El llamado metaverso es el siguiente paso de la ciberrevolución. Una potente plataforma informática que va más allá de todo lo visto hasta hoy. John Horvat La propaganda lo anuncia como la próxima generación de Internet, que proporcionará intensas experiencias y abrirá nuevos mercados. Algunos temen que este metaverso empeore la actual adicción a las redes sociales. Otros lo ven como una distracción mucho más dañina, especialmente entre los jóvenes. Sin embargo, nadie piensa en las implicancias morales del proyecto. El metaverso causará daños espirituales. Trágicamente, la gente no ve razón para involucrar a Dios y a la moral en una invención tecnológica aparentemente fuera del ámbito privado de la religión. Y lo peor de todo es que el clero no da señales de reconocer el problema. Ni siquiera está en su radar. No obstante, el problema existe. El metaverso es un ataque metafísico a la visión católica del mundo. Contraría la naturaleza de un universo creado por Dios. Hará posibles actos inmorales que ofenderán gravemente a Dios. Un proceso de imaginación y destrucción El metaverso debe entenderse como parte del esfuerzo continuo de la modernidad por poner a la humanidad, y no a Dios, en el centro de todas las cosas. De hecho, la modernidad tiene una obsesión por imaginar nuevos mundos sin Dios. La Ilustración introdujo formas de llevar la realidad al límite mediante el desarrollo de nuevas tecnologías, filosofías y estilos de vida. La modernidad vino junto con la glorificación del individuo. La sociedad se convirtió en una colección de personas, la “pila de individuos” de Hobbes, cada uno de ellos guiado por su propio interés y mantenido en orden por un fuerte imperio de la ley, según leemos en su obra Leviatán. Así, el individualismo moderno tendió a destruir las estructuras externas al individuo —la tradición, la costumbre o la comunidad— que obstaculizaban el interés propio. Destruyó muchos mecanismos morales que facilitaban la práctica de la virtud en común. Creó un orden de ritmo acelerado en que el hombre se convirtió en centro de todo, y la religión quedó relegada a un mero asunto privado. La postmodernidad destroza la sociedad El orden de la modernidad fue destrozado por la postmodernidad de los años sesenta, que propuso liberar la imaginación y eliminar todas las restricciones morales. El postmodernismo llevó el individualismo a un extremo mediante el uso de nuevas tecnologías, filosofías y estilos de vida. La sociedad fue puesta de cabeza por las drogas psicodélicas, la música rock y la revolución sexual. Por la misma lógica en la que la modernidad idolatraba el interés propio, el individualista postmoderno hace del “derecho” a la autosatisfacción el único derecho absoluto, aun cuando ese comportamiento sea autodestructivo. El individualista postmoderno busca destruir aquellas estructuras internas —lógica, identidad o unidad— que impiden la satisfacción instantánea. Las narrativas “deconstruidas” de la postmodernidad aislaron aún más a los individuos y los impulsaron a crear sus propias realidades lejos de Dios y su moral. Sin embargo, la modernidad y la postmodernidad siguen de alguna manera ancladas a una realidad externa de la que la gente no puede escapar del todo. Hay limitaciones físicas y ontológicas que mantienen la imaginación bajo control. Un hombre puede autoidentificarse como algo que no es, pero el deseo no altera la realidad. Además, sus fantasías no son evidentes para todos los que le rodean. Una nueva manera de percibir la realidad La introducción del metaverso altera esta dificultad. Forma parte de lo que muchos futuristas llaman la Cuarta Revolución Industrial. Siguiendo el curso de la modernidad y la postmodernidad, el siguiente paso es crearse una imagen de sí mismo fuera de la realidad. Los obstáculos son la manera actual de percibir la naturaleza, la existencia y el ser. Esta próxima ola de innovación y tecnología permitirá a los individuos sumergirse en un mundo de su propia creación. Las personas se convertirán en avatares, es decir, en representaciones cibernéticas de hombres, mujeres, animales o cosas que “viven” en la ciberesfera. Serán capaces de estar donde quieran, ya sea en la Luna, en lo alto de edificios o “en un campo de unicornios”. Esta plataforma puede estar habitada por extraterrestres, ángeles, demonios o cualquier cosa conforme a las fantasías que se planteen. La gente hará cosas sobrehumanas en las que los actos aparentemente no tendrán consecuencias. Aunque no cambiará lo que existe, crea poderosamente la mentira de que las fantasías de la persona son más reales que su realidad. Esta enorme plataforma virtual es mucho más que una extensión de Internet, que permite a la gente explorar la red mundial. Esta fase “encarnará a Internet, poniendo a la gente en medio de ella”. En este nuevo reino, la imaginación es la que manda. No es ciencia ficción Este proyecto ya no es material de ciencia ficción. Se habla de él en medios de comunicación de gran peso como “The Wall Street Journal”. Todas las empresas de redes sociales están montando las piezas. Mark Zuckerberg acaba de cambiar el nombre de la empresa Facebook a Meta. Invertirá 10.000 millones de dólares y contratará a 10.000 nuevos empleados para construir este nuevo mundo.1 “El metaverso va a ser la mayor revolución en las plataformas informáticas que el mundo ha visto: mayor que la revolución de los teléfonos móviles, mayor que la revolución de Internet”, afirma Marc Whitten, de Unity Software, en un artículo en “The Wall Street Journal”.2 Propone un universo tridimensional paralelo de realidad virtual y realidad aumentada donde los avatares digitales se reunirán en número ilimitado. Las personas usarán lentes especializados e incluso equipos táctiles avanzados que les permitirán sentir y tocar cosas remotas en tiempo real. Incluso podrán mezclar el mundo real con el imaginario. Daren Tsui, director ejecutivo de Together Labs Inc., afirma: “La experiencia del avatar será tan real que apenas se notará la diferencia entre una reunión virtual y una física. Y la experiencia virtual será mejor”. Crear un mundo de ilusión sin consecuencias El metaverso presenta tres grandes problemas. El primero es que anima a la gente a desprenderse de la realidad, creando un mundo de ilusión sin consecuencias ni sentido. La gente será libre de desafiar a la naturaleza haciendo cosas imposibles, como caminar en la luna o ver un partido de béisbol desde el montículo del lanzador. Las cosas más absurdas se harán posibles dentro de un mundo imaginario desvinculado de la realidad. La persona ya no estará atada al tiempo y podrá viajar a lo que imagina que es el pasado o el futuro. Incluso la muerte se “superará” con avatares y algoritmos que lograrán “traer de vuelta” lo que parecerán ser parientes fallecidos o figuras históricas con las que se podrá conversar e interactuar. La gente será libre de hacer cosas a los demás (quienes pueden o no existir), incluso cortarles los brazos sin consecuencias. Cualquier fantasía, hasta la más macabra, podrá hacerse realidad en el metaverso. Se abrirán así espacios oscuros y siniestros que facilitarán actos pecaminosos o sus simulaciones. Un mundo tan solitario y desconectado de la realidad y de la naturaleza de las cosas puede alimentar las pasiones desenfrenadas que odian todo freno moral. Un espacio así puede pasar rápidamente de Alicia en el País de las Maravillas al manicomio. La intemperancia frenética de la Internet actual y de las redes sociales ya está causando problemas psicológicos y sociales. ¿Cuánto mayor será la capacidad del metaverso para hundir a la gente en su frenesí y sus depresiones? La destrucción de la identidad La segunda razón para preocuparse por el metaverso es que equipara la identidad con la elección. El paradigma postmoderno ya permite que una persona se autoidentifique como algo que no es, aunque esa identificación solo exista en la mente de la persona autoengañada. En general, la gente puede darse cuenta de la ilusión. Sin embargo, el metaverso cambia esa percepción. La persona se convierte en el modelo perfecto de lo que desea y no puede ser. La persona no tiene por qué ser una persona, sino que puede ser un animal, una planta o una cosa. Y no necesita ser un solo ser, pudiendo escoger una cacofonía de seres sin unidad en ese mundo de fantasía. Esta mentira de identificar el yo con la libertad es posible gracias al metaverso. El filósofo existencialista Jean-Paul Sartre escribió que “el hombre es libertad”,3 lo que hace que las personas sean esencialmente ilimitadas. En su libro El ser y la nada, Sartre dijo que “la libertad no es otra cosa que una elección que crea por sí misma sus propias posibilidades”. El metaverso es la realización de esta idea distorsionada de la libertad que se rebela contra las limitaciones de la naturaleza humana. Pretende convertir a los individuos en los dioses de sus fantasías. La demolición de la metafísica Sin embargo, el aspecto más peligroso del metaverso es la demolición que hace de la visión metafísica de la vida que conduce el alma al Creador. Todo el mundo hace metafísica, incluso los niños. La naturaleza humana, y especialmente el alma, exige una comprensión racional de uno mismo y del universo. Por ello, una definición clásica de la metafísica es la investigación filosófica sobre los orígenes y las causas últimas. Al hacer metafísica, los individuos buscan la naturaleza de las cosas que existen y las encajan en una visión coherente. Una visión realista de las cosas deja dolorosamente clara la naturaleza finita y contingente de todo ser humano. No obstante, mediante la comprensión de los designios de la Creación, las personas ven que el objetivo de la existencia trasciende las limitaciones físicas y sociales. Siguen este camino hacia el Creador tal y como se refleja en la naturaleza. Este proceso confiere sentido y propósito a la vida, ya que las almas se esfuerzan por alcanzar su fin último en Dios. La revolución transhumana Las filosofías que inspiran el metaverso son contrarias a esta visión metafísica clásica. No hay ningún intento de comprender la naturaleza de las cosas, sino solo la experiencia ilimitada de los acontecimientos aleatorios. Esta noción “transhumana” del mundo entiende la humanidad como un proceso en constante evolución. El ingeniero del “Gran reinicio” (Great Reset), Klaus Schwab, describe esta próxima fase como la “fusión de los mundos digital, biológico y físico” que se avecina. La idea del metaverso calza con la perspectiva de Yuval Noah Harari, uno de los autores más vendidos de “The New York Times”, que escribe con frecuencia sobre estos temas. Quien vislumbra abiertamente un futuro sin alma, sin libre albedrío y sin un “yo” unificado o Dios. El suyo es un mundo algorítmico de experiencias aleatorias en el que uno es lo que llega a ser, sea lo que fuere. Sostiene que no existen religiones, sino solo poderosas ficciones, como el metaverso, donde la gente “creará mundos virtuales enteros completos con infiernos y cielos”.4 El autor no es el único que cree en este escalofriante futuro. Habla en nombre de una clase progresista de científicos, empresarios y eruditos pertenecientes a grandes compañías de computación y de recopilación de datos. Todos ellos están empeñados en cambiar la naturaleza humana y la realidad mediante artificios como el metaverso. No ocultan su rechazo a la Creación de Dios y al orden moral. Rechazar el metaverso: una necesidad Estas son preocupaciones urgentes ante el metaverso que se avecina. No todas sus aplicaciones contendrán la dosis completa de estos planes destructivos para la humanidad. Sin embargo, la dirección general conduce a un nuevo mundo de éxito, pero sin Dios. Estas conclusiones no provienen de teorías conspirativas, sino que son reveladas abiertamente por los promotores del metaverso. Así pues, el metaverso debe ser rechazado porque su visión del mundo es contraria a la de la Iglesia. Es penoso que algo tan grande pueda aparecer en el horizonte y los pastores de almas tengan tan poco que decir al respecto. En la sociedad impía de hoy, la apostasía de la práctica de la fe se debe mucho más a inventos tecnológicos como estos que a disputas teológicas abstractas. Igualmente penoso es el hecho de que la gente no quiera ver adónde conduce esto. La historia demuestra que cuando las personas dan rienda suelta a sus pasiones, al final acaban en una desesperación nihilista. La experiencia abrumadoramente destemplada de los placeres del metaverso acabará exigiendo las sensaciones más intensas del dolor existencialista. Así, el proceso de decadencia de la modernidad seguirá su curso: del interés propio a la autosatisfacción, de la autoimaginación a la autoaniquilación. En realidad, un mundo dominado por delirios, por el absurdo y por la negación del ser, donde el significado (de la vida humana) y su finalidad son cancelados y las reglas de la fantasía estrambótica no debe ser tratada como lo que es. Los visionarios seculares del metaverso están diseñando un infierno virtual en la Tierra.
Notas.- 1. https://www.reuters.com/technology/facebook-plans-hire-10000-eu-build-metaverse-2021-10-17/. 2. https://www.wsj.com/articles/the-amazing-things-youll-do-in-the-metaverse-and-what-it-will-take-to-get-there-11634396401. 3. http://homepages.wmich.edu/~baldner/existentialism_notes.pdf. 4. https://salvomag.com/post/the-metaverse-heaven-for-soy-boys-hell-on-earth-for-us.
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