En un artículo anterior 1 hemos tratado más extensamente sobre los orígenes y la devoción a Nuestra Señora de la Merced en el Perú. Ahora abordaremos una preciosa historia que, aunque ha escapado a ilustres plumas, es altamente ilustrativa de la profunda huella mariana que marca a nuestro pueblo. Pablo Luis Fandiño
San Francisco de la Buena Esperanza es el antiguo y encantador nombre que recibió la población asentada en la bahía de Paita, a 57 km. al oeste de la actual ciudad de San Miguel de Piura. El lugar es mencionado tempranamente por los cronistas que narran el segundo viaje de Francisco Pizarro al Perú. El puerto de Paita fue durante siglos escala obligada en la importante ruta marítima entre Panamá y el Callao. Por su importancia y sus riquezas fue codiciado por cuanto pirata asomó en el Pacífico. No obstante su frenado desarrollo, un prodigioso acontecimiento le ha unido para siempre a la Madre de Dios, quien desde el Cielo vela por el puerto máximo del norte peruano. En los primordios de la evangelización Religiosos dominicos, franciscanos y mercedarios arribaron al Perú en 1532 junto con los conquistadores. En la fundación de San Miguel de Tangarará —la primera ciudad española en el Pacífico sur— el 15 de agosto de aquel año, estuvo presente entre otros el mercedario fray Miguel de Orenes. Antes de su ubicación definitiva en Piura, la población es trasladada primero a Monte de los Padres (1534-1570) y seguidamente, por lo insano del paraje, a Paita (1570-1588). En este lugar los hijos de San Pedro Nolasco entronizaron, en la pequeña capilla que allí habían erigido, una imagen de Nuestra Señora de la Merced, confeccionada en Quito. Con la llegada de la Patrona, ésta se convierte en una valiosa auxiliar para la evangelización de los indios y el crecimiento de la devoción mariana de la población en general.
Con todo lo cual el demonio no podía quedarse tranquilo. En 1597 el pirata inglés Thomas Cavendish atacó por sorpresa y quemó el puerto de San Francisco de la Buena Esperanza. En la ocasión, la sagrada imagen se libró de las llamas gracias a la oportuna acción de un devoto suyo que arriesgando la vida ingresó a la capilla mercedaria y rescató a su Reina. La Virgen, el pirata y la luna Siglo y medio después, la noche del 13 de noviembre de 1741 una escuadra inglesa al mando de Sir George Anson se presentó sorpresivamente frente a Paita. Aprovechándose de la oscuridad y de la niebla, desembarcó y tomó por asalto el pequeño fuerte que defendía la ciudad. La población presa del miedo huyó a los alrededores y los bandidos protestantes se dedicaron al saqueo y al pillaje. El inglés le propuso un arreglo indecente al gobernador de Paita: el intercambio de prisioneros por cuantiosas mercancías; a lo que el hidalgo español ni se dignó responder a pesar de haberle amenazado. Furioso, el “humano y bondadoso” Anson decidió entonces incendiar la ciudad. Para ello acumuló gran cantidad de combustible que distribuyó por las calles, de manera que el fuego prendiera en múltiples focos al mismo tiempo y no diera ocasión de ser controlado. Apenas perdonó a las iglesias de La Merced y San Francisco, donde había encerrado a los prisioneros. ¿Una benevolencia más del marino anglicano? ¿Qué había sucedido en realidad?
El día anterior, llevado del odio iconoclasta, el hereje se abalanzó sable en mano con la intención de decapitar a la Virgen de las Mercedes, pero su arma se embotó, dejando estampada para todo y siempre una marca de sangre en el cuello de la imagen. Sorprendido, en un primer momento retrocedió, pero luego ordenó que la llevaran al barco con ánimo de destrozarla. Mientras tanto estalló una terrible tempestad. En ese trance, los marineros supersticiosos, arrojaron al mar a la Reina de los Profetas, así como en el Antiguo Testamento lo hicieron con Jonás (cf. Jo. 1, 15). Al día siguiente, los paiteños encontraron en la playa a su Patrona y la llevaron en triunfo hasta su trono. ¡Una vez más María venció, una vez más los herejes fracasaron; pues no pudieron llevarse el más precioso tesoro de Paita! Desde entonces todos los piuranos le tomaron a la Santísima Virgen mayor cariño y una devoción más intensa, cuyo recuerdo perdura hasta hoy. En su libro “Viaje alrededor del mundo hecho en los años 1740-44 por George Anson”, compilado de sus propios apuntes por Richard Walter, capellán protestante del Centurión —la nave capitana—, hay un capítulo entero y rico en pormenores dedicado a la toma de Paita. Como el pirata trata pertinazmente de ganarse al lector, nada dice acerca de su sacrílega obsesión hacia la imagen de Nuestra Señora de la Merced. Sin embargo, reconoce el feroz incendio que desató: “La ciudad ardía enteramente, y el humo cubría toda la playa de modo que no se le veía, aunque se oían perfectamente sus gritos”; y se alegra con su destrucción: “las llamas hacían un estrago terrible y espantoso en toda la ciudad; de modo que el enemigo por más esfuerzos que hizo no pudo salvar ni las casas ni las mercancías que habían quedado”. Pero de lo que más se ufana, es del botín: “yo creo que aun fue su pérdida mucho más considerable, pues si entran en cuenta las casas que destruyeron las llamas, los efectos que quedaron reducidos a cenizas y los bajeles que echamos a pique, creo que estos solos artículos valgan la cantidad citada sin contar las inmensas riquezas, las alhajas y las preciosas joyas y cuantiosa plata labrada que trasladamos a nuestro bordo”, justificando así el robo y saqueo como un simple traslado.
Otra prueba de la predilección de la Divina Providencia por esta localidad, puede ser la bella y embelesadora luna que adorna su cielo en las tardes plácidas o en sus noches cálidas. Las Sagradas Escrituras, en el libro del Cantar de los Cantares (6, 9), evoca a la Virgen Inmaculada con estas palabras: Quae est ista quae progreditur quasi aurora consurgens, pulchra ut luna, electa ut sol, terribilis ut castrorum acies ordinata — “¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente, hermosa como la luna, resplandeciente como el sol, terrible como un ejército formado en orden de batalla?” La Luna simboliza a la Santísima Virgen. Ella es la Mujer vestida de sol del Apocalipsis. Y por añadidura, la Virgen de las Mercedes es Patrona de las Armas del Perú. Tiempos modernos
“Hacia el último tercio de la centuria dieciochesca —señala Laurence Chunga Hidalgo— la imagen se hallaba expuesta al público en una bella hornacina, decorada con finísimos espejos, y los religiosos eran los celosos guardianes de los preciosos vestidos y alhajas que los dueños de naves, tripulantes y navegantes le dejaban en agradecimiento por la protección alcanzada en alta mar. Cada tarde, mientras tanto, los paiteños se congregaban en su iglesia para recitar a dos coros el Santísimo Rosario y cantar las letanías”.2 Durante el gobierno eclesiástico de Mons. Alberto Arce Masías, se reunió en Piura del 25 al 28 de agosto de 1960 el VI Congreso Eucarístico Nacional, presidido por el cardenal legado Mons. Richard Cushing, Arzobispo de Boston. En aquella magnífica ocasión, fue coronada canónicamente la antigua e histórica imagen de la Virgen de las Mercedes del puerto de Paita. Esta simpática urbe, como muchas otras ciudades del Perú, tiene un enorme potencial de crecimiento. Contra él atentan hoy viejos estatismos, eternas indolencias, teólogos del miserabilismo y modernos ambientalistas radicales. Pero no olvidemos que el auténtico progreso material sólo vendrá si es acompañado de un simétrico progreso espiritual, y de las bendiciones inestimables de la Virgen de las Mercedes. 1. Nuestra Señora de La Merced, “Tesoros de la Fe”, nº 9, setiembre de 2002. También en: www.fatima.org.pearticulo-94-nuestra-senora-de-la-merced 2. La Devoción Mercedaria en Piura, “Semana” (semanario de “El Tiempo”), Piura, 23/09/2007.
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La Virgen de las Mercedes, Reina de Paita |
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