Página Mariana Marija Bistrica

Patrona de Croacia y protectora de los que resisten


¿Qué hacer frente a un enemigo anticatólico tan fuerte, contra el cual, humanamente hablando, es imposible resistir? ¿Pactar? ¿Llegar a un "acuerdo"? ¿Rendirse? ¿O debemos pedir el auxilio de la Santísima Virgen para enfrentarlo con fortaleza, dispuestos a todo para no perder nuestra fe? La historia que presentamos a continuación, de Nuestra Señora de Bistrica, en Croacia, comprueba cómo esta última opción es la única verdadera.


Valdis Grinsteins

POCOS PAÍSES CATÓLICOS poseen una historia de luchas y de fidelidad a la Santa Iglesia Católica como Croacia. Situada en el Este de Europa, vio a los pueblos vecinos apostatar y apartarse de la verdadera Iglesia. El pueblo croata, sin embargo, permanece fiel. Los serbios, sus vecinos, se adhirieron, en primer lugar, al cisma de los griegos. Ese cisma devoró a varias naciones, pero al llegar a Croacia se detuvo. Después fue la herejía de los bogomilos, en el siglo XIII, que contaminó a diversas regiones del Este europeo. Pero en la frontera croata se le cerró el paso. Surgió después un peligro mucho mayor: el islamismo de los turcos, quienes venían con una fuerza avasalladora. Los pueblos vecinos de Croacia se rindieron.

Baluarte de la Cristiandad

Los croatas, sin embargo, inferiores en número aunque superiores en la fe, decidieron resistir. Clamaron a Nuestra Señora, pidieron su auxilio maternal y… resistieron contra toda esperanza por mucho tiempo. Su territorio era invadido y poco después los invasores eran expulsados. Tal resistencia evitó que los turcos entraran a Italia, Austria y Alemania. Croacia fue un dique que defendió a toda Europa. Por ello, el Papa León X le concedió, en el siglo XVI, el título de "Antemurale Christianitatis", o sea, Baluarte de la Cristiandad.

No pararon ahí los inestimables servicios que los católicos croatas prestaron a la Iglesia y a la Civilización Cristiana. Cuando el protestantismo pervirtió una parte considerable de Europa, contaminando algunas poblaciones del reino de Hungría, al cual pertenecían los croatas, éstos no se adhirieron a la nueva herejía. Y, una vez más, la herejía se estancó en sus fronteras.

Posteriormente, fueron tropas croatas las que sofocaron varias revoluciones liberales y anticatólicas que sacudieron Europa en el siglo antepasado.

Aún en nuestro siglo, los croatas lograron permanecer fieles a su fe, cuando el comunismo subyugó a toda Europa Oriental y muchos de ellos sufrieron el martirio o terribles persecuciones, como el heroico cardenal Aloysius Stepinac (1898-1960), beatificado en 1998. Y en la reciente Guerra de los Balcanes que estalló en el territorio de la antigua Yugoslavia, los croatas demostraron nuevamente sus cualidades guerreras en la defensa de sus santuarios, varios de ellos ferozmente bombardeados por las fuerzas del régimen comunista de Belgrado.

Marija Bistrica: símbolo de una lucha heroica

Fue en medio de uno de aquellos memorables combates en defensa de la fe que comenzó la historia del Santuario considerado hoy el símbolo de la nación croata.

Cuando, en 1545, los musulmanes se aproximaron a una capilla en la llamada Colina del Vino (Vinski Vrh), el pueblo se refugió en la ciudad próxima de Bistrica, llevando consigo a una pequeña imagen que representa a Nuestra Señora vestida como dama noble de la región, con el Niño Jesús en los brazos. El párroco, temiendo la invasión de los turcos, tomó la imagen y la escondió en un nicho cavado en el muro de la iglesia, y tapiado de inmedito. Los turcos dominaron la ciudad, el sacerdote huyó y murió sin haber revelado a nadie dónde había escondido la imagen. La lucha continuó por algunos años, hasta que los católicos reconquistaron la ciudad. En 1588, el nuevo párroco quedó extrañado al ver una luz que salía de uno de los muros de la iglesia. Con la ayuda de los feligreses, perforó la pared, encontrando a la imagen de la Santísima Virgen. La noticia del milagroso hecho se difundió rápidamente por la región y así comenzaron las peregrinaciones.

Nuevamente escondida y reaparecida

Pero, con el correr de aquellas incesantes guerras, una vez más los musulmanes invadieron la ciudad. De nuevo, en 1640, el párroco escondió a la Virgen detrás de la pared del altar mayor de la iglesia y escapó. En medio del estrépito de las armas, la devoción a la imagen disminuyó. Años después ya nadie se acordaba de ella.

En esta ocasión, la victoria de los turcos parecía segura. En 1683, ya habían llegado hasta la capital de Austria, Viena. Todo indicaba entonces que el Baluarte de la Cristiandad sería destruido. Sin embargo, los turcos fueron derrotados en Viena por los tropas del rey de Polonia, Jan Sobieski, e iniciaron una retirada que permitió a Croacia mantenerse firme como frontera entre los católicos y los infieles.

¿Permanecería oculta la imagen de la Virgen, que tanto había ayudado a mantener viva la fe en medio de la confusión provocada por la guerra?

Un nuevo milagro, no obstante, permitió que ella fuese encontrada. Un domingo de setiembre, después del sermón, los fieles que oían la misa subían al púlpito para rezar a fin de obtener ciertas gracias. Entre ellos, apareció una señora vestida de azul, con una vela encendida en las manos. Ella pidió: "Rezad con todo el pueblo para que yo pueda volver a ver". El pedido no dejaba de ser extraño, una vez que la mujer había subido y bajado del púlpito sin ayuda.

Después de misa, el párroco fue a visitar a un colega y se encontró en el camino con la dama que hizo aquel pedido. Quiso preguntarle el motivo, pero ella desapareció repentinamente. Llegó entonces a la conclusión de que se trataba de la Virgen Santísima. Solicitó ayuda al obispo, el cual se acordó que, siendo niño, había realizado una peregrinación descalzo hasta la imagen milagrosa de Bistrica. El sacerdote pensó entonces que podría tratarse de aquella imagen. Estimulado por su prelado, después de una minuciosa búsqueda, se terminó por derrumbar la pared del altar mayor, reapareciendo así la aludida imagen, que de esta forma volvió a ver a su pueblo.

Tal acontecimiento despertó el fervor de los fieles, pues significaba que Nuestra Señora no había querido ver a los invasores; pero habiendo vuelto los católicos, Ella quería verlos. Comenzó entonces nuevamente la veneración a la imagen de Bistrica.

En 98 años: 1109 milagros

Para recompensar la fidelidad en la lucha por la fe contra los mahometanos, uno de los primeros milagros que la Santísima Virgen operó fue el de liberar a siete prisioneros católicos que se encontraban en una fortaleza turca. Ella se les apareció en sueños y les dijo: "No temáis, hijos míos, pero tened confianza, porque yo recuperé la visión en Bistrica, donde permanecí sin ver por más de 40 años. Haced una promesa de peregrinar hasta allá y seréis libres". Obviamente, al despertar, los prisioneros hicieron la promesa pedida. Inmediatamente, sus cadenas cayeron, la puerta de la prisión se abrió y ellos pudieron salir. Peregrinaron entonces hasta la referida iglesia para agradecer a la Madre de Dios por su liberación.

Comenzaron entonces a multiplicarse los milagros operados por Nuestra Señora, a tal punto, que sólo entre 1688 y 1786 (98 años), fueron anotados 1109 prodigios en el Libro de los Milagros. Esa cantidad de milagros reforzó la fe del pueblo, de tal modo que nunca pudieron los musulmanes, enemigos de la fe, conquistar Croacia.

En 1715, el gobierno mandó erigir el altar mayor del templo religioso, que de esta forma pasó a ser considerado el Santuario símbolo de la nación.

A partir de esa época, los cristianos tomaron la iniciativa del ataque contra los musulmanes, siendo estos finalmente expulsados de la región, después de casi 400 años de reiterados intentos de apoderarse de este valeroso baluarte católico. Este pequeño país singularmente protegido por María Santísima permaneció de pie e invicto‚ mientras que otras naciones mucho mayores sucumbieron al yugo musulmán.

Santuario Basílica de Nuestra Señora de Bistrica, en Croacia

La historia de esta imagen constituye un símbolo para los católicos de nuestros días en todo el mundo. La Santísima Virgen podrá permanecer oculta a nuestra mirada, debido a las persecuciones. Pero si confiamos y resistimos, ¡Ella misma operará los prodigios necesarios para reaparecer a nuestros ojos! Y si por cualquier motivo tuviésemos la infelicidad de olvidarnos de ella, la Virgen fiel jamás se olvidará de nosotros, y deseará vernos nuevamente. ¡Es indispensable mantener en el alma esta esperanza!      

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Tesoros de la Fe N°155 noviembre 2014


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