Junto a los árboles de Navidad se encontraban, en casi todos los hogares, vistosos juguetes. Para realizar un experimento, unos investigadores colocaron también juguetes electrónicos…
¿Qué juguetes favorecen más el desarrollo mental de los niños? ¿Los electrónicos, que se mueven, hablan y cantan emitiendo luces intermitentes de colores? ¿O los juguetes “tradicionales”, como muñecas, carritos y libros con figuras mostrando escenas de la vida del campo con sus animales o de la ciudad con su movimiento? Pedagogos de la Universidad del Norte de Arizona, de los Estados Unidos, quisieron obtener una respuesta a estas preguntas. Así, invitaron a padres de familia y a sus respectivos pequeñitos, entre diez y dieciséis meses, para jugar con sus hijos. Les entregaron los dos tipos de juguetes, es decir, los electrónicos y los “tradicionales”. ¿A qué resultado llegaron? El fruto de este experimento acaba de ser publicado por el periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung en su edición on-line del día 29 de diciembre último. La autora del artículo es Christina Hucklenbroich. Algunas familias recibieron pequeñas computadoras y teléfonos celulares apropiados para niños. Y los bebés comenzaron inmediatamente a jugar con ellos, ayudados por sus padres. Otro grupo de familias recibió como juguetes rompecabezas, cubos de madera en cuyas faces se veían figuras variadas. Nada de aparatos electrónicos. Los padres podían en todo momento orientar sus hijos a utilizar bien los juguetes, tal como se hace normalmente en casa.
En un tercer grupo los padres jugaban con sus hijos hojeando libros adaptados para niños, en los cuales se veían animales, figuritas y variados dibujos a colores. El resultado del estudio no podría ser más claro. Los niños que jugaban con los juguetes electrónicos hablaban poco o, al lidiar con los juguetes, emitían palabras inconexas, sin relación con lo que jugaban. Los padres también casi no tenían qué decir. La comunicación con los hijos era difícil. Ellos se limitaban a mirar y reír. ¿Qué se puede decir de una cucaracha que se dispara por la sala?
Mientras tanto, aquellos que se divertían con los juguetes “tradicionales” hablaban, hacían observaciones, los padres a su vez les daban explicaciones, se reían y se alegraban. En otras palabras, padres e hijos se comunicaban. Más sorprendente aún fue constatar que los libros con figuras interesaban mucho más que los juguetes movidos a batería. Al hojear los libros los niños preguntaban, hablaban, intentaban expresar sus pensamientos. Y los padres describían lo que veían, enseñando a sus hijos a observar el contenido de las páginas. Los niños preguntaban. Los juguetes electrónicos dejaban a padres e hijos en un apático silencio. Estupefactos ante la “maravilla” electrónica, todos quedaban absortos en un círculo cerrado. Callados, no había unión entre ellos. Los investigadores norteamericanos desaconsejan, por lo tanto, a los padres a comprar juguetes electrónicos. La conversación, desde temprana edad, entre padres e hijos, es esencial para una educación eficaz. Los juguetes modernos la perjudican. Que los padres opten por la tradición y su familia permanecerá más unida. ♦
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