el castigo, la conversión y el Reino de María En esta edición del mes mariano por excelencia y conmemorativa del 90º aniversario de la primera aparición de la Santísima Virgen en Portugal (13 de mayo de 1917) iniciaremos la trascripción, con ligeras adaptaciones, de tres memorables artículos de autoría del inigualable apóstol de Fátima, Plinio Corrêa de Oliveira (1908-1995). Él propagó denodadamente por los cinco continentes el mensaje de la Cova da Iría, alertando al público católico sobre las magníficas recompensas y los regeneradores castigos revelados por la Santa Madre de Dios a los tres pastorcitos, Lucía, Francisco y Jacinta.
Dichos artículos, publicados originalmente en la revista Catolicismo (ediciones de abril, mayo y junio de 1953), conservan manifiesta actualidad, ya que sin duda los problemas que hace medio siglo conturbaban a la Iglesia y al mundo no han hecho sino aumentar. Basta considerar la impiedad desenfrenada y la creciente corrupción de las costumbres, reinantes en los días de hoy. Para preservar al género humano, María Santísima insistía en la conversión de los hombres, en la oración y en la penitencia. Sin embargo, sus pedidos no fueron atendidos. No habiendo ocurrido la conversión propuesta por la Señora de Fátima, está en la lógica del mensaje el advenimiento del tremendo castigo entonces profetizado: varias naciones serán aniquiladas. ¿Cuándo vendrá ese severo castigo? Sólo Dios lo sabe. A nosotros nos corresponde prepararnos para obtener la misericordia divina, pues con frecuencia las noticias divulgadas por los medios de comunicación parecen traer consigo indicios de la proximidad de esos castigos. Ejemplos recientes, en el orden de los fenómenos naturales, han sido el cataclismo que conmovió al sudeste asiático, los trágicos huracanes que devastaron hace dos años el sur de los Estados Unidos y otros; y en el orden humano, el terrorismo islámico, que viene creciendo día a día, el aumento en todo el Occidente de los crímenes violentos, de la drogadicción, de la corrupción a todo nivel, etc. Siendo así, el trágico y al mismo tiempo esperanzador mensaje continúa iluminando los acontecimientos presentes. Pero, suceda lo que suceda, la gran promesa de Fátima afirma que finalmente se establecerá en el mundo el Reinado del Inmaculado Corazón de María. De ese modo, no solamente se resolverá esta o aquella crisis de nuestra época, sino todas ellas de una vez, con la renovación espiritual del género humano. Será el fin de la civilización neopagana actual y la aurora de una civilización realmente católica. Es el desenlace radiante al cual apunta el mensaje.
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