¿CÓMO SE PUEDE APROBAR a algunos periódicos que se esconden bajo la etiqueta de católicos so pretexto de que algunas veces relatan las audiencias pontificias y reproducen las noticias vaticanas, siendo que no solamente no dicen nunca una palabra sobre la libertad y la independencia de la Iglesia, sino que además hacen como si no se diesen cuenta de la guerra continua que se le hace; periódicos que no solamente no combaten contra los errores que desvían a la sociedad, sino que contribuyen a la confusión de las ideas y máximas apartándose de la ortodoxia, y que inciensan a los ídolos del día, elogian libros, empresas y hombres nefastos para la religión?
Tengamos generosamente compasión (si están de buena fe) con esos pobres utópicos que creen impedir la lectura de los malos periódicos, sustituyéndolos con otros, supuestamente tolerantes, de medias tintas e incoloros, y que sin convertir a ninguno de nuestros adversarios (que los desprecian por su sola apariencia de católicos), causan a los buenos un gran perjuicio; pues estos últimos, buscando la luz encuentran tinieblas, necesitando alimento reciben veneno; en lugar de la verdad y de la fuerza para mantenerse firmes en la fe, encuentran argumentos para volverse, en cuestión tan importante, despreocupados, apáticos e indiferentes. ¡Ah, qué daño causan estos periódicos a la Iglesia y a las almas! 
San Pío X, Carta al párroco de Casalpusterlengo, del 20 de octubre de 1912, in G. Quadrotta, El Papa, Italia y la Guerra, Raba, Milán, 1915, p. 17-18.
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