Transcribimos en la edición de enero pasado algunas consideraciones de San Francisco de Sales* para conservar la paz en medio de las dificultades. En esta edición presentamos algunos trechos de lo que este insigne santo aconseja meditar, en las horas en que seamos acometidos por pruebas y tentaciones. Los dulces pueden generar gusanos en los niños y en mí que no soy niño; ahí tenéis la razón por la que nuestro Salvador mezcla las consolaciones con amarguras… Supliquemos por su socorro; no es sino para ello que Él permite que las ilusiones nos atormenten…
Cierta tarde hubo aquí grandes truenos y relámpagos, y yo estaba tan contento de ver a mi hermano y a nuestro Groisi, ¡que multiplicaban las señales de la cruz y el nombre de Jesús!… ¡Ah! Sin esto no habríamos invocado tanto a Nuestro Señor. Estas rebeliones del apetito sensual, tanto de ira como de envidia, quedaron en nosotros para ejercicio nuestro, a fin de que practiquemos el valor espiritual resistiéndoles. Es el filisteo que los israelitas deben combatir sin que nunca lo puedan derribar. Cuando los soldados no están en batalla o en la guerra, se puede decir de ellos: “In pace leones, in bello cervi” (leones en la paz, ciervos en la guerra). Nuestro Señor no quiere esta clase de soldados en su ejército; quiere combatientes y vencedores, y no imbéciles y medrosos. Pues si Él quiso ser tentado y oprimido, fue para darnos el ejemplo de resistencia a la tentación. Si Nuestro Señor permite estas crueles rebeldías en el hombre, no siempre es para sancionar algún pecado, sino apenas para manifestar la fuerza y la virtud de la asistencia divina. […] Es necesario que un soldado haya ganado mucho en la guerra para vivir cómodamente en la paz. Nunca tendremos una perfecta dulzura y caridad si no es ejercitada entre repugnancias, aversiones o disgustos. La verdadera paz no viene de no combatir, sino de vencer. Los vencidos no combaten, y, con todo, no tienen paz sólida. Es necesario que nos humillemos mucho, pues aún no somos señores de nosotros mismos, y amamos el reposo y las comodidades. No tendremos recompensa sin victoria, ni sin guerra. Tened ánimo y convertid vuestras penas en materias de virtudes. Mirad muchas veces a Nuestro Señor, que os contempla, aunque vos seáis una criatura miserable en los trabajos y en las distracciones. Él os envía socorro y bendice vuestras aflicciones. Debéis, considerando esto, recibir con dulzura y paciencia las incomodidades, por amor de Aquel que las envía para nuestro provecho. Elevad muchas veces a Dios el corazón: pedidle su auxilio y fundad la consolación en el placer que tenéis de pertenecerle. Todos los disgustos serán pequeños si tuvieseis un Amigo así, y un tal refugio.
* P. Jean-Joseph Huguet S.M., Pensamientos Consoladores de San Francisco de Sales, Livraria Salesiana Editora, São Paulo, 1946, p. 134-139.
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