Adolpho Lindenberg
Esta magnífica procesión militar en Lourdes constituye un sorprendente argumento contra la Europa Unida. A lo largo de un milenio, la Cristiandad dio origen a un mosaico de pueblos diferenciados, cada uno de los cuales con cultura y hábitos propios, verdaderos símbolos de determinadas perfecciones divinas.
En la Alemania imperial había más de dos centenas de estados semi-independentes, reflejando cada uno de ellos una nota del alma alemana. En sus escritos y conferencias, Plinio Corrêa de Oliveira siempre enalteció el regionalismo europeo tal como una bendición, una luz primaveral que ilumina y confiere esplendor al universo cristiano.
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La escena que tenemos ante nosotros (desfile del Batallón de Guardias de Honor de las Fuerzas Armadas de Croacia, en el marco de la peregrinación militar al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, en Francia) ejemplifica adecuadamente esa cosmovisión: Croacia —ese pequeño y olvidado país, que sobresale por la fidelidad de su pueblo a la Iglesia Católica, siendo esta, tal vez, la razón de no figurar entre las naciones citadas en los programas socioculturales de la ONU y de la Unión Europea— revela su alma de manera espléndida en el porte austero, viril, casi diríamos aristocrático, de estos soldados. Sus casacas y bellísimos emblemas, ¿son acaso copias de otros ejércitos o al menos semejantes a ellos? Absolutamente no. Son tan originales, revelan tal combatividad contenida —trazo indispensable en cada parada—, tal grandeza, que no sería exagerado afirmar que superan a los vistosos uniformes prusianos de los tiempos del Kaiser. Y no apenas a aquellos, sino también a los de la Guardia Real inglesa. 
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