PREGUNTA ¿El preservativo no previene contra el Sida? ¿Al no usarlo, cómo evitar el Sida? RESPUESTA La pregunta nos fue enviada el día 2 de marzo. Por lo tanto, no fue motivada por el acontecimiento que en seguida referiremos, que, no obstante, contiene la respuesta que el consultante nos pide.
Durante el vuelo que condujo al Santo Padre Benedicto XVI al África, el día 17 de marzo, un periodista francés le formuló una pregunta análoga al Pontífice. La cuestión, que incide aparentemente sobre un tema muy específico, en realidad alcanza a otro mucho más amplio, es de hecho la problemática más crucial de nuestros días. Expliquemos esto, comenzando por la pregunta del periodista y transcribiendo en seguida la respuesta de Benedicto XVI. El periodista francés del canal France 2 pregunta: “Entre los muchos males que afligen al África, está en particular el de la difusión del Sida. La postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él es considerada a menudo no realista ni eficaz. ¿Su Santidad afrontará este tema, durante el viaje?” Nótese cómo del tema del combate al Sida se pasa a un tema más elevado, que es el del realismo de la posición de la Iglesia frente a un problema de actualidad. La respuesta del Pontífice remontó del combate al Sida hacia una cuestión aún más alta, que es la “renovación espiritual” de la humanidad en nuestros días. Son palabras de Benedicto XVI: “Diría que no se puede superar este problema del Sida sólo con dinero, aunque éste sea necesario; pero si no hay alma, si los africanos no ayudan (comprometiendo la responsabilidad personal), no se puede solucionar este flagelo distribuyendo preservativos; al contrario, aumentan el problema. La solución sólo puede ser doble: la primera, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que conlleve una nueva forma de comportarse el uno con el otro; y la segunda, [...] una disponibilidad, aun a costa de sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. [...] yo diría que nuestras dos fuerzas son éstas: renovar al hombre interiormente, darle fuerza espiritual y humana para un comportamiento correcto con respecto a su propio cuerpo y al de los demás, [...]. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y la Iglesia hace esto; así da una contribución muy grande e importante. Damos las gracias a todos los que lo hacen” (www.vatican.va). En otras palabras, algunos quieren evitar la diseminación del Sida conservando el mundo actual como él es: distribuyendo preservativos para que los hombres continúen teniendo un comportamiento sexual contrario a los mandamientos de la Ley de Dios. Pero esto sólo aparta a los hombres, cada vez más, de la recta conducta moral, por lo tanto las condiciones para la diseminación del Sida sólo aumentan. La solución, por el contrario, está en traer a los hombres a la vía de los mandamientos de la Ley de Dios, lo que implica una “renovación espiritual” de la humanidad, como preconiza Benedicto XVI. Sin ello, no hay solución para el Sida, como para ningún otro problema moral, social o político de nuestros días. Éste es un análisis sensato, realista y eficaz de la situación actual moralmente calamitosa, al contrario de lo que juzgó el periodista francés que interpeló al Papa. ¿Hay solución sin una intervención de la Providencia?
Aquí, no obstante, se coloca otra cuestión, que es la de saber si, por los caminos normales, se conseguirá promover esa necesaria renovación espiritual de la humanidad. Más concretamente, se llegará a ese resultado por la aplicación normal de los medios de evangelización y santificación que sólo la Iglesia posee. Una vez más, un análisis realista de la vida interna de la Iglesia, y más ampliamente de la situación de la Cristiandad en nuestros días, lleva a cualquier persona coherente y honesta a ser escéptica a ese respecto. Basta ver la reacción estrepitosa que siguió a la declaración de Benedicto XVI que estamos comentando. Autoridades, intelectuales y órganos de prensa de todos los matices y de todo el mundo se rasgaron las vestiduras ante esa declaración, acusándola de ser insensata, irrealista y hasta perniciosa, favorecedora de la expansión de la pandemia del Sida. Y no hubo, de parte de los medios católicos, un vigoroso grito de rechazo suficiente para acallar esa escandalosa campaña publicitaria contra la Iglesia en general y contra el Pontífice en particular. Es decir, las fuerzas católicas parecen débiles y amortecidas, insuficientes para enfrentar la persecución anticatólica, y a veces hasta conniventes con el mal. Otras reacciones negativas dentro de los medios católicos nos dejan sobrecogidos. Por ejemplo, Benedicto XVI nombró obispo auxiliar de la diócesis de Linz, en Austria, a un sacerdote que había considerado al huracán Katrina, que arrasó la ciudad norteamericana de Nueva Orleans, como castigo por las orgías homosexuales que en ella se realizaban. Al contrario de lo que se podría esperar, el episcopado austríaco, a causa de esa opinión del sacerdote, se levantó casi unánimemente contra la nominación, al punto que el propio sacerdote solicitó al Papa que la retirase. Y el Papa no sintió el terreno firme para sostener su nominación. ¡Oh! tristeza... Muchos otros hechos podrían ser aquí citados, que evidencian la extensión de tal decadencia en los medios católicos, la cual al menos debilita su capacidad de promover la renovación espiritual que Benedicto XVI señala como necesaria para resolver los problemas que actualmente asolan la humanidad. Entonces nuestros ojos se vuelven hacia el Cielo. Nuestro Señor prometió que las puertas del infierno no prevalecerían contra la Iglesia. Y si los medios normales se muestran inoperantes, todo lleva a pensar que la Providencia recurrirá a medios extraordinarios. Al parecer de muchos, éstos se volvieron realmente necesarios. Fátima: anuncio de una intervención extraordinaria Existen todas las razones para creer que las revelaciones de Nuestra Señora en Fátima, en 1917, continuarán cumpliéndose. El mensaje que allí dio al mundo es bastante claro. El milagro del Sol —anunciado tres meses antes que ocurriera, mencionando fecha, hora y lugar donde se daría— fue atestiguado por cerca de 50 mil personas. Es considerado por muchos como el milagro más extraordinario de la historia de la Iglesia, después de la Resurrección de Cristo. Acredita, por lo tanto, la autenticidad y gravedad del mensaje.
¿Qué anuncia ese mensaje? Exactamente que, después de una intervención extraordinaria de la Providencia, se producirá una renovación espiritual de la humanidad, que se traducirá concretamente en un triunfo de María Santísima: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”. Triunfo éste que se compagina con el Reino de María anunciado por San Luis María Grignion de Montfort, y que significará la restauración del Reino de Cristo: “Ut adveniat Regnum Christi, adveniat Regnum Mariae”, como lo profetizó el mismo santo (cf. Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, nº 217). No podría ser otra la renovación espiritual de la humanidad augurada por Benedicto XVI, por la cual claman las almas bienaventuradas que se imbuyeron del desconcierto del mundo moderno, y de la noción de que, sin una intervención extraordinaria de la Providencia, el mundo actual no tiene arreglo. Éste es el gran tema para el cual debemos mantener elevadas nuestras vistas. Que el Inmaculado Corazón de María conceda a los miles de lectores de Tesoros de la Fe esa gracia singularísima, que Ella comunica de un modo muy especial a lo más escogido de sus hijos.
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