Cerramos hoy con broche de oro la publicación de trechos selectos del magistral libro del padre Hillaire, «La Religión demostrada». Después de haber expuesto que todo hombre razonable debe ser católico, el autor concluye que solamente hay una Iglesia verdadera.
Tres sociedades religiosas se dicen cristianas: a) La Iglesia Católica, la más antigua y la más extendida; b) Las Iglesias griega y rusa, separadas hace muchos siglos de la Iglesia Católica; y, c) Las Iglesias protestantes, separadas de la Iglesia Católica en el siglo XVI, y subdivididas en innumerables sectas. Pues bien, sólo una Iglesia puede ser la verdadera Iglesia de Jesucristo, porque Él no fundó más que una sola Iglesia. Esta Iglesia de Cristo es la Iglesia Católica, como vamos a demostrar. 1ª prueba – La verdadera Iglesia de Jesucristo es aquella en la cual se encuentra el legítimo sucesor de Pedro, porque es a Pedro a quien Jesús dio las llaves del cielo y a quien puso como Pastor supremo de sus corderos y de sus ovejas. Es así que el legítimo sucesor de Pedro es el Obispo de Roma. Luego… 2ª prueba – Cristo, para la conservación y difusión de su doctrina, que es la base de toda religión, instituyó una autoridad viviente, infalible y perpetua: “Yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Esta autoridad viviente, infalible, perpetua, no puede hallarse sino en los sucesores de Pedro y de los Apóstoles. 3ª prueba – La Iglesia, fundada por Jesucristo, debe ser una, santa, católica y apostólica. Éstas son las cuatro notas distintivas de la verdadera Iglesia. Estas notas o señales, evidentemente trazadas en el Evangelio, insertas en el Símbolo de los Apóstoles y en el de Nicea, corresponden exactamente a la Iglesia Católica y sólo a la Iglesia Católica. Conclusión La Iglesia Romana es la única verdadera Iglesia de Jesucristo, porque Cristo no fundó más que una Iglesia, como no enseñó más que una doctrina ni instituyó más que un jefe. Ninguna de las sociedades religiosas separadas de ella posee la unidad de doctrina y de gobierno; ninguna produce santos cuya santidad sea confirmada por milagros; ninguna se remonta hasta Jesucristo, y ninguna tiene por superiores legítimos a los sucesores de los Apóstoles. Estas sociedades religiosas ni siquiera tienen la pretensión de poseer en su seno al legítimo sucesor de Pedro, cabeza y centro de toda la Iglesia. Por consiguiente, no son la Iglesia de Jesucristo.
La Religión Demostrada, del padre P. A. Hillaire (Editorial Difusión, Buenos Aires, 3ª edición, 1945, pp. 467-469).
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