En muchas manifestaciones sobrenaturales, nuestra Madre Santísima nos alerta sobre la proximidad de un castigo; pero Ella no puede oponerse a la justicia divina, cuando los pecadores no cesan de ofender a Dios. Si los hombres no corresponden a su advertencia, el castigo ineludiblemente se desencadena. Valdis Grinsteins Son las 12:35 de la tarde del día 28 de noviembre de 1981, en la localidad de Kibeho, en Ruanda, pequeño estado situado en el corazón del África. En el comedor de la escuela religiosa a la que asiste, Alphonsine Mumureke, de 17 años, oye una voz: “¡Hija mía!” Juzgando extraño ese llamado, la adolescente se dirige al corredor del edificio y encuentra a una linda Señora. Ésta aparece toda vestida de blanco, con un velo alrededor del cuello y las manos juntas sobre el pecho como en oración. Alphonsine le pregunta: “¿Quién eres?” — “Ndi Nyina Wa Jambo” (responde la Virgen en la lengua nativa) — “Soy la Madre del Verbo”. Y continúa: “Vengo a tranquilizarte porque he escuchado tus oraciones. Querría que tus compañeras tuvieran fe porque no creen con fuerza suficiente”. Así se inicia la extraordinaria historia de una de las pocas apariciones del siglo XX reconocidas hasta ahora por la Iglesia. En efecto, de las aproximadamente 400 apariciones marianas registradas en el siglo XX, tan sólo cerca de doce tienen reconocimiento del Vaticano o de los obispos con jurisdicción en el lugar de la aparición. Las de Kibeho fueron reconocidas el 29 de junio del 2001 por el obispo Augustine Misago, en una misa en la catedral de Gikongoro, en la cual estaban presentes los demás obispos del país y el nuncio apostólico en Kigali, Mons. Salvatore Pennacchio. El mismo día el Vaticano publicó la noticia de la aprobación, dando así respaldo a la declaración episcopal.1
Confusión: artificio del demonio Quien por primera vez toma conocimiento de las apariciones de Kibeho nota que con relación a ellas se presenta una característica común: la confusión. En Kibeho, después haberse aparecido a Alphonsine, la Santísima Virgen aún se manifestó a otras dos jóvenes, Nathalie Mukamazimpaka (entre enero de 1982 y el 3 de diciembre de 1983) y Marie Claire Mukamgango (que vio a Nuestra Señora varias veces entre el 2 de marzo y el 15 de setiembre de 1982). La propia Alphonsine tuvo varias apariciones hasta 1989. Éstas y las que tuvieron las otras dos videntes, fueron confirmadas por la autoridad eclesiástica. Es frecuente, no obstante, que habiendo verdaderas apariciones en determinado lugar, el demonio procure multiplicar el número de “videntes” y de falsas apariciones para desacreditar las verdaderas. Así, surgieron poco después otras personas diciendo haber sido favorecidas por apariciones sobrenaturales, comenzando entonces a circular todo tipo de supuestos mensajes “celestiales”. Hubo hasta personas que, siguiendo a falsos visionarios, llegaron al suicidio colectivo… Las primeras apariciones —las verdaderas— ocurrieron en la escuela donde las jóvenes estudiaban, despertando diversas reacciones, favorables y contrarias. Al comienzo, muchas personas se burlaban de Alphonsine. Una de las más desconfiadas era Marie Claire, que después, ella misma, fue favorecida por numerosas apariciones. Con el paso del tiempo y las diversas conversiones que tuvieron lugar, la aceptación del hecho sobrenatural fue aumentando.
Noción del pecado colectivo En tan numerosas apariciones, ¿qué comunicó Nuestra Señora? Esencialmente Ella pidió oraciones, la renuncia al pecado, el arrepentimiento y la confesión de éstos. Y, punto importante a ser destacado, mostró las consecuencias del pecado. Hoy en día, la mayoría de las personas considera que ser católico consiste en asistir a la misa los domingos y, cuando mucho, practicar en particular o en pequeños grupos alguna acción religiosa o social. La idea de que Dios debe ser reconocido y adorado por los hombres no sólo individualmente, sino por el conjunto de la sociedad, y de forma pública, está lamentablemente desapareciendo. Y a la par de ello se va extinguiendo en nuestros contemporáneos la noción de la gravedad del pecado colectivo. Es por ello que numerosos católicos se manifiestan indiferentes a la necesidad de combatir los pecados colectivos, como la aprobación del aborto, de la eutanasia, del homosexualismo, del laicismo, del ateísmo, etc. Piensan ellos que, al no cometer particularmente tales pecados, no tienen otras obligaciones, y con eso estarían exentos de cualquier castigo divino. Sin embargo, en esas apariciones María Santísima reveló las graves consecuencias de los numerosos pecados colectivos que se cometían en Ruanda. Por ejemplo, poco antes de las apariciones, hubo en el país una onda de destrucciones de imágenes religiosas. No consta que hayan sido practicados actos públicos en reparación por tales pecados. Por eso, tienen especial importancia las apariciones ocurridas el día 19 de agosto de 1982, en que las videntes vieron a la Santísima Virgen llorando. Ellas también acompañaron el llanto de la Madre de Dios. Más de una vez, alguna de ellas llegó a desmayarse. En total, fueron ocho horas seguidas de visiones. Visión aterrorizante Según las jóvenes, Nuestra Señora apareció triste, contrariada, verdaderamente “encolerizada”.
Alphonsine Mumureke contó que la Santísima Virgen lloraba. Y las tres jóvenes fueron vistas temblando, entrechocando los dientes y cayendo a tierra como muertas. Dijeron haber visto “un río de sangre, personas que se mataban entre sí, cadáveres abandonados sin nadie que les diese sepultura, un árbol incendiándose, un abismo insondable, un monstruo, cabezas decapitadas”. Y contaron haber oído de los labios de la bellísima Señora, envuelta en un esplendoroso traje, frases del tipo: “Los pecados son más numerosos que las gotas del mar. El mundo corre en dirección a su ruina. El mundo está cada vez peor”.2 Ese día, miles de personas estuvieron presentes en el lugar de las apariciones. Todos salieron bajo una fuerte impresión de miedo y tristeza. Confirmación de las visiones La última aparición de Kibeho, el 28 de noviembre de 1989, ocurrió exactamente ocho años después de la primera. El obispo local nombró una comisión médica y otra teológica para investigar los hechos. Un santuario fue construido en el lugar de las apariciones, convirtiéndose en punto de peregrinaciones. Pero no se operó la conversión de los pecadores que Nuestra Señora había pedido y, en menos de cinco años de la última aparición, cayó el tremendo castigo sobre aquella infeliz nación africana. Entre abril y junio de 1994, ocurrió una onda de masacres cuidadosamente planeada. En Ruanda, donde casi la mitad de la población se declaraba católica, fue siendo cultivado, bajo diversos pretextos, el odio entre las dos principales etnias que componen el país: la de los hutus y la de los tutsis.
Invocando la muerte del presidente del país en un atentado, 30.000 forajidos, aglutinados en torno de un partido, se lanzaron en una cruel cacería de los adversarios. Aldeas enteras fueron masacradas, con la peculiaridad atroz de que la mayoría de las víctimas fueron muertas a machetazos. Tantos cuerpos fueron lanzados al río Kagera, que éste quedó conocido como “río de la sangre”. Peor. En una tierra ya devastada por numerosas matanzas, las iglesias habían sido refugios respetados, donde las personas podían protegerse para escapar de las carnicerías. Pero esta vez, eso no sucedió. El propio santuario edificado en Kibeho, abarrotado de refugiados —aproximadamente 4.000 personas— fue cercado por los milicianos hutus. Éstos lanzaron granadas dentro del templo, mataron a los sobrevivientes a machetazos y quemaron los restos del edificio sagrado. Una de las videntes, Marie Claire Mukangango, fue muerta junto con su esposo en el poblado de Byumba. En el transcurso de tres meses, miles de personas fueron masacradas. Hasta hoy el número exacto es controvertido. Algunos hablan de 250.000, otros llegan a calcular un millón. La cifra más probable gira alrededor de 800.000 muertos. Verdadera masacre, calificada como “el mayor genocidio africano de los tiempos modernos”.3 Advertencia para todo el mundo En una de las apariciones, la Santísima Virgen comunicó a Marie Claire: “Cuando hablo contigo, no me estoy dirigiendo sólo a ti. Sino estoy haciendo un llamado a todo el mundo”. La vidente narró que la Virgen describía al mundo en estado de “rebelión” contra Dios.
Difícilmente alguien puede negar tal afirmación. Los pecados de los cuales Nuestra Señora se quejó en Ruanda son cometidos —y cuántos hasta más graves— en todo el mundo. Basta pensar en la proliferación de leyes que despenalizan el aborto y las del llamado “matrimonio” homosexual. Si en Ruanda los pecados descritos por María Santísima fueron castigados con tanta severidad, ¿los pecados colectivos que se cometen en el mundo actual no deben atraer también, en rigurosa lógica, tremendos castigos divinos? ¿Serán, pues, las presentes consideraciones motivo de desánimo? ¡Todo lo contrario! Deben ser motivo para animarnos a actuar con más empeño a favor de la restauración de una sociedad plenamente católica. Si el castigo divino nos sorprendiese en medio de esta benemérita acción, la misericordia de Dios tomará ello en consideración, a nuestro favor. Notas.- 1. Cf. “Radio Vaticana”, 30-6-01.
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Nuestra Señora de Kibeho Las apariciones, el aviso y el castigo |
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