Santoral
Nuestra Señora de LourdesPrimera aparición de Nuestra Señora a Santa Bernadette de Soubirous, en Lourdes (Francia), 1858. En dicho lugar, los milagros se multiplican sin cesar hasta hoy. |
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Fecha Santoral Febrero 11 | Nombre Lourdes |
En 1858 comenzó en Lourdes un régimen torrencial de gracias Luis Dufaur
El último 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, más de 150 mil fieles afluyeron a Lourdes para la apertura del Jubileo por el 150º aniversario de las apariciones. En tranquilas colas, bajo el frío y la lluvia, los peregrinos tocaban las paredes de granito de uno a otro extremo de la gruta, como que deseando palpar el imponderable sobrenatural que de ella emana. La áspera superficie de piedra quedó con el tiempo suave y pulida hasta donde alcanzan las manos. Esta pared alisada y brillante es el más expresivo libro de visitas firmado por los millones —¿decenas de millones?, tal vez ¡más de un centenar de millones!— de fieles que por allí desfilaron. En Lourdes, la confianza calma y ardiente, la paz jerárquica y acogedora, la certeza de la fe en la intervención celestial en lo cotidiano de los hombres, se respiran en el aire. ¡Cuántos, en el intenso frío, se aproximaban a la gruta arrastrando sus enfermedades de cuerpo y de alma! ¡Cuántos regresaban sin recibir una curación milagrosa, pero llevando en el fondo del corazón algo que tal vez vale más que cualquier milagro material! Porque Lourdes conquista y alivia los corazones, dejando en ellos una marca y un recuerdo indelebles. Quien peregrinó a Lourdes lleva grabada en el corazón como que una reproducción de la gruta de Massabielle. Hacia ella se volverá con nostalgia y confianza en las horas más difíciles, con la certeza de ser atendido. Y basta rememorar aquel recuerdo para que renazca en sí el deseo, casi diría irrefrenable, de volver algún día a la gruta de la Virgen. ¿Qué es lo que pretende Nuestra Señora actuando así en lo más hondo de las almas? El inicio del Jubileo de Lourdes nos trajo una luminosa respuesta a esta interrogación. Sobre Lourdes, las palabras del Legado Pontificio Al abrir el año jubilar de Lourdes, el cardenal Ivan Dias, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, Legado Papal, pronunció una alocución que merece una puntual meditación. El dignatario comenzó calificando las apariciones a Santa Bernadette Soubirous como “auténticas irrupciones marianas en la historia del mundo”.1 No se trata, por lo tanto, de apariciones cerradas en sí mismas, sino, por el contrario, se encajan “en la lucha permanente y feroz entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, desde el inicio de la historia humana en el Jardín del Paraíso, y que continuará hasta el fin de los tiempos”. En esta inmensa lucha histórica, las apariciones de Lourdes “marcan la entrada decisiva de la Virgen en el centro de las hostilidades entre Ella y el diablo, como está descrito en la Biblia, en los libros del Génesis y del Apocalipsis”, añadió. El representante del Papa se refería a la realidad fundamental que marca la existencia de la humanidad en este valle de lágrimas. O sea, a la lucha entre la Santísima Virgen y sus hijos, de un lado, contra el demonio —la serpiente infernal— y sus seguidores, de otro lado, y que el Génesis registra así: “Dijo entonces el Señor Dios a la serpiente: [...] Yo pondré enemistades entre ti y la mujer, y entre tu raza y la descendencia suya; Ella quebrantará tu cabeza, y tú andarás acechando a su calcañar” (Gén. 3, 14-15). Esta enemistad original está hoy lejos de haber amainado, explicó el cardenal. Al contrario, “es aún más encarnizada que en tiempos de Bernadette”. Es una auténtica “batalla”, continuó, que “causa innumerables víctimas en nuestras familias y entre nuestros jóvenes”. A consecuencia de esta guerra movida por el demonio y sus secuaces, el mundo “está siendo tragado espantosamente en la vorágine de un laicismo que quiere crear un mundo sin Dios”. En nuestra época —añadió, reproduciendo las palabras del entonces cardenal Wojtyla— está en curso “el mayor combate que la humanidad jamás haya visto”, es decir, la “lucha final entre la Iglesia y la anti-Iglesia, entre el Evangelio y el anti-Evangelio”.
Las palabras del eminente purpurado nos traen naturalmente a la mente la enseñanza fundamental del preclaro Prof. Plinio Corrêa de Oliveira sobre esta inmensa guerra que desde la decadencia de la Edad Media está siendo conducida por la Revolución gnóstica e igualitaria contra la Iglesia y la Civilización Cristiana. Una guerra que pretende imponer a los hombres un mundo anárquico radicalmente anticristiano, caracterizado por la igualdad absoluta y la libertad también absoluta con relación a toda ley, natural o divina. Frente a esta rebelión animada por el espíritu de Lucifer se yergue la Contra-Revolución, que así define lapidariamente: “Si la Revolución es el desorden, la Contra-Revolución es la restauración del Orden. Y por Orden entendemos la paz de Cristo en el reino de Cristo. O sea la civilización cristiana, austera y jerárquica, fundamentalmente sacral, antiigualitaria y antiliberal”.2 Coligación de los hijos de la luz, fieles a Nuestra Señora Las apariciones de Lourdes forman un capítulo decisivo en la intervención maternal de la Santísima Virgen para quebrar el curso devastador de la Revolución. A esto se refirió el cardenal Ivan Dias al decir que “la Virgen está tejiendo una red de sus hijos e hijas espirituales para lanzar una fuerte ofensiva contra las fuerzas del maligno y para encarcelarlo y así preparar la victoria final de su Divino Hijo Jesucristo”. Y añadió que los católicos sensibles al llamado de Lourdes están convocados a congregarse en esta lucha contra el mal, “dando señales de su participación en esta ofensiva”. Por lo tanto —séanos permitido añadir—, a unirse a la Contra-Revolución en el combate a la Revolución gnóstica e igualitaria. ¿Cuáles son esas “señales de participación en esta ofensiva”? El cardenal Dias colocó en primer lugar “la conversión del corazón”, es decir, la conversión que la Santísima Virgen pidió, en términos cada vez más apremiantes en la rue du Bac, en La Salette, en Lourdes y en Fátima. El prelado agregó la recitación cotidiana del rosario, la devoción al Santísimo Sacramento y la aceptación y ofrecimiento de los propios sufrimientos por la salvación del mundo. Éstos son, pues, nuestros estandartes: una conversión sincera y profunda, con el cambio de vida que ella comporta, y estas santas devociones orientadas monárquicamente hacia Nuestro Señor Jesucristo, por la intercesión omnipotente de María Santísima. Necesidad de conocer mejor a Lourdes
En esto consiste el significado más profundo de los acontecimientos de Lourdes. No obstante, ¿cuántos de sus devotos saben narrar lo que sucedió en aquella lejana fecha de 1858? ¿Cuántos conocen bien lo que Nuestra Señora hizo, habló y pidió a Santa Bernadette; y, a través de ella, a usted lectora, a usted lector? En este 150º aniversario de esta magna irrupción de la Santísima Virgen en la Historia, nada mejor que recordemos todo lo que pasó en cada una de las dieciocho apariciones que componen el ciclo de Lourdes. 1ª aparición – jueves, 11 de febrero Santa Bernadette Soubirous redactó de puño y letra, en siete ocasiones, la descripción de la aparición. En cada una de las versiones hay detalles nuevos. He aquí un resumen tan completo cuanto sea posible de todos ellos: 3 “La primera vez que fui a la gruta —escribe Santa Bernadette— era jueves, 11 de febrero. Fui para recoger ramas secas con otras dos jóvenes. Cuando estábamos en el molino, yo les pregunté si querían ver dónde el agua del canal se encontraba con el [río] Gave. Ellas me respondieron que sí. De allá, seguimos el canal y nos encontramos frente a una gruta, no pudiendo proseguir más. “Mis dos compañeras se colocaron en condiciones de atravesar el agua que estaba delante de la gruta. Tan pronto lo atravesaron, comenzaron a llorar. Les pregunté por qué lloraban. Me dijeron que el agua estaba helada. Les pedí para que me ayudasen a tirar piedras al agua para ver si podía pasar sin quitarme los zapatos. Me dijeron que debía hacer como ellas, si quería. Me fui un poco más lejos para ver si podía pasar sin descalzarme. Imposible”. Santa Bernadette sufría de asma y su madre no quería que se resfriase. Ella recogía ramas secas para calentar la mísera habitación donde su familia arruinada se vio forzada a vivir.
“Entonces —continúa Santa Bernadette— volví delante de la gruta y me dispuse a quitarme los zapatos. Apenas me había sacado la primera media oí un ruido como el producido por una ráfaga de viento. Entonces volví la cabeza hacia el lado del prado en sentido contrario a la gruta. Vi que los árboles no se movían. Entonces seguí quitándome los zapatos. “Oí una vez más el mismo ruido. En cuanto levanté la cabeza, mirando la gruta, vi una Dama vestida de blanco. Tenía un vestido blanco, un velo blanco, una cinta azul y una rosa en cada pie, del color de la cuerda de su rosario. “Pensaba ser víctima de una ilusión. Me restregué los ojos. Sin embargo miré de nuevo y vi siempre a la misma Dama. Puse la mano en el bolsillo para coger mi rosario. Quería hacer la señal de la cruz. Pero, en vano, no pude llevar la mano hasta la frente. La mano se caía. Entonces, el miedo tomó cuenta de mí. Era más fuerte que yo. Mi mano temblaba. Pero, no huí. La Dama cogió el rosario que sostenía entre sus manos e hizo la señal de la cruz. Mi mano temblaba, sin embargo, intenté hacerlo una segunda vez y lo conseguí. No bien hice la señal de la cruz, el gran miedo que sentía desapareció y quedé tranquila. “Me puse de rodillas. Recé el rosario teniendo siempre ante mis ojos a aquella bella Dama. La visión hacía correr las cuentas del rosario, pero no movía los labios. Cuando terminé mi rosario, con el dedo hizo una señal para que me aproximara, pero no me aventuré. Me quedé siempre en el mismo lugar. Entonces desapareció súbitamente.
“Comencé a sacarme la otra media para atravesar aquel poco de agua que se encontraba delante de la gruta para alcanzar a mis compañeras y regresáramos. En el camino de vuelta, pregunté a mis compañeras si no habían visto algo. “—No, —me respondieron. “Les pregunté una vez más. Me dijeron que no habían visto nada. Yo les rogué que no le digan nada a nadie. Entonces, ellas me interrogaron: “—¿Y tú viste algo? “Entonces yo les dije que no. “—Si tú no viste nada, yo tampoco. “Pensaba que me había equivocado. Pero retornando a casa, en el camino me preguntaban qué había visto. Volvían siempre sobre aquel asunto. Yo no quería decírselos, pero insistieron tanto que decidí hacerlo: pero con la condición de que no se lo contaran a nadie. Me prometieron que mantendrían el secreto. “Pero no bien llegaron a sus casas, la primera cosa que contaron fue que yo había visto a una Dama vestida de blanco. Así fue la primera vez”.
2ª aparición – domingo, 14 de febrero Cuenta Santa Bernadette: “la segunda vez fue al domingo siguiente. Volví con varias amigas para ver si no me había equivocado. Me sentía muy apremiada interiormente. Mi madre me había prohibido volver. Después de la misa cantada, las otras dos jóvenes y yo fuimos una vez más a pedirle permiso a mi madre. Ella no quería darlo. Me decía que temía que me cayese al agua. Temía que no volviera para asistir a las vísperas. Prometí que sí lo haría. Entonces me dio el permiso para ir. “Fui a la parroquia para coger una botellita de agua bendita para rociarla sobre la visión, una vez en la gruta, si la viese. Y salimos hacia la gruta. Al llegar allá, cada una cogió su rosario y nos arrodillamos para rezarlo. Apenas había acabado de rezar la primera decena cuando vi a la misma Dama”. Solamente Santa Bernadette veía y oía a la Santísima Virgen. “Entonces comencé a echar agua bendita sobre ella diciendo que, si venía de parte de Dios, que permaneciera, si no, que se fuera; y me apresuraba siempre a echarle agua. “Ella comenzó a sonreír, a inclinar-se. Cuanto más agua yo le echaba, más sonreía y giraba la cabeza y más la veía hacer aquellos gestos. Yo, entonces, tomada de temor, me apresuraba a rociarla más y así lo hice hasta que la botella quedó vacía. Cuando terminé de rezar mi rosario, desapareció. Ella no me dijo nada. Nosotras nos retiramos para asistir a las vísperas. Así fue la segunda vez”.
3ª aparición – jueves, 18 de febrero “Ella sólo me habló la tercera vez. Fue el jueves siguiente: fui allí con algunas personas importantes que me aconsejaron que llevase papel y tinta y que le pidiese que si tenía algo que decirme, que tuviese la bondad de ponerlo por escrito. “Habiendo llegado allá, yo comencé a recitar el rosario. Después de haber rezado la primera decena, vi a la misma Dama. Dije las mismas palabras a la Señora. Ella se puso a sonreír, y me dijo que aquello que me quería decir no era necesario escribirlo, pero me preguntó si yo tendría la gracia de volver allí durante quince días. Yo le respondí que sí”. Según Santa Bernadette, la Santísima Virgen se le aparecía tal como es representada en la Medalla Milagrosa, pero sin los rayos que salen de sus manos.4 4ª aparición – viernes, 19 de febrero Santa Bernadette no escribió personalmente el relato de la quincena de apariciones que comenzó ese día. Ella redactó apenas una relación general de los dichos y pedidos más importantes de Nuestra Señora. Por eso, a partir de este punto, la narración es una composición de palabras de la vidente y de hechos atestiguados por los presentes. La cuarta aparición fue silenciosa. Santa Bernadette “saludaba con las manos y la cabeza. Daba gusto verla. Era como si en toda su vida no hubiese hecho otra cosa que aprender a hacer esos saludos”, atestiguó Josèphe Barinque, una vecina. Santa Bernadette tenía un cirio bendito encendido. Ese gesto, copiado en seguida por los que asistían a las apariciones, inspiró la costumbre actual de llevar velas y encenderlas frente a la gruta. En esta quincena, la Santísima Virgen le fue enseñando la forma de devoción que Ella quería que se practicara en Lourdes. 5ª aparición – sábado, 20 de febrero Bernadette llegó a Massabielle alrededor de las 6:30 a.m. Esta vez, había cerca de 30 testigos. Tuvo un éxtasis de 40 minutos. Volviendo a casa con su madre, le confió que la Señora “tuvo la bondad de enseñarle, palabra por palabra, una oración solamente para ella”. Ella la rezó todos los días de su vida sin revelarla jamás. 6ª aparición – domingo, 21 de febrero La Dama se presentó a Bernadette por la mañana, alrededor de las 7:10 a.m. Cerca de 100 personas estaban en el lugar. La privilegiada vidente escribió: “Esta reina misericordiosa me dijo también que recemos por la conversión de los pecadores. Ella me repitió varias veces esas mismas palabras”. Santa Bernadette escribió más de una vez que la Santísima Virgen “me dijo también que no me prometía hacerme feliz en este mundo, sino en el otro”. Por la tarde, el comisario Dominique Jacomet sometió a la vidente a un burdo y amenazador interrogatorio, exigiéndole que se retractara bajo pena de prisión. Santa Bernadette no se intimidó y respondió con seguridad, desmontando sus artimañas. Al final del interrogatorio, el policía le prohibió regresar a la gruta. El padre de la vidente cedió a la presión y también se lo prohibió. Lunes, 22 de febrero: no hay aparición Ese día, algunos policías se apostaron para vigilar los movimientos de la vidente, dispuestos a apresarla en caso que fuera a Massabielle. El llamado interior fue más fuerte. Por la tarde, la vidente acudió a la gruta. La decisión le fue confirmada en el confesionario por el padre Pomian. Pero la Santísima Virgen no apareció y Bernadette parecía deshecha: “No sé en qué le he fallado a la Señora”, dijo. Sin embargo, al fin de la jornada, la ciudad estaba en alboroto. Al alcalde le pareció mejor suspender la prohibición. 7ª aparición – martes, 23 de febrero
Cerca de 150 personas fueron hasta la gruta alrededor de las 6 de la mañana. El médico municipal, Dr. Pierre Dozous, al inicio un escéptico con relación a las apariciones, relató: “Conseguí ubicarme muy cerca de Bernadette Soubirous. [...] Ella hacía continuamente reverencias graciosas y respetuosas en dirección al nicho. [...] Luego aparecieron en su rostro las mutaciones de que me habían hablado, reflejando precisamente la visión que ella tenía. [...] Parecía casi ver lo que la niña veía. [...] Todo con una verosimilitud que la mayor de las actrices no conseguiría alcanzar. [...] yo me incliné cerca de ella y medí su pulso: era casi normal. [...] Para ir al fondo, observé los reflejos de los ojos. También ahí no surgió ninguna anomalía. [...] El viento soplaba fuerte. A veces apagaba el cirio. Ella lo percibía y llevaba el cirio hacia atrás, para que lo encendiesen sin apartar la mirada de la gruta. Mientras la observaba, tenía la impresión de que ella sabía muy bien lo que sucedía a su alrededor”.5 Aquel día, la Santísima Virgen le confió tres secretos. “Ella me dio tres secretos —contó después—, que me prohibió decirlos”. Bernadette jamás reveló cuáles fueron. Interrogada, explicó: “Ellos sólo se refieren a mí, ellos no son ni sobre la Iglesia, ni sobre Francia, ni sobre el Papa”.6 8ª aparición – miércoles, 24 de febrero
El comisario Jacomet hostilizó a la multitud. “¡Será posible que en pleno siglo XIX haya aún tantos idiotas!”, exclamó. Los fieles respondieron con cánticos marianos. La vidente —contó Jean-Baptiste Estrade, cobrador de impuestos en Lourdes—, poco tiempo después de haber entrado en éxtasis, como alguien que recibe una mala noticia, dejó caer los brazos, y abundantes lágrimas comenzaron a correr por su rostro. Ella subió de rodillas el declive que precede a la cavidad, besando a cada paso el suelo. Se volvió después en dirección a la multitud de 300 personas. Con la voz marcada por los sollozos, relató a la multitud el pedido de Nuestra Señora: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!”, y “rogad a Dios por la conversión de los pecadores”, además de la recomendación de “besar el suelo como penitencia por los pecadores”. “Penitencia, penitencia, penitencia” — recordemos que en Fátima, en 1917, la Santísima Virgen haría todavía un último llamado en términos aún más pungentes y dramáticos. 9ª aparición – jueves, 25 de febrero
La afluencia del público alcanzó aproximadamente unas 350 personas. Bernadette obedecía en éxtasis las órdenes de la noble Señora, subiendo hasta la gruta y besando la tierra con una agilidad sorprendente. Así narró la santa lo que sucedió aquella mañana: “la Señora me dijo que yo debía beber de la fuente y lavarme en ella. Pero como no la veía, fui a beber en el Gave. Ella me dijo que no era allí y me hizo una señal con el dedo para ir a la gruta mostrándome la fuente. Yo fui, pero sólo vi un poco de agua sucia. Parecía lodo, y en tan pequeña cantidad que con dificultad pude coger un poco con las manos. Me puse a escarbar la tierra hasta poderla coger. Pero tres veces la arrojé fuera. Fue recién a la cuarta vez que pude beberla, de tal manera estaba sucia”. La Santísima Virgen ordenó también a Bernadette comer césped de la gruta. “Ella me dijo que comiera de la hierba que se encuentra en el mismo lugar donde fui a beber. Fue sólo una vez, ignoro por qué”. Una vez interrogada, ella respondió: “la Señora me llevó a hacerlo, con un movimiento interior”. Nuestra Señora le pidió que se lavase con aquella agua: “Id a beber de la fuente y lavaros ahí”. Su rostro quedó entonces sucio. La multitud no comprendía qué pasaba y comenzó a pensar que la vidente estaba loca. La escena, una de las más trascendentales en la historia de Lourdes, en un primer momento desilusionó a todos. 26 de febrero: nueva prohibición Aprovechando la confusión momentánea, las autoridades emitieron una nueva prohibición de volver a la gruta. La escena del día 22 se repitió: habían 600 personas, pero la Virgen no apareció.
10ª aparición – sábado, 27 de febrero Una masa compacta de 800 a 900 personas aguardaba a la vidente en la gruta alrededor de las 6:30 a.m. Durante 15 minutos, Bernadette caminó de rodillas y besó el suelo varias veces. En seguida, mandó con gestos a la multitud, en dos oportunidades, para que repitiera aquel acto de penitencia. Sólo a la segunda vez los presentes obedecieron. A partir de aquel día, el suelo y la piedra sagrada de Massabielle son cubiertos de besos de personas de todo el mundo. 11ª aparición – domingo, 28 de febrero Caía una lluvia fina y constante y hacía un frío terrible, mientras cerca de 1200 personas se encontraban en la gruta desde el amanecer. Bernadette llegó a las 7:00 a.m. Cuando se puso de rodillas, rezó el rosario y besó la tierra, un potente soplo pareció pasar sobre los presentes. Todos o casi todos los espectadores se arrodillaron, rezaron y besaron el suelo con ella. 12ª aparición – lunes, 1º de marzo
Esta vez, el padre de Santa Bernadette acompañó a su hija a la gruta. Desde temprano se congregaron alrededor de 1500 personas. Por un pedido, la vidente había llevado el rosario de otra persona, pero a la hora de rezarlo la Dama le preguntó: “¿Dónde está tu rosario?” Santa Bernadette lo sacó entonces de su bolsillo. La Virgen, sonriendo, le dijo: “Úsalo”. La santa repetía los gestos: comer hierbas, beber y lavarse con el agua de la gruta. El pueblo comenzó a imitarla y se constató que el agua brotaba cada vez más limpia y abundante. Entre los asistentes, por primera y única vez estuvo un sacerdote. Fue el padre Antoine Dézirat, que ignoraba la prohibición que el clero tenía de ir al lugar. Él escribió: “Bernadette era la única que veía la aparición, pero todo el mundo parecía sentir su presencia [...] El respeto, el silencio, el recogimiento reinaban en todas partes[...] ¡Oh! Qué bien se estaba allí. Yo creía estar en la antesala del Paraíso”. En la noche de aquel día ocurrió el primer milagro. Catherine Latapie, encinta de nueve meses, tenía paralizados dos dedos de la mano derecha. El mal le impedía atender las necesidades del hogar y de los hijos. Ella sumergió la mano en el agua y sintió un gran bienestar, ¡con los dedos moviéndose naturalmente!
13ª aparición – martes, 2 de marzo En aquella fecha, Bernadette tuvo sólo una breve visión de la Dama. Había alrededor de 1650 personas. “Ella me dijo que yo debía decirle a los sacerdotes que se construya una capilla aquí”, narró la joven. Y contó cómo cumplió esa misión: “Fui a buscar al señor párroco para decirle que una Dama me había ordenado ir a decirle a los sacerdotes para que levanten allí una capilla. Él me miró por un momento y luego me dijo en un tono incomodado que quién era esa Dama. Yo le respondí que no lo sabía. Entonces me encargó de preguntarle a ella su nombre y de volver para contárselo”. “La Dama dijo: «deben venir aquí en procesión»”, contó la vidente al párroco, padre Dominique Peyramale. Eso fue demasiado para el sacerdote. 14ª aparición – miércoles, 3 de marzo Tres mil personas se apiñaban en torno de la gruta. Santa Bernadette rezó por mucho tiempo. Pero se levantó con los ojos repletos de lágrimas, y exclamó: “No me apareció”. El mismo día, después de asistir a la escuela, sintió una llamada interior de Nuestra Señora. Regresó a la gruta y, esta vez, la vio. Santa Bernadette cumplió la orden del párroco: “Le pregunté su nombre, de parte del señor párroco. Pero Ella no hacía otra cosa sino sonreír. Al regreso fui a la casa del señor párroco para decirle que yo había cumplido la misión, pero que no había recibido más respuesta que una sonrisa. Entonces me dijo que Ella se burlaba de mí y que yo haría bien en nunca más volver. Pero yo no podía dejar de ir”. Para terminar con la cuestión, el padre Peyramale le respondió: “Si la Señora desea realmente una capilla, que diga su nombre y que haga florecer el rosal de la gruta”. Años después, cuando Santa Catalina Labouré supo en París de las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes exclamó: “¡Es la misma!” Esta santa lamentó varias veces que no se hubiese construido en la rue du Bac el santuario dedicado a la Medalla Milagrosa, pedido por la Madre de Dios. “Si los superiores hubiesen querido, la Santísima Virgen habría escogido nuestra capilla”, para operar los milagros de Lourdes, dijo en otra ocasión. Para ella, la Santísima Virgen escogió Lourdes para suplir la falta de interés que demostraron de las autoridades religiosas de París.7
15ª aparición – jueves, 4 de marzo La quincena de apariciones concluyó el día 4 de marzo. Esa vez se reunieron entre ocho y veinte mil personas, según las versiones. Había avidez de un milagro. El comisario inspeccionó la gruta y las proximidades en busca de algún reflejo o artificio que sirviera para fingir una aparición, pero no encontró nada. Bernadette estaba amparada por un grupo de guardias que contenía a la multitud. El éxtasis duró casi una hora sin que sucediera nada de extraordinario. La vidente dijo: “Oh, sí, Ella va a volver. Pero ahora ya no será necesario que yo vaya a la gruta. Cuando Ella vuelva, entonces será necesario que yo regrese a la gruta. Ella me lo hará saber”. Los milagros continuaron multiplicándose, al mismo tiempo en que se enfriaban las resistencias del párroco. Durante veinte días, Bernadette no volvió a la gruta. 16ª aparición – jueves, 25 de marzo Santa Bernadette sintió el llamado de la Santísima Virgen en la madrugada de la fiesta de la Anunciación. Fue entonces a la gruta. “Después de los quince días —escribió la santa—, le pregunté de nuevo tres veces seguidas. Ella sonreía siempre. Por fin osé una cuarta vez, y fue entonces que Ella, que tenía los dos brazos a lo largo del cuerpo [como en la Medalla Milagrosa], levantó los ojos al cielo y después me dijo, juntando las manos a la altura del pecho, que ella era la Inmaculada Concepción. Fueron las últimas palabras que me dirigió. “Entonces volví nuevamente a casa del señor párroco para contarle que me había dicho que era la Inmaculada Concepción. Él me preguntó si yo estaba segura de ello. Respondí que sí y que para no olvidarme de esa palabra la había repetido durante todo el camino”. Por lo demás, Santa Bernadette no conocía el significado de “Inmaculada Concepción”... Era el dogma que el beato Pío IX había proclamado pocos años antes, ¡dejando postrados a los partidarios de la Revolución y entusiasmando a los devotos de la Santísima Virgen en el mundo entero! Al párroco le costó contener las lágrimas. “Ha vuelto a pedir la capilla”, murmuró Santa Bernadette. A partir de ese momento, el sacerdote cambió de actitud.
17ª aparición – miércoles, 7 de abril La Virgen la llamó durante la noche del 6 de abril. Habiéndose difundido que la vidente iría a la gruta, 1200 personas la aguardaban cuando llegó alrededor de las 6:00 a.m. El éxtasis duró 45 minutos. El Dr. Dozous y otros constataron durante 15 minutos el “milagro del cirio”: Bernadette juntó las manos sobre el fuego de un cirio como para protegerlo del viento. Pero la llama tocaba la piel de las manos y salía entre sus dedos. “Se está quemando”, alguien gritó. Pero la vidente proseguía insensible. El médico verificó después que ella no había sufrido la menor quemadura. 18ª y última aparición – viernes, 16 de julio El llamado de la Santísima Virgen sorprendió a Bernadette al anochecer, cuando ella estaba rezando en la iglesia parroquial. La gruta había sido cerrada con tapias por orden de las autoridades hostiles a la aparición. Bernadette fue entonces con su tía Lucile y algunas amigas hacia el otro lado del río Gave, frente a la gruta. Todas se arrodillaron y rezaron. Después de algunos instantes, las manos de Bernadette se separaron en señal de maravillada sorpresa, como durante la quincena de apariciones. Terminado el éxtasis y regresando a casa, hizo esta confidencia: “No veía ni las tapias ni el Gave. Me parecía que estaba en la gruta, y que no había más distancia que las otras veces. Yo sólo veía a la Virgen”. Esta última aparición ocurrió en la fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo. Sintomáticamente, el 13 de octubre de 1917, después del milagro del sol en Fátima, la Santísima Virgen se mostró ante Lucía revestida con el hábito de la Orden del Carmen. Fue la última despedida en la gruta. ¡Santa Bernadette Soubirous solamente volvería a ver a Nuestra Señora 21 años despues, en Nevers, el día 16 de abril de 1879, cuando dejó esta tierra de exilio para contemplarla eternamente en el Cielo! El gran llamado de Lourdes en este 150º aniversario Aunque sólo Santa Bernadette haya visto, oído y hablado con Nuestra Señora, las multitudes, acudiendo a la gruta, viéndola e imitándole los gestos de piedad, tenían una certeza inconmovible de la realidad de las apariciones. Los fieles “veían”, por así decirlo, a la Santísima Virgen en Santa Bernadette, y experimentaban su influencia indeciblemente benéfica al imitar los gestos de la santa. Desde entonces, Nuestra Señora continuó ejerciendo en Lourdes esta misteriosa acción de presencia sobre los que van a rezar allá, lo cual constituye tal vez el mayor milagro de aquel privilegiado lugar donde el Cielo tocó la tierra. Por medio de esa acción, Ella restaura las fuerzas de sus hijos y de los simples fieles, impulsándolos con señales sensibles a sumarse a la coligación de los buenos que ha de poner fin al reinado del caos infernal. Lourdes es, pues, un formidable llamado de la Santísima Virgen a sus hijos, para que se alíen y emprendan bajo su manto esta batalla final que ya está siendo trabada, la cual ha de culminar con el triunfo final predicho en Fátima. Esto fue lo que nos recordó con palabras penetrantes el Legado Pontificio, el cardenal Ivan Dias, arriba citado. Lo enunció también el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, por ocasión del centenario de las apariciones, cuando escribió que Lourdes es para el mundo entero el “primer marco del resurgimiento contra-revolucionario” 8: “Hay una aspiración inmensa por otra cosa, que aún no se sabe cuál es. Pero, en fin, hecho tal vez nuevo desde que comenzó, en el siglo XV, el declinar de la civilización cristiana, el mundo entero gime en las tinieblas y en el dolor, precisamente como el hijo pródigo cuando llegó a lo último de la vergüenza y de la miseria, lejos del hogar paterno. [...] “¿Tienen fin las misericordias de una Madre, y de la mejor de las madres? ¿Quién osaría afirmarlo? Si alguien dudase, Lourdes le serviría de admirable lección de confianza. Nuestra Señora [...] ya comenzó a socorrernos. [...] los días del dominio de la impiedad están contados. La definición del dogma de la Inmaculada Concepción marcó el inicio de una sucesión de hechos que conducirá al Reinado de María”.9
Notas.- 1. Texto completo de la homilía del cardenal Ivan Dias in http://eucharistiemisericor.free.fr/index.php?page=0812073_homelie_diaz
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Número especial dedicado alSesquicentenario de Lourdes1858 - 2008 |
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