Página Mariana Nuestra Señora de la Almudena

Patrona de Madrid



La impresionante historia de la imagen que, escondida de los mahometanos durante casi cuatro siglos en el interior de una muralla, al ser descubierta estaba con velas encendidas a su lado


Alfonso de Souza


El origen de la actual capital española se pierde en la noche de los tiempos. Roma aún no había sido fundada y ya Madrid se enorgullecía de su antigüedad.

Fue una de las primeras villas en la península ibérica en abrazar el cristianismo, en la que, según la tradición, Santiago predicó el Evangelio. Con sus discípulos, construyó un modesto templo, dedicado a la Santísima Virgen, donde dejó una imagen de la misma Señora, esculpida en madera.

Perseguida por los romanos, la Iglesia ahí establecida vio a innumerables de sus hijos sufrir el martirio. Los invasores godos, no obstante, después de vencer a los romanos, se curvaron al dulce yugo del cristianismo, y una iglesia sustituyó a la primitiva capilla de Santiago.

La muralla cobija y salva a la preciosa imagen

Al comienzo del siglo VIII un traidor, el conde don Julián —nombre execrable en los anales de la historia de España— por venganza, abrió las puertas de la península a los árabes del norte de África. La horda invasora, siempre victoriosa, se aproximaba hacia Madrid en el transcurso del año 714.

Clero y pueblo, alborotados, se reunieron entonces alrededor de la venerada imagen de la Madre de Dios para suplicarle auxilio en aquella hora de angustia, seguros de que serían atendidos.

Sin embargo, la villa no disponía de medios para resistir. ¿Cual sería, en esas condiciones, el destino de la tan honrada escultura? Muy probablemente sería destruida, tal como los impíos hijos de Mahoma venían haciendo en todo su devastador itinerario. La única salida, concordaron todos, sería esconderla en un vano de la muralla de la ciudad. Y así se hizo, confiados en que más tarde la pudiesen rescatar.

Los enemigos triunfantes, dispuestos a permanecer en Madrid para siempre, transformaron la iglesia en mezquita, pareciendo que el nombre de la Virgen nunca más sería invocado en aquel lugar, donde distribuyera tantas gracias.

¡Velas de varios siglos atrás aparecieron milagrosamente encendidas!

Trescientos sesenta y nueve años pasaron cuando don Alfonso VI, rey de Castilla, con el auxilio del celebérrimo don Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, derrotó a los moros en Toledo, posibilitando la reconquista de Madrid, efectuada poco después.

Así, en 1083 la antigua iglesia fue nuevamente consagrada y dedicada a la Reina de los Cielos.


Los habitantes del lugar aún se acordaban, aunque de modo muy confuso, que una imagen milagrosa de la Virgen había sido escondida en la muralla por ocasión de la toma de la villa, y el propio monarca católico se propuso encontrarla. Ordenó, por medio de un pregón, que durante nueve días todos los nobles, burgueses y pueblo de la villa, por medio de ayunos, oraciones y penitencias, suplicasen a la Virgen que se dignase señalar el lugar que cobijaba su santa imagen.

El último día de la novena, 9 de noviembre de 1083, una concurrida procesión se dirigió a la iglesia. De ella participaban don Alfonso VI, el rey don Sancho de Aragón y Navarra, los infantes, el cardenal don Fernando y don Martín, numerosos eclesiásticos y grandes caballeros. Entre todos se destacaba El Cid, héroe nacional, ¡vencedor de siete reyes moros!

Después de la celebración de una misa solemne, el portentoso cortejo comenzó a recorrer la villa, en piadosa investigación. Pero nada sucedió de extraordinario. Decepción, desaliento… ¿Habría sido sorda la Virgen a tan piadosa súplica?

¡No! Sucedió que, durante aquella misma noche, parte de la muralla se derrumbó por sí sola, dejando aparecer en un improvisado nicho la milagrosa imagen, tan fresca como si hubiese sido depositada el día anterior. Y —¡milagro mayor!— encendidas todas las velas, ¡colocadas a su lado hace casi cuatro siglos por esperanzados devotos!

Una nueva procesión, aún más solemne y jubilosa que la anterior, condujo con todo cariño a la bendita Santa María a su antiguo altar.

Don Alfonso VI quiso que ésta se llamara en adelante Santa María la Real de la Almudena, por haber permanecido tantos siglos escondida en un lugar de la muralla cerca del almudín (mercado o almacén) que los moros allí habían emplazado. Bajo esta misma advocación, la Santísima Virgen fue proclamada Patrona de Madrid.

El trigo descubierto salva providencialmente a los cristianos

Pocos años después de la muerte de Alfonso VI, Madrid fue nuevamente atacada por los moros, comandados por el terrible Alí-Aben-Jucet. Otra vez la ciudad no se encontraba bien preparada para su defensa, aunque sus habitantes intentaban desesperadamente salvaguardar las murallas.

Tranquilo, Alí Jucet determinó mantener el cerco a la ciudad, hasta que el hambre obligase al pueblo a la rendición. Habiendo perdido toda esperanza humana, los sitiados suplicaron a la Madre de Dios que los amparase. Su petición no tardó en ser atendida: una terrible peste asoló al campo enemigo con tanto rigor, que obligó a los no contagiados a huir despavoridos.

Veinte años más tarde, nuevo asalto. Los sarracenos sitiaron la ciudad, esperando que ésta se rindiese por la escasez de alimentos. Cuando ya no había más que comer, unos niños que jugaban junto a la iglesia abrieron un huequito en uno de sus pilares. Inmediatamente por él comenzó a escurrir un polvo blanco que se verificó ser harina de trigo, de óptima calidad. Derrumbada parte de la pared lateral de la iglesia, donde tal pilar se apoyaba, se descubrió un desconocido silo. La abundancia del trigo encontrado llevó a los españoles a lanzar parte de él sobre los moros, en una demostración de abundancia, para que perdiesen la esperanza de subyugarlos por el hambre. El ejército enemigo, una vez más, se retiró humillado. Un cuadro de Alonso Cano, en la iglesia, recuerda hasta hoy ese hecho. Y en otra pintura, en el mismo lugar, está retratado el milagro narrado abajo.

San Isidro recibe a su hijo salvado milagrosamente del pozo


Niño salvado milagrosamente al caer a un pozo

A esta imagen recurrió San Isidro, el Labrador, cuando su hijo cayó en un pozo. No bien rezó a la Virgen, las aguas del mismo comenzaron a subir suavemente hasta que el santo padre pudo rescatar al hijo sano y salvo.

La milagrosa imagen está esculpida en madera odorífera, que recuerda a los cedros del Líbano; y la pintura es tan consistente que hasta los desgastes naturales del tiempo no consiguieron deteriorarla.

Una particularidad sorprendente con relación a esta imagen —comprobada históricamente— es la imposibilidad de conseguir una copia idéntica a la original. Muchos pintores célebres intentaron reproducirla, pero todos confesaron su fracaso.

Reyes se hacen esclavos de Nuestra Señora

El 29 de agosto de 1640, se instituyó en la iglesia de Santa María la Esclavitud a la Virgen de la Almudena, constituyéndose su primer esclavo el propio rey, Felipe IV. El ejemplo fue seguido después por sus sucesores.

La Virgen de la Almudena es una de las nueve imágenes objeto de una devota práctica por parte de las Reinas de España. Éstas, cuando están próximas a dar a luz, acostumbran visitar a tales imágenes rogando a María Santísima que les conceda un buen parto, colocando bajo su protección el fruto de sus entrañas. Esta práctica fue imitada por damas de todas las condiciones hasta casi nuestros tristes días, en que el neopaganismo se esfuerza por destruir todo cuanto es santo y venerable.     

Fuente de referencia.-

* Conde de Fabraquer, Las Imágenes de la Virgen aparecidas en España, Imprenta y Litografía de Juan José Martínez, vol. I, Madrid, 1861.



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Tesoros de la Fe N°107 noviembre 2010


Todos los Santos
Nº 107 - Noviembre 2010 - Año IX Principio y fundamento: ¿Para qué ha sido creado el hombre? Plata de desecho Alimentos preparados con esmero, una receta para la caridad Nuestra Señora de la Almudena Una, santa, católica y apostólica Todos los Santos La inocencia bautismal ¿Ídolo o imagen?



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