo sido adquirido por un ciudadano de Manoppello. A su vez, en su libro Sack of Rome, André Chastel lanza una hipótesis diferente: que el velo habría sido robado por mercenarios luteranos al servicio del emperador Carlos V durante el luctuoso saqueo de Roma y vendido en alguna taberna de la ciudad. El Prof. Saverio Gaeta es de la misma opinión. La posición de ambos fue mencionada por el Prof. Roberto Falcinelli durante el Simposio sobre el Volto Santo realizado del 4 al 6 de mayo de 2010, en Frascati. Las reproducciones Durante muchos años el Vaticano hizo copias del Velo de la Verónica, las cuales fueron enviadas a iglesias o a príncipes católicos. Es por ello que en iglesias y museos de diversas ciudades europeas se encuentran algunas reproducciones supuestamente auténticas del sagrado velo. En 1616, el Papa Paulo V prohibió la confección de nuevas copias. Y el Papa Urbano VIII (1623-1644) renovó la prohibición añadiéndole la pena de excomunión, además de ordenar la destrucción de todas las copias entonces existentes.
En 1618, el archivista del Vaticano Giaccomo Grimaldi constató que el cristal del relicario del Velo de la Verónica había sido violado y quebrado. El padre Pfeiffer S.J. ve en las decisiones papales la señal de que en aquella época el velo no estaba más en el Vaticano. Y añade que en el relicario de Manoppello fue encontrado un fragmento de cristal del antiguo relicario. Lo cierto es que, de acuerdo con el “Relato histórico” redactado entre 1640 y 1646 por el padre capuchino Donato da Bomba, el velo fue donado a la iglesia por el Dr. Donato Antonio de Fabritiis, según consta en un acta notarial de 1646. El mismo científico jesuita anduvo tras el rastro de las copias diseminadas por Europa antes de la prohibición, habiendo descubierto en ellas muchos detalles —color de los cabellos, manchas de sangre, conformación del rostro, barba y hasta en los dobleces del paño— que indican que proceden de un modelo único. Y concluye que ese modelo único es el Velo de Manoppello. El padre Pfeiffer explicó: “Cuando los diferentes detalles se encuentran reunidos en una sola imagen, esta última debe haber sido el modelo de todas las demás. Todas las demás pinturas imitan un solo modelo: la Verónica de Roma. Por este motivo, podemos concluir que el Velo de Manoppello no es más que el original de la Verónica de Roma”. Bajo rayos ultravioletas y análisis digitales El profesor Donato Vittori, de la Universidad de Bari, efectuó un examen del Volto Santo en 1997 valiéndose de rayos ultravioletas. Llegó a la conclusión de que los hilos del velo no poseen ningún tipo de color, hecho que concuerda con las observaciones del microscopio. Estos resultados indican que la reliquia es “akeropita”, o sea, que no fue hecha por obra humana. Exigentes estudios fotográficos con técnicas de maximización digital constataron que la imagen es idéntica en ambos lados. Por su parte, el profesor Giulio Fanti, de la Universidad de Padua, estudió el velo el 2001 y juzgó que “en el microscopio óptico aparecen sustancias colorantes en varios trazos anatómicos”. No obstante, la presencia de esos elementos es tan débil que no permite negar que la imagen sea “akeropita”. Saverio Gaeta, autor de un libro sobre el Volto Santo, cree que los “residuos de pigmentos” encontrados en pequeñas áreas de las pupilas podrían tratarse de algún “retoque realizado en la Edad Media para reforzar la intensidad de la mirada”. Concordancias entre el Velo de Manoppello y el Santo Sudario El sacerdote Enrico Sammarco y la religiosa trapense sor Blandina Paschalis Schlömer —la especialista en el Velo de la Verónica citada anteriormente— compararon las dimensiones antropomórficas del Velo de Manoppello con las del Santo Sudario de Turín. ¡Y constataron que son las mismas! Aún más, según esos estudiosos, las dos imágenes pueden ser sobrepuestas. La gran diferencia es que en el Velo de Manoppello la boca y los ojos están abiertos, mientras en el Santo Sudario no. Se diría a primera vista que los dos Rostros se excluyen mutuamente: mientras el Santo Sudario presenta una imagen con trazos esfumados, el Volto Santo muestra una nitidez casi fotográfica. Difusos en el primero, los colores son fuertes en el segundo. Por un lado tenemos el rostro majestuoso y solemne de Nuestro Señor muerto, y del otro un rostro humano cuya belleza aflora después de una paciente contemplación. No obstante, superponiéndose el negativo del Santo Sudario a la parte anterior del Velo de Manoppello se definen diez puntos de congruencia que permiten hacer la superposición, como explicó la especialista trapense en la Conferencia Internacional realizada en el Centro de Investigación del ENEA. 40 científicos estudian el velo en Conferencia Internacional La Agencia Nacional Italiana para la Energía y las Nuevas Tecnologías (ENEA), reunió a 40 científicos y profesores de diferentes especialidades y países —Estados Unidos, Francia, Austria, Canadá, Dinamarca, Alemania, México, Israel, Polonia, España e Italia— para estudiar los aspectos químicos, físicos, mecánicos y médicos de las más famosas imágenes “akeropitas” (no hechas por manos humanas), a saber, el Santo Sudario de Turín, el manto o “tilma” de Guadalupe y el Velo de Manoppello. Esta Conferencia Internacional se realizó en el Centro de Investigaciones del ENEA en Frascati, del 4 al 6 de mayo del 2010. El extraordinario interés demostrado por los científicos en los últimos años implica un reconocimiento implícito del valor científico de los estudios ahora realizados sobre el Velo de la Verónica por un selecto número de investigadores. Zbigniew Treppa y Karolyna Aszyk, analistas de imagen de la Universidad de Gdansk, Polonia, presentaron sus estudios sobre los sorprendentes cambios de expresión de la imagen. Ellos remarcaron que los mayores movimientos se detectan en la boca, particularmente con relación a los dientes. Y presentaron sus descubrimientos en el libro Fotografia z Manoppello, publicado en Polonia. Jan S. Jaworski, profesor de química en la Universidad de Varsovia, documentó la tesis de que el Volto Santo fue hecho de biso marítimo. El Pinna nobilis, molusco semejante al mejillón y casi endémico en el Mediterráneo, forma delicados hilos como seda, pero fortísimos para adherirse a las piedras. Estos hilos pueden ser secados y trabajados. El paño resultante es de altísima calidad. Además de refinadísimo y carísimo, presenta una extraordinaria transparencia y un brillo nacarado o tornasolado, muy apreciado en la Antigüedad. Pero posee una peculiaridad muy importante para el caso del velo: es imposible que sea pintado. Chiara Vigo, una de las contadas especialistas en este antiguo arte textil que aún perdura en la región mediterránea, fue la primera en identificar en el 2004 el biso marítimo como la materia prima del paño, porque ella nació en la isla de Sant’Antioco, en Cerdeña, donde se trabaja con ese hilo. Por fin, en una sesión de posters, sor Blandina Paschalis Schlömer y el profesor Andreas Resch presentaron un conjunto fotográfico mostrando que el Velo de Manoppello y el rostro del Santo Sudario de Turín pueden ser sobrepuestos. Periodista alemán realiza su propia investigación El periodista Paul Badde, corresponsal en Roma del cotidiano alemán Die Welt, estudió durante varios meses el “secreto de Manoppello” y publicó sus conclusiones en el libro El otro Sudario (en francés L’autre suaire, Editions de l’Emmanuel - Editions du Jubilé; y en inglés The Face of God: A Rediscovery of The True Face of Jesús on The Holy Face of Manoppello, Ignatius Press, San Francisco, 2010, 350 pp.). Paul Badde explicó a la agencia Zenit que se trata de “un velo hecho de un lino extremadamente fino, fabricado con byssus en el que aparece el rostro de Cristo. “Sin embargo, es técnicamente imposible pintar este tipo de tejido, realizado a partir de filamentos de Pinna nobilis. No se encuentra ningún otro pigmento de pintura en el velo. La aparición del rostro en el velo sigue siendo un misterio que destaca lo inexplicable”. Badde destaca en este velo “la majestad del rostro de Cristo”. “Se trata —dice— del ícono por excelencia de Cristo, la antigua Vera Ikon, el tesoro más precioso de la cristiandad, considerado desaparecido durante siglos y ahora redescubierto”. Y añadió: “Es fácil demostrar que se trata del velo llamado de la Verónica, que fue durante mucho tiempo venerado y mostrado en San Pedro, en Roma”. Como prueba de su afirmación, señaló “las muy numerosas mujeres de esa época que aportaron un testimonio convincente”. “El velo representa la misma cara [del Santo Sudario], la de Jesús de Nazaret. Pero la Sábana Santa lo representa muerto, mientras que el velo lo representa vivo, ¡con las mismas heridas en el rostro!”.
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El Velo de la Verónica¡Quién tuvo en sus manos tejido más augusto! |
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