¿NO SE DIRÍA QUE el enemigo está más fuerte que nunca, y que nos aproximamos de aquella era, soñada por los iluministas hace tantos siglos, de naturalismo científico crudo e integral, dominado por la técnica materialista; de la república universal ferozmente igualitaria, de inspiración más o menos filantrópica y humanitaria, y de cuyo ambiente sean barridos todos los resquicios de una religión sobrenatural? Sí. Y la proximidad de ese peligro es hasta mayor de lo que generalmente se piensa. Pero nadie presta atención a un hecho de importancia primordial. Es que mientras el mundo va siendo modelado para la realización de ese siniestro designio, un profundo, un inmenso, un indescriptible malestar se va apoderando de él. Es un malestar muchas veces inconsciente, que se presenta vago e indefinido incluso cuando es consciente, pero que nadie osaría contestar. Se diría que la humanidad entera sufre violencia, que está siendo puesta en una horma que no conviene a su naturaleza, y que todas sus fibras sanas se contuercen y resisten. Hay una aspiración inmensa por otra cosa, que aún no se sabe qué es. Pero, en fin —hecho tal vez nuevo desde que comenzó, en el siglo XV, la declinación de la civilización cristiana—, el mundo entero gime en las tinieblas y en el dolor, precisamente como el hijo pródigo cuando llegó a lo último de la vergüenza y de la miseria, lejos del hogar paterno. En el mismo momento en que la iniquidad parece triunfar, hay algo de frustrado en su aparente victoria. La experiencia nos muestra que de descontentos así nacen las grandes sorpresas de la historia. En la medida en que la contorsión se acentúe, se acentuará también el malestar. ¿Quién podrá decir qué magníficos sobresaltos de ahí pueden provenir? En el extremo del pecado y del dolor, está muchas veces para el pecador, la hora de la misericordia divina…
Plinio Corrêa de Oliveira in Fátima: ¿Mensaje de tragedia o de esperanza?, El Perú necesita de Fátima, Lima, 2017, p. 149-150.
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El ángel de la guarda, nuestro verdadero amigo San Bernardo extasiado a propósito de los ángeles exclama: “¡Qué maravilla!”. Y, en seguida, demuestra su entusiasmo por la acción de los ángeles: “Cristianos, ¿podéis creerlo? Los espíritus celestiales no solo son los ángeles de Dios, sino también los ángeles de los hombres... |
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Si la Iglesia dejara de ser “universal”, ¿podría seguir llamándose “católica”? La pregunta del consultante es completamente apropiada. En efecto, el adjetivo “católico”, traducción del griego katholikós (a su vez, derivado de kathá —a través, completamente— y holos —entero, todo), significa precisamente “general”, “universal”... |
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El horror al pecado es un gran estímulo para el bien Lejos estuvo de María todo pecado, y ni una sola mancha la afeó, porque Dios la libró aún de la original... |
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