En la edición del mes de febrero pasado de la revista «Tesoros de la Fe», sección de preguntas y respuestas de Mons. Villac, se habló sobre el limbo. Vale recordar que la existencia del limbo nunca fue dogma de la Iglesia y hace pocos años atrás el Papa Benedicto XVI afirmó la no existencia del mismo.
Realmente, la existencia del limbo de los niños muertos nunca fue dogma de la Iglesia; sin embargo no es verdad que Benedicto XVI haya afirmado “pocos años atrás”, su no existencia. El lector quizá se haya basado en noticias propaladas por los medios de comunicación, frecuentemente inexactas al divulgar documentos doctrinarios emanados de órganos de la Santa Sede. La Comisión Teológica Internacional es un órgano consultivo instituido por el propio Papa para estudiar cuestiones doctrinarias de especial importancia. Ella pretende ofrecer así una contribución al Magisterio de la Iglesia y, de manera especial, a la Congregación para la Doctrina de la Fe, junto a la cual fue instituida. Está compuesta por 30 teólogos de todo el mundo escogidos por el Pontífice. Los documentos emanados por ella no son, sin embargo, considerados expresiones oficiales del Magisterio de la Iglesia. A esta comisión, le fue presentado el tema La esperanza de la salvación para los niños que mueren sin bautismo. Después de debatido y aprobado en el ámbito de la citada comisión, el texto así elaborado fue sometido al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal William J. Levada, el cual, obtenido el consentimiento de Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, en audiencia del día 19 de enero de 2007, dio su aprobación para su publicación. En el documento está claramente afirmado que la teoría del limbo “continúa siendo una opinión teológica posible” (nº 41). No es correcto, por tanto, afirmar que Benedicto XVI se pronunció contra su existencia.
Lo que el documento de la Comisión Teológica Internacional hace es afirmar “que los muchos factores que hemos considerado ofrecen serias razones teológicas y litúrgicas para esperar que los niños que mueren sin bautismo serán salvados y podrán gozar de la visión beatífica. Subrayamos que se trata de motivos de esperanza en la oración, más que de conocimiento cierto. Hay muchas cosas que simplemente no nos han sido reveladas (cf. Jn 16, 12). […] Lo que nos ha sido revelado es que el camino de salvación ordinaria pasa a través del sacramento del Bautismo. Ninguna de las consideraciones arriba expuestas puede ser aducida para minimizar la necesidad del Bautismo ni para retrasar su administración. Más bien, como queremos confirmar en esta conclusión, nos ofrecen poderosas razones para esperar que Dios salvará a estos niños cuando nosotros no hemos podido hacer por ellos lo que hubiéramos deseado hacer, es decir, bautizarlos en la fe y en la vida de la Iglesia” (nos 102-103). La frase clave del texto fue destacada por nosotros en negritas; en ella, la Comisión Teológica Internacional colocó en itálico la palabra esperanza. Así, es perfectamente correcto lo que escribimos en esta sección, en el mes de febrero, al enumerar los diversos usos de la palabra limbo: “el limbo de los niños que murieron sin bautismo, separados de Dios sólo por el pecado original (sobre la situación final de estas almas aún discuten los teólogos)”.
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