Arcadio Mas y Fondevila, c. 1887, Museo de Maricel, Sitges Felipe Barandiarán La procesión se ha detenido ante la casa de la familia Catasús, en la calle Parellades de Sitges. En su fachada se ha levantado un altar, ricamente adornado con jarrones de plata, con exuberantes flores blancas, sobre el que, bajo un dosel de ricas telas, se expone la impasible imagen del Ecce Homo, que hoy se venera en el Santuario del Vinyet. Parpadean las llamas de las velas a través de la nube de incienso que se eleva suavemente, junto con las plegarias que dirige el sacerdote, con voz quebrada y la mirada fija en la custodia que guarda la hostia consagrada. Momento de quietud absoluta que desemboca en una explosión de entusiasmo cuando la banda de música, que vemos al fondo, entona los acordes del “Cantemos al Amor de los amores” y todos, a una, le siguen con voz temblada por la emoción: “…Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor”. La escena está enmarcada, a la derecha, por un soldado de infantería, rodilla en tierra y con el fusil calado con la bayoneta, y un grupo de mujeres con niños delante de esa gran reja que corresponde a la casa Amell, de la calle Sant Pau, pero que el pintor se ha permitido la licencia de trasladarla aquí. A la izquierda, la otra hilera de la procesión, también de rodillas. Un inquieto muchacho se encarama a una reja para poder ver mejor, mientras la niña del primer término, con vestido blanco, se distrae recogiendo unos claveles dispersos de la alfombra que se ha dispuesto para que el Santísimo no pise la tierra, sino que vaya sobre flores, como mantos a las puertas de Jerusalén. A lo largo del recorrido los balcones lucen colgaduras y banderolas. Es un lugar privilegiado para asistir a tan solemne procesión. Desde ellos los niños arrojan pétalos. La festividad del Corpus Christi goza de gran arraigo en la localidad de Sitges. La primera referencia documental de su celebración está fechada en 1358. Y es muy antigua tradición que los vecinos adornen sus balcones y fachadas. Luego cubren diversos tramos de las calles con alfombras de flores, claveles por excelencia, con espectaculares diseños. Hay un trabajo febril en la víspera y en la misma mañana del Corpus para que todo esté a punto: “…honor y gloria a ti, Rey de la gloria”.
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