La Palabra del Sacerdote Restauración espiritual de la virginidad

PREGUNTA

Monseñor Villac: tengo 21 años y me gusta mucho leer las páginas que usted dedica para aclarar cuestiones modernas a la luz de la doctrina católica. Son realmente muy interesantes y un farol para que todos los católicos conozcan su doctrina frente a problemas actuales tan complicados. Entonces, le pido el favor de aclararme una duda muy importante para mí. Estoy seguro de que sus explicaciones me darán el rumbo preciso que debo seguir en la vida.

Sucede que yo soy virgen y quería casarme así, pues sólo se debe tener relaciones sexuales después del matrimonio. Tengo una enamorada de 20 años y ahora descubrí que no es virgen. No me lo contó antes porque tenía miedo que yo la abandonara. Ella dice que se arrepiente de lo que hizo y que no me lo dijo antes sólo por miedo y no por maldad. Ella es sincera en ese punto, pues la conozco bien. Entonces le creo y no pretendo apartarme de ella por eso. Pero siento algo de insoportable en ese hecho: no me acostumbro a la idea de que ella no es virgen. Siendo yo virgen y habiendo tenido siempre el deseo de casarme virgen, descubrí que la mujer que amo no es virgen… ¡eso me atormenta! No sé si debo apartarme de ella por eso.

Entonces quería una orientación suya al respecto. No sé si debo darle tanta importancia a eso, o si existe algún problema mayor en la cuestión. Desde ya le agradezco y pido, por favor, que me ayude.

RESPUESTA

El consultante hace muy bien en dar una gran importancia al hecho que describe. Tal hecho realmente envuelve un problema mucho mayor, el cual por una parte explica la existencia, en el mundo de hoy, de situaciones anómalas como la que él describe (un joven puro en la difícil búsqueda de una novia virgen), y por otra justifica que, observadas ciertas condiciones, él pueda contraer matrimonio con la joven sinceramente arrepentida que él encontró.

Mayo de 1968: liberación general de las costumbres

Simplificando la descripción moral del mundo de hoy, se podría decir que la liberación general de las costumbres, que está llegando a un paroxismo, tuvo como marco simbólico inicial la Revolución de la Sorbona, en mayo de 1968. Los eslóganes "Prohibido prohibir", "El placer sin límites", "Ni Dios ni señor", y otros del género, clamaban por un rechazo total de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios y, por lo tanto, de toda ley moral, natural y religiosa. Esa "liberación general" abarcaba todos los aspectos de la vida social, política, económica y cultural, desde las reglas de la gramática hasta las reglas del comportamiento y de las relaciones humanas.

El festival de Woodstock, en agosto de 1969, en los Estados Unidos, fue una manifestación concreta de esa liberación moral desenfrenada, y sirvió de punto de referencia para la diseminación de tal Revolución que, con velocidad creciente, alcanzó en nuestros días a casi toda la sociedad.

Para restringirnos a la consulta que nos fue presentada, se puede decir que hasta la Revolución de la Sorbona, prevalecía el principio de que las muchachas debían llegar vírgenes al matrimonio. Y, grosso modo, ese principio era observado en la práctica. En cuanto a los hombres, hacía mucho que tal principio no era respetado ampliamente, y la sociedad hacía la vista gorda al respecto.

Después de la Revolución de la Sorbona y de Woodstock, se llegó al grado de que las propias jóvenes sienten vergüenza de permanecer vírgenes. Los periódicos informaron de una joven de 15 años que, al llegar a su casa, gritó triunfante: "¡Mamá, ya no soy virgen!".

Frente a este cuadro, que es de conocimiento general, es realmente consolador verificar que, por una acción del divino Espíritu Santo, comienzan a surgir jóvenes de ambos sexos que, en pleno proceso de demolición de la moral tradicional, inician una caminata en sentido contrario y vienen a reivindicar públicamente la virginidad, ¡como una condición sine qua non del matrimonio!

Sin duda, es un retorno auspicioso, pero aún lento e incipiente. Por otro lado, el mal se esparció de tal modo en la sociedad, en tantas partes del mundo, que se puede temer que esta gracia de retorno no alcance la amplitud suficiente para apartar las amenazas de castigo divino que la Santísima Virgen anunció en Fátima.

Nuestra Señora anunció también su triunfo

Pero aquí entra una hipótesis que tiene su fundamento precisamente en Fátima. Es que, en las célebres apariciones de 1917, la Santísima Virgen anunció también su triunfo: "Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará". Esta profecía confirma otra, hecha 300 años antes por el gran San Luis Grignion de Montfort, el cual advirtió a la humanidad de análogos castigos y del triunfo final de María, que describió así: "¿Cuándo llegará ese tiempo dichoso, ese siglo de María, en el que muchas almas escogidas […] se transformen en copias vivientes de la Santísima Virgen para amar y glorificar a Jesucristo? Ese tiempo sólo llegará cuando se conozca y viva la devoción [a Nuestra Señora] que yo enseño: ¡Señor, para que venga tu reino, venga el reino de María!" (Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, nº 217).

La conclusión parece clara: 1) Los castigos anunciados en Fátima, que prevén el aniquilamiento de varias naciones, no destruirán toda la humanidad; 2) Quedarán, para entrar en el "siglo de María", las almas que se conservaron siempre fieles, o se hicieron fieles antes del castigo, o se convertirán durante él, o poco después.

Por lo tanto, lo que hoy vemos parece ser un incipiente movimiento en que cierto número de almas, hasta hace poco distantes de la doctrina y de la moral de Jesucristo, están regresando al seno de la Santa Madre Iglesia, y que constituirán el núcleo fundacional del Reino de María, juntamente con los neoconvertidos a raíz del castigo.

Estando el mundo como está…

Siendo ésta la actual situación, y ante los pronósticos arriba descritos, un joven puro, que buscaba una novia virgen, queda perplejo porque no encontró exactamente lo que buscaba. Realmente, estando el mundo como está, no será fácil encontrar alguien en las condiciones requeridas, y con la cual, al mismo tiempo, sienta afinidad con miras al matrimonio.

De otro lado, la candidata que encontró se arrepintió de lo que hizo y deplora esa situación. ¿Puede el joven puro dejar de lado su deseo tan acariciado de encontrar una joven virgen y aceptar a otra que no se encuentra en esas condiciones?

Juzgo que sí, con tal que ese arrepentimiento sea acompañado de una proporcionada penitencia. Penitencia tomada tan en serio que, conforme sea el caso, pueda llegar, nada más y nada menos, que a la restauración espiritual de su inocencia y virginidad.

Ésta no es una simple frase de efecto. Ella corresponde a un hecho profundo: la restauración espiritual de la virginidad es el resultado de la ablación total de la impureza que el pecado deposita en el alma de quien pecó. Digo ablación, y no simple remoción, porque no se trata apenas de raspar una capa de impureza superficial, sino de arrancar la escoria del pecado que se entraña en las profundidades del alma. Por lo tanto, un milagro espiritual correspondiente al efecto que un milagro produciría en el cuerpo, si ocurriera una restauración física de la virginidad. La intercesión de Nuestra Señora, la Virgen de las vírgenes, puede alcanzar una gracia tan grande.

La hagiografía católica presenta un ejemplo maravilloso en ese sentido: Santa Margarita de Cortona (1247-1297) vivió casi una década —desde los 17 años de edad— en una unión ilícita con un joven gentilhombre que le había prometido matrimonio, sin cumplir jamás su palabra. De aquella relación nació un hijo. Un día, el gentilhombre fue asesinado y su cuerpo abandonado en una floresta próxima. Fue la propia Margarita quien encontró el cadáver, dos días después, cubierto por hojas y ya en descomposición. Trastornada, vino a su mente el recuerdo de los terribles juicios de Dios, y del castigo eterno del que ella misma tal vez fuera causa para el gentilhombre. Al regresar a casa, entregó todos sus bienes a los parientes del difunto y pasó a llevar una vida de penitencia extremamente austera.

Favorecida por visitas de Nuestro Señor Jesucristo, su progreso espiritual se operó por etapas. Primero, Nuestro Señor la llamó "pecadora mía". Seis meses después de su ingreso en la Tercera Orden de San Francisco, después de la comunión, oyó una voz de indecible ternura que la llamaba "hija mía". Años después, también en el momento de la comunión, Nuestro Señor le dijo: "Yo te declaro que eres mi esposa".

Todos estos datos fueron extraídos del artículo Yo te escogí del fondo de los abismos de este mundo, de Celso da Costa Carvalho Vidigal, en la revista "Catolicismo" (nº 99, marzo de 1959), el cual termina así: el cuerpo de Santa Margarita "reposa incorrupto en la iglesia de su nombre, en Cortona; la incorruptibilidad de la carne, premio habitual de la virginidad, vino a indicar que la penitencia la había purificado de sus pecados. Su alma, subiendo a los cielos, goza del premio de las vírgenes, que es seguir al Cordero a todas partes".

La última frase es una referencia al capítulo 14, versículo 4, del Apocalipsis, el cual dice: "Éstos son los que no se contaminaron con mujeres, porque son vírgenes. Éstos son los que siguen al Cordero adondequiera que vaya".

Si la novia del consultante tiene análogas buenas disposiciones, y teniendo en vista la situación en que se encuentra el mundo, en el cual escasean las almas vírgenes, me parece que el consultante puede aceptar el matrimonio, sin afectar en nada su amor al principio de la virginidad.

Pido a Nuestra Señora, la Virgen de las vírgenes, que bendiga su matrimonio, adornando a su futura esposa con los vestidos y los perfumes de una virginidad espiritual, que la lleve después a ejercer ejemplarmente los deberes de esposa y de madre, dirigiendo con firmeza a sus hijos, por medio de una educación cristiana auténtica, ¡por el camino de la salvación de sus almas!

Santa Francisca Javier Cabrini La infinita grandeza del Dios Niño
La infinita grandeza del Dios Niño
Santa Francisca Javier Cabrini



Tesoros de la Fe N°156 diciembre 2014


Dulce Jesús mío
Nº 156 - Diciembre 2014 - Año XIII Ignorancia de las cosas divinas 'Soy yo, Jesús… te vengo a visitar' La Virgen del Prado Desigualdades sociales armónicas Santa Francisca Javier Cabrini Restauración espiritual de la virginidad La infinita grandeza del Dios Niño



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