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María Magdalena pertenecía a una rica familia de Betania. Tenía un hermano llamado Lázaro, y una hermana llamada Marta, ambos de mucha virtud. Ella, sin embargo, se dejó alucinar por el mundo y se volvió una pecadora pública. Movida por la gracia divina, fue a pedir perdón de sus culpas al Salvador. Lo halló en la ciudad de Naím en casa de un fariseo, llamado Simón, que le había invitado a comer. Apenas vio a Jesús, se arrojó María a sus pies, y comenzó a lavárselos con sus lágrimas, a enjugarlos con sus cabellos y a perfumarlos con bálsamo. Al ver esto Simón, dijo para sí: —Si este fuese profeta, sabría quién es esa mujer.
Jesús que, como Dios, conoció sus pensamientos, vuelto a él, le dijo: —“Simón, tengo que decirte una cosa”. —“Hablad, Maestro”, contestó. Jesús prosiguió: —“Dos deudores debían a un acreedor, el uno quinientos denarios y el otro cincuenta; el acreedor perdonó la deuda a los dos. ¿Quién de los dos debe quedarle más agradecido?” Simón respondió: —“Aquél a quien perdonó más”. —“Has dicho bien —replicó Jesús—; pues a esta le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho”. Y, volviéndose hacia ella, le dijo: —“Tus pecados te son perdonados; tu fe te ha salvado, vete en paz”. Este hecho nos enseña que por más numerosos que sean nuestros pecados, si nos presentamos arrepentidos a los pies de Jesús, y nos confesamos con firme voluntad de enmendarnos, alcanzaremos misericordia. Jesús es el verdadero amigo de los niños Aunque el Hijo de Dios se hizo hombre para salvar a todos los hombres, sin embargo, dio a los niños muestras de especial benevolencia. Una turba de jovencitos levantaba cierto día tanto ruido a su alrededor, que, fastidiados los apóstoles, la quisieron dispersar. Jesús les dijo: —“No, no los alejéis, dejad que los niños se acerquen a mí, porque de ellos es el reino de los cielos”. Los llamaba, les hacía caricias y les daba su bendición. Aconteció también que los apóstoles andaban a porfía por saber quién de ellos sería el mayor en el reino de los cielos. Jesús llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: —“En verdad os digo que si no os hiciereis humildes y sencillos como niños, no entraréis en el reino de los cielos. El que se hiciere pequeño como uno de estos niños, será el mayor en el reino de los cielos. Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, recibe a Aquel que me envió, esto es, a mi Padre Celestial”. Y continuó: —“Al que escandalizare a uno de estos pequeñuelos que creen en mí, más le valiera que, atándole al cuello una piedra de molino, le arrojaran a las profundidades del mar. ¡Ay del que da lugar a esos escándalos! “Desgraciadamente hay escándalos en el mundo: mas ¡ay del que los produce! Guardaos mucho, pues, de despreciar a uno de estos pequeñuelos, porque os digo que sus ángeles custodios siempre ven en el cielo la faz de mi Padre Celestial”. Jesús también obró muchos milagros en beneficio de los niños. ♦
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Gietrzwald El Poder de la Oración |
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