PREGUNTA Acerca del descanso dominical, ¿en qué situación quedan los que hacen trabajos en común los domingos, como levantar o techar su propia casa? ¿Cómo quedan los que trabajan en hospitales, el transporte público y tantos otros servicios? RESPUESTA La segunda parte de su pregunta se responde de modo más simple que la primera, pues, como dice Nuestro Señor en el Evangelio, “el sábado fue hecho a causa del hombre, y no el hombre por el sábado” (Mc. 2, 27). Una vez que una ciudad no puede quedarse sin transporte público, sin hospitales, sin policía, sin agua, sin electricidad e incluso sin restaurantes y tantos otros servicios, es obvio que quien trabaja en ellos queda automáticamente exento del precepto del descanso dominical. Como se sabe, no pensaban así los fariseos –aquellos precursores del racionalismo moderno– que interpretando tendenciosa y rigorísticamente los preceptos de la Ley de Moisés, abrumaban al pueblo con exigencias extravagantes. Y llegaban a interpelar al propio Hijo de Dios por hacer curaciones los días sábados. El hecho más clamoroso fue la cura del ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-41). Ante el milagro asombroso, ¡ellos no se maravillaron! Y estaban con sus mentes tan torcidas, que dijeron: “No puede venir de Dios este hombre, pues no guarda el sábado” (Jn. 9, 16). Por eso, Nuestro Señor les dijo: “vuestro pecado permanece” (Jn. 9, 41).
En cuanto a la primera parte de su pregunta, vale el mismo principio establecido en el Evangelio de San Marcos, arriba citado: “ el sábado fue hecho a causa del hombre”. Lamentablemente, las condiciones de la vida moderna se han vuelto tan duras, que muchos trabajadores manuales no tienen las condiciones para contratar a un maestro de obras que les construya la casa que necesitan para cobijar a su familia. Sólo cuentan con su propia mano de obra y la de parientes y amigos, que se disponen a ayudarlos en la construcción de su casa. ¿Qué otra solución dar? —Ellos se encuentran obviamente en un caso de extrema necesidad, frente a la cual ciertas leyes positivas pueden ser derogadas. En concreto, el primer paso sería recurrir al Párroco local para obtener la dispensa del Precepto. No siendo esto factible se puede entonces, dentro de la prudencia, darse por excusado. Pero esa derogación de leyes sacrosantas tiene sus límites, impuestos por la propia sacralidad de la ley. Es necesario que en el caso arriba expuesto el servicio no se prolongue más allá de un cierto plazo razonable, a fin de no volverse habitual; que no se extienda a obras superfluas o innecesarias; que no llegue al punto de omitir las oraciones o actos de culto que cómodamente puedan ser hechos, a fin de santificar el domingo. En fin, el amor a Dios, que lleva a tener sentido común, debe prevalecer en todo y por encima de todo.
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