De la Iglesia en general El noveno artículo del Credo nos enseña que Jesucristo fundó en la tierra una sociedad visible, que se llama la Iglesia Católica, y que todos los que forman parte de esta Iglesia están en comunión entre sí. Después del artículo que trata del Espíritu Santo se habla inmediatamente de la Iglesia Católica, para indicar que toda la santidad de la misma Iglesia se deriva del Espíritu Santo, que es el autor de toda santidad. La palabra Iglesia quiere decir convocación o reunión de muchas personas. Dios, por una gracia particular, nos ha llamado a la Iglesia de Jesucristo, para que con la luz de la fe y la observancia de la divina ley le demos el debido culto y lleguemos a la vida eterna. Los miembros de la Iglesia se hallan, parte en el cielo, y forman la Iglesia triunfante; parte en el purgatorio, y forman la Iglesia purgarte o paciente, y parte sobre la tierra, y forman la Iglesia militante. Estas diversas partes de la Iglesia constituyen una misma Iglesia y un solo cuerpo, porque tienen una misma cabeza, que es Jesucristo; un mismo espíritu, que las anima y une entre sí; un mismo fin, que es la bienaventuranza eterna, la cual unos miembros gozan ya y otros la aguardan. Este artículo del Credo se refiere principalmente a la Iglesia militante, que es la Iglesia en que estamos de presente. De la Iglesia en particular La Iglesia Católica es la sociedad o congregación de todos los bautizados que, viviendo en la tierra, profesan la misma fe y ley de Cristo, participan de los mismos Sacramentos y obedecen a los legítimos Pastores, principalmente al Romano Pontífice. Para ser miembro de la Iglesia es necesario estar bautizado, creer y profesar la doctrina de Jesucristo, participar de los mismos sacramentos, reconocer al Papa y a los otros Pastores legítimos de la Iglesia. Los Pastores legítimos de la Iglesia son el Romano Pontífice, o sea, el Papa, que es el Pastor universal, y los Obispos. Además, con dependencia de los Obispos y del Papa, tienen parte en el oficio de Pastores los otros sacerdotes, y en especial los párrocos. El Romano Pontífice es el Pastor universal de la Iglesia porque Jesucristo dijo a San Pedro, primer Papa: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que atares en la tierra será atado en el cielo, y lo que desatares en la tierra, será desatado también en el cielo”. Y, asimismo, le dijo: “Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas”. Todos los que no reconocen al Romano Pontífice por cabeza no pertenecen a la Iglesia de Jesucristo (Catecismo Mayor de San Pío X, Ed. Magisterio Español, Vitoria, 1973, pp. 23-25).
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Spes nostra salve |
Noveno artículo del Credo - IV Creo en la Santa Iglesia Católica, en la Comunión de los Santos Llamamos al Obispo Pastor legítimo porque la jurisdicción, esto es, el poder que tiene de gobernar a los fieles de la propia diócesis, se le ha conferido según las normas y leyes de la Iglesia... | |
Primer artículo del Credo - II Creador del cielo... Al par del firmamento Dios creó de la nada a seres de naturaleza espiritual, los innumerables ángeles, cuyo ministerio era servirlo y asistir delante de su trono. Les confirió después el admirable don de su gracia y poder... | |
Quinto artículo del Credo Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos Jesucristo bajó, no al infierno de los condenados, sino al llamado seno de Abraham, donde estaban detenidos los justos; que no sólo bajó en virtud o poder, sino su alma en realidad y presencia, y que lo hizo a sacarlas de aquella mansión donde estaban esperando que su divino libertador triunfase de la muerte y del pecado... | |
Duodécimo artículo del Credo Y la vida eterna El último artículo del Credo nos enseña que, después de la vida presente, hay otra, o eternamente bienaventurada para los escogidos en el cielo o eternamente infeliz para los condenados al infierno... | |
Cuarto artículo del Credo Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado La palabra Padeció expresa todas las penas que Jesucristo sufrió en su pasión. Jesucristo murió en cuanto hombre, porque en cuanto Dios no podía padecer ni morir. El suplicio de la cruz era el más cruel y afrentoso de todos los suplicios... |
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