Patrona de la ciudad de Andújar (España) Este mes se conmemora esta curiosa invocación mariana que nos revela la admirable misericordia de Aquella que es Trono de la Sabiduría Leo Daniele ¿Cómo imaginar el altanero pico de la Cabeza, situado en la Sierra Morena, en tierras andaluzas? Probablemente será, como tantas montañas de la noble España, rocoso, anguloso y seco. El hecho es que a tres leguas del Cerro de la Cabeza se encuentra la ciudad de Andújar (Jaén), donde vivía un humilde pastor llamado Juan Alonso de Rivas, natural de Colomera (Granada). ¡Vida inquieta la de este Juan Alonso! Al participar en las guerras entre los reyes de Castilla y los moros, quedó cautivo de los musulmanes junto con sus padres. Cuando al fin consiguió huir, se estropeó el brazo derecho en plena evasión. Una prueba, una recompensa Corría el año de 1227, y hechos aún más notables iban a suceder en la vida de Juan Alonso. Como ya no podía tomar las armas a causa de su mutilación, se retiró a la Sierra Morena para apacentar un pequeño rebaño de su propiedad. En diversas ocasiones oyó, a lo lejos, el toque de una campanilla. El sonido parecía provenir de lo alto de la montaña. El pastor no sabía qué pensar del misterioso llamado. Hasta que, en la noche del 11 al 12 de agosto, oyó más claramente la campanilla. Al levantar la mirada, vio una luminosidad intensa y bella, que se difundía a partir del cerro de la Cabeza. Corriendo maravillado hacia el lugar, se deparó con una gruta, de la cual provenían los rayos de luz. Sobre las rocas estaba una bellísima imagen de la Santísima Virgen. Juan Alonso, extasiado, cayó de rodillas. Una voz dulcísima, que parecía venir del cielo, se hizo oír: — “No temas, siervo de Dios. Ve a la ciudad de Andújar, y dile a cuantos encontrares que llegó el tiempo de cumplir la voluntad de Dios, haciendo erigir en este lugar un templo, donde se han de operar grandes milagros en favor de los fieles”. Juan Alonso prometió obediencia, pero pidió una señal para no ser tomado por visionario. ¡Nuestra Señora le dio mucho más que eso! Le dijo: — “Ve, el testimonio de tus palabras será el brazo perdido que te restituyo”. Inmediatamente, ¡él ve perfectamente sano el brazo que había perdido al escapar de los moros! Este milagro serviría de prueba para enfrentar a quienes dudasen de la veracidad de sus palabras. Sin contener su alegría, Juan Alonso corrió al poblado para narrar lo ocurrido. Como todos conocían al pastor lisiado, que había sido mutilado por los infieles, el milagro entusiasmó al pueblo, e inmediatamente se organizó una procesión hasta el lugar de la aparición, llevando al frente al párroco y a las autoridades del lugar. Una bella iglesia fue edificada, y la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Cabeza, fue declarada Patrona de la ciudad.
La devoción se propaga en España… María Santísima será invocada bajo ese título en otros lugares de España. Cuenta la tradición que algunos soldados procedentes de Andújar llevaban bajo su protección una copia de la imagen de la Virgen de la Cabeza. Cuando pasaron por la villa de Casas Ibáñez, los soldados pidieron albergue para sí y para la imagen. La población los acogió con prontitud. Una vez restablecidos, prosiguieron su viaje. Con el objetivo de agradecer la hospitalidad, dejaron la imagen en casa de una de aquellas familias que fueron tan receptivas. Los ibañeses, sensibilizados con el regalo y agradecidos por los favores que comenzaron a ser concedidos por la Virgen María, resolvieron construirle una ermita. La imagen pasó a ser propiedad de todos y su culto se difundió por los alrededores. …y llega a América Existe aún en Lima, en el barrio bajopontino, una pequeña iglesia dedicada a la Virgen de la Cabeza, que se remonta al año 1624 y en donde San Martín de Porres obró uno de sus singulares milagros. El P. Vargas Ugarte, quien extrae el hecho del libro de Fray Bernardo de Medina, lo narra así: “Moraba el santo lego en el convento del Rosario de Predicadores, situado en la parte opuesta de la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza; y viendo desde una galería alta de la enfermería de su convento los estragos que hacían las aguas en ella, salió a toda prisa, y llegando a la ermita, ya medio derruida, halló ocupado su atrio por innumerable multitud de vecinos que intentaban sacar la imagen de Nuestra Señora y demás alhajas destinadas al culto, antes de que todo lo arrastrase la corriente; los calmó el siervo de Dios, diciéndoles que no se alborotasen, que ya el río no haría más daño, y cogiendo tres piedras, en nombre de la Santísima Trinidad, las arrojó al agua haciendo una breve oración y al punto se calmó el ímpetu de la arriada, recogiéndose las aguas a su ordinario lecho”. Restaurada en diversas épocas, la ermita rimense perdura hasta nuestros días gracias al favor de sus devotos. Entre ellos, destacaron, el primer Conde de las Lagunas, Don Nicolás Felipe de Ontañón Lastra y Romo de Córdoba, y su esposa, Doña María Ambrosia Jiménez de Lobatón y Azaña, por el singular favor que atribuyeron a su intercesión en 1720. Viajando del Callao a Guayaquil, fueron asaltados por el temerario pirata inglés Clipperton, el cual les permitió desembarcar incólumes con su dinero y alhajas, que entonces donaron a la Virgen. También en la antigua catedral de Río de Janeiro, se venera hasta el día de hoy una imagen de Nuestra Señora de la Cabeza, a la que sus devotos le ofrecen exvotos en forma de cabezas de cera de todo tamaño. Tal devoción se remonta a la época de la fundación de la ciudad. También en la ciudad de São Paulo existe una simpática y acogedora capilla, próxima al centro de la ciudad, en la calle Tabatinguera, donde se venera una imagen de Nuestra Señora de la Cabeza: la iglesia del Niño Jesús y Santa Lucía. Esta Virgen acostumbra ser invocada en las enfermedades que atacan al cerebro. Los fieles que padecen de cefalea y las madres que tienen hijos con problemas escolares, también recurren a Ella para la solución de sus males.
Una devoción para nuestros días Esta advocación de la Santísima Virgen sugiere aún una protección especial con relación a la parte más noble del cuerpo humano, tan afectada por el “mal du siècle” —o sea, por los desequilibrios mentales y psíquicos que se están volviendo endémicos en nuestros días— y por todo aquello de malo que pensamos y hacemos. Suave recuerdo, leve alusión. No obstante, un hecho muy digno de nota viene a reforzar tal sugerencia. Un noble señor, condenado a la pena de muerte, hizo el voto de depositar una cabeza de cera a los pies de la sagrada imagen, si la Virgen lo salvaba. El día de la ejecución, estando ya el verdugo sobre el cadalso y la multitud reunida en la plaza, toda esperanza parecía perdida. Es entonces cuando se oye el trote de una cabalgadura que llega a gran galope con un mensajero del rey, ¡portando la gracia para el condenado! En cumplimiento de su voto y como recuerdo de este extraordinario acontecimiento, en los santuarios dedicados a Nuestra Señora de la Cabeza se representa a la Virgen con una cabeza en las manos. ¿La cabeza del noble? — Evidentemente. Pero cuando veo a la piadosa imagen, confieso que pienso en la mía. Todos somos, un poco más, un poco menos, reos de muerte. Aún más tratándose del Hombre-Dios que murió en nuestro lugar, y de Nuestra Señora, que padeció las mayores aflicciones durante la agonía de su Hijo. Además, de nuestra cabeza proceden nuestro pensar, juicioso o insensato, recto o inmoral; nuestro ver, oír, sentir, y todos nuestros movimientos. Así, no estará mal que oigamos, en la imaginación, una vez más retumbar sobre las piedras del pavimento el galope del caballero que trae la gracia del Rey de los reyes, ¡esta vez para nosotros! Por todo ello, nunca estará de más, que clamemos: ¡Nuestra Señora de la Cabeza, ruega por nosotros!
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