Basado en una entrevista al profesor Miguel Salas Díaz, doctor en Teoría de la Literatura y en Literatura Comparada, al programa “Aprendemos juntos 2030” del BBVA Pablo Luis Fandiño Un académico español, el Dr. Miguel Salas Díaz, ha alertado a los padres de familia contra la búsqueda del entretenimiento fácil, como quedar hipnotizado frente al televisor o al celular, lo cual está perjudicando gravemente el futuro de la juventud. Para el destacado profesor de Lengua y Literatura, los chicos que se acostumbran a leer desde pequeños cosechan beneficios a lo largo de su vida: promoción profesional, mejoras sociales e individuales. Casi el 80% de los jóvenes que adquirieron un buen hábito de lectura, reconocen que fueron incentivados a ello por sus familias. “Sus padres, sus hermanos mayores, sus abuelos… Y, por lo tanto, la clave de que los niños se conviertan en buenos lectores suele estar en una combinación entre la escuela y la familia. Los libros en la infancia para mí son una oportunidad, como en la edad adulta, pero sobre todo en la infancia, una oportunidad de abrirse al mundo, de vivir otras vidas, de viajar a lugares que uno no sabe situar en el mapa todavía cuando es muy pequeñito”, manifestó. ¿Qué le puede aportar a un adolescente la lectura? “Les puede aportar infinidad de cosas —responde el entrevistado. Si empezamos por lo más elemental, les aporta un desarrollo de la capacidad comunicativa importantísimo. Un niño que lee es un niño que se expresa mejor, es un niño que comprende mejor. “En los colegios nos encontramos muchas veces (les pasa a mis compañeros de matemáticas o de física) niños que no son capaces de resolver un problema porque no han entendido el enunciado. Es decir, la capacidad de leer es la capacidad de comprender lo escrito, de comprender también lo que te están diciendo, lo que te están transmitiendo oralmente porque también la lectura afecta positivamente a la comprensión oral y a la expresión oral”. La lectura es también fundamental para acercar o para limitar la brecha social: “Cuando ves un niño que está acostumbrado a manejar libros, al que le han leído desde pequeño, trata los libros con naturalidad, los coge, los deja, los abre, los consulta, porque es algo que forma parte de su entorno. Pero hay veces que vienen niños que no han visto un libro en su vida. Y esos niños van a los libros con recelo muchas veces. Van con un sentimiento de inseguridad e incluso de inferioridad, porque son niños normalmente que han tenido problemas de lectura y esos problemas de lectura, de lectoescritura les han llevado a dificultades de aprendizaje en otras asignaturas. “Claro, hay un momento muy delicado antes de la adolescencia, que es cuando los niños pasan de aprender a leer, a aprender a través de la lectura. Es decir, empiezas a estudiar biología, geografía, matemáticas y todos esos conocimientos vienen a través de la lectura. Si esa lectura es deficiente, si yo no he conseguido un buen nivel de lectura, mi relación con el aprendizaje, con el colegio, con los libros, va a ser difícil”. El aumento del vocabulario es evidente: “A los 20 meses de edad, un niño de un entorno familiar cultural alto, domina unas 200 palabras. Y un niño de nivel sociocultural bajo domina 20. “La diferencia es abismal. Un mundo de 20 palabras no es igual que un mundo de 200 palabras. Si tú llegas al colegio con un dominio de un vocabulario amplio y te empiezas a enfrentar al aprendizaje con un vocabulario del que tú te sientes seguro, evidentemente la autoestima, para empezar, el éxito académico y todo eso, va a ser mucho mayor”, nos explica. La lectura prepara a los niños para el éxito en la vida La lectura es fundamental para el desarrollo de la imaginación: “Cuando uno lee un libro necesita más de la imaginación que cuando ve una película, porque hay mucha más información que está por completar y por eso nos pasa lo que nos pasa cuando leemos un libro que nos gusta y luego vamos a ver la versión cinematográfica y decimos: ‘Qué barbaridad, ¿cómo ha imaginado este personaje así o esta casa asá, si yo me lo había imaginado mejor?’. Toda esa manera de enfrentarnos a la lectura, toda esa necesidad de completar una información que tenemos cuando estamos leyendo, estimula la imaginación muchísimo”.
Existen cientos de estudios que demuestran que la lectura está directamente relacionada con el rendimiento escolar de los niños: “Hay estudios que relacionan directamente el número de libros que hay en una casa con el éxito escolar de los niños. Es decir, que si están rodeados de libros y están acostumbrados a leer, si ven a otras personas leer, van a tener más oportunidades de estudiar carreras, y luego, evidentemente, de tener un éxito laboral mayor”, comenta el especialista. La lectura también fomenta la empatía bien dirigida: “Es capaz de poner a los niños ante un espejo, de entenderse a sí mismos a través de lo que otros han escrito”. Logra que el lector se olvide de sus preocupaciones y se concentre tan perfectamente que es casi como si estuviera meditando: “Está completamente demostrado que en el momento en que uno está concentrado leyendo, el 99 % de nuestra interacción con el entorno se bloquea. Es decir, la concentración que proporciona la lectura es muy superior a la que proporcionan otras actividades”. Sin embargo, el académico reconoce que los libros son exigentes: “Exigen un nivel de concentración que muchas veces los niños no tienen. Exigen un nivel lingüístico, un vocabulario que a veces los niños no tienen. Se encuentran con pequeños retos. ‘Esta palabra no sé lo que significa. Esta frase ya no sé… pierde un poco el sentido lo que estoy leyendo’. Hay que superar esos retos, hay que ir avanzando, y a veces eso les aburre. Y luego tienen al alcance de la mano alternativas de ocio que les exigen mucho menos. Por lo tanto, las posibilidades de que cojan un libro y se pongan a leerlo y no lo dejen a los diez minutos con esta cantilena que hemos oído tantas veces de: ‘Es que a mí no me gusta leer’, pues son muy altas”. Lamenta que se haya perdido el gusto por la lectura en voz alta: “Por cada receptor auditivo que hay en el cerebro hay unos 30 receptores visuales, es decir, es mucho más fácil ampliar vocabulario, memorizar cosas y comprender estructuras gramaticales, leyendo que escuchando. Pero la escucha también está infravalorada. Es decir, se lo hacemos a los niños cuando son muy pequeñitos, les leemos y no hay ningún problema. Pero de repente con los adultos o con los adolescentes nos cortamos. Cuando la lectura en voz alta ha sido un entretenimiento muy habitual hasta que ha llegado la radio. Es decir, las familias se reunían en torno a una persona que leía y uno estaba bordando, el otro estaba tirado en el sofá escuchando, otro estaba… Y había una persona que leía para todos”.
¿Cuál es entonces el motivo del desinterés de los jóvenes por la lectura? Existen causas sociales, académicas y, desde luego, familiares: “No le podemos pedir a los niños que hagan cosas que nosotros no hacemos. Eso para empezar. Es verdad que nuestra vida es dura, llegamos a casa agotados y buscamos un ocio también que, digamos, no nos exija demasiado. Entonces, nos ponemos, a lo mejor la televisión, incluso estamos viendo la televisión y a la vez consultamos el móvil o jugamos con el móvil porque nos distrae a cambio de muy poco”. ¿Qué sugiere el Dr. Salas a los padres de familia? Propone que se busquen momentos de lectura: “Media hora de lectura al día, cada uno un libro. Pero igual que tenemos un momento para la cena, para el deporte, para los deberes, se puede buscar media hora al día, no hace falta más, en el que cada persona de la casa coja un libro y se ponga a leer. A los niños hay que leerles todos los días. Desde que nacen, prácticamente. Libros adaptados a su edad. Si nosotros no lo hacemos como docentes y como padres, no lo va a hacer nadie y los niños lo necesitan”. Propone además que los teléfonos móviles estén muy controlados: “Que cuando lleguen a casa, los metan en un cajón y nosotros lo metamos en un cajón, porque los adultos tenemos que dar ejemplo”. Que haya libros en casa y que en la habitación de los niños no falte una mesita con una lámpara, para que lean, y una estantería con libros, para que formen su propia biblioteca. Que los padres de familia los lleven a las bibliotecas y a las librerías, inclusive a las ferias del libro. “Luego están las causas sociales que afectan a la lectura. Tenemos que entender que la lectura, a pesar de que goza de un gran prestigio y de que hay un montón de campañas que hablan de la lectura y de sus beneficios, va un poco a contrapelo de lo que es la sociedad actual. Es decir, la lectura exige de concentración, de profundización en un tema concreto, de serenidad, de silencio. Y la sociedad en la que vivimos es una sociedad que fomenta justo lo contrario, ¿verdad? La dispersión, la dichosa multitarea que no lleva a ninguna parte, que lleva a hacer muchas cosas, todas mal. Y luego el constante cambio de foco de nuestra atención, que es permanente y sobre todo a causa de las pantallas”, sentenció finalmente el académico. “Aprender a leer es encender una hoguera, cada sílaba que se escribe es una chispa”, decía Víctor Hugo, y no se equivocó.
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