Príncipe de Polonia y duque de Lituania San Casimiro falleció con apenas veinticinco años de edad, descollando por su pureza y ardor por la fe católica Plinio María Solimeo
Nacido en 1458, Casimiro fue el segundo hijo de Casimiro III, rey de la Polonia y Gran Duque de Lituania, y de Isabel de Austria, hija del emperador Alberto. Siendo muy venerado tanto en Polonia como en Lituania, países que por entonces estaban reunidos bajo un mismo cetro. Dicha unión tuvo lugar en 1386, cuando el abuelo del santo (Vladislao Jagellón, Gran Duque de Lituania) se casó con santa Eduviges, reina de Polonia, dando origen a la dinastía de los Jagellones. Vladislao se convirtió entonces al catolicismo y tomó el nombre de Vladislao II. Este matrimonio unió a los dos países, circunstancia muy importante para la Iglesia, pues en aquella época Lituania era aún pagana, tres veces mayor que Polonia, abarcando Ucrania, Bielorrusia y una parte de Rusia occidental. Sin embargo, san Casimiro no es nieto de santa Eduviges, sino de Sofía Holszanska, la cuarta esposa de Vladislao. La reina Isabel de Austria, descrita por un cronista de la época como “princesa muy santa y muy religiosa”, dio como preceptor de sus hijos al obispo de Lemberg, que los instruyó en las ciencias divinas y humanas. Con una buena aptitud para los estudios y muy aplicado, Casimiro hizo grandes progresos en ambas ciencias. Eso lo llevó a proferir a los trece años de edad un primoroso discurso en latín para saludar al Legado Pontificio, y dos años después para homenajear al embajador de Venecia. “Grande inocencia de vida” Este príncipe, que según sus biógrafos “era muy hermoso y dispuesto, de excelente ingenio, buenas inclinaciones y mejores costumbres, muy afable y querido de todos. Se crió muy temeroso de Dios y devoto, guardándose siempre en grande inocencia de vida, moviendo con su ejemplo a los caballeros del reino a imitar su compostura y santas costumbres”; comenzó desde joven a usar ásperos cilicios bajo las vestiduras, “procurando afligir su carne de todas las maneras, así por estar más lejos de todo vicio, como por imitar a nuestro Redentor Jesús en sus dolores y trabajos, cuya pasión y muerte la traía el mancebo fija en su memoria”.1 Con una madurez precoz, su padre le oía con gusto, pues veía en él rectitud de corazón y de juicio, y una penetración de espíritu superior a su edad. Casimiro transformó su corte en un verdadero monasterio. Enemigo de toda maledicencia, era extremamente riguroso con las críticas fáciles a los defectos ajenos. “Su palacio era un vivero donde crecían todas las plantas de las virtudes, un cantero en el cual brotaban todas las flores de la devoción, y como un templo donde no se hacia otra cosa sino rogar a Dios. En efecto, la oración era allí practicada tan perfectamente como en los monasterios y casas religiosas más estrictos y más reformados”.2 “Gracias a un siervo muy discreto, le fue posible, sin despertar atenciones, poner en práctica sus penitencias predilectas, como dormir en el suelo junto a un confortable lecho, y pasar noches enteras arrodillado frente a las puertas de las iglesias”, adorando al Santísimo Sacramento presente en su interior.3 Denuedo por la verdadera religión
San Casimiro se desveló por convertir a sus súbditos aún paganos de Lituania, así como en obtener el regreso a Roma de los cismáticos ortodoxos rusos de aquel país (conocidos también como rutenos), lo que recién ocurrió a fines del siglo siguiente, en el sínodo de Brest-Litovsk (1595-1596), cuando se hizo efectiva dicha unión con la verdadera Iglesia.4 Al mismo tiempo vigilaba para que la herejía de Juan Huss (1369-1415), precursor de Lutero en la vecina Bohemia (actual República Checa), no echara raíces en suelo polaco y lituano. Obtuvo para ello del rey, su padre, un decreto por el cual no podía ser edificada ninguna iglesia por quien no fuera católico y obediente al Papa.5 Como su hermano mayor Vladislao, como vimos, se convirtió en rey de Bohemia y después de Hungría, Casimiro quedó como presunto heredero del trono de Polonia. Esto porque, aunque en ese país la sucesión no fuera hereditaria, siendo el rey elegido por la nobleza, ordinariamente ella elegía como soberano al hijo del monarca reinante, cuando por sus virtudes y obras este se mostraba digno de portar el cetro de su padre, como sucedió con Vladislao IV y Casimiro V, que sucedieron a su padre Sigismundo. En esa condición, de 1479 a 1483, el santo gobernó con gran sabiduría y prudencia el país en ausencia de su padre, entonces en Lituania. Antes morir que violar el voto de castidad Más o menos por aquella época, habiendo contraído la tuberculosis, los médicos de la corte aconsejaron a Casimiro casarse, como remedio para la enfermedad. De lo contrario, decían ellos, lo llevaría a la muerte, pues juzgaban que la vida ascética y mortificada del santo era la causa de sus padecimientos. Hasta le fue ofrecido un ventajoso matrimonio con la hija del emperador de Alemania. El santo respondió que “no conocía la vida eterna, quien con algún menoscabo de ella quiere alargar la vida temporal”. Y prefirió morir a violar el voto de virginidad al que se había comprometido. San Casimiro falleció el 4 de marzo de 1483, a los 25 años de edad. Por su devoción a la Santísima Virgen, quiso que se colocara sobre su cuerpo el himno Omni Die dic Mariæ, que algunos atribuyen a san Bernardo, otros a san Anselmo y otros aún al propio san Casimiro. Fue sepultado en la catedral de Vilna, capital de Lituania. Cinco lustros después de su muerte, su cuerpo fue encontrado incorrupto y el pergamino con el citado himno intacto. Líder de los polacos en la lucha Presentamos aquí dos de los numerosos milagros acaecidos por la intercesión del santo después de su muerte, narrados en su biografía, pues a él recurrían muchas personas afectadas por diversas enfermedades, obteniendo su perfecta curación junto a su sepulcro. Uno de los milagros se obró con una joven llamada Úrsula, que había muerto en Vilna. Habiendo sido puesta por sus padres sobre la tumba de san Casimiro, ella recuperó la vida ante una gran asistencia y vivió aún muchos años.6 Otro milagro ocurrió en 1518. El duque de Moscovia (el Principado de Moscú) invadió con un poderoso ejército la ciudad de Pólatsk, baluarte en la defensa de Lituania. Cogido de sorpresa, el rey Segismundo I (hermano menor de san Casimiro) no pudo reunir más de dos mil hombres para ir al encuentro del enemigo. Sin embargo, debían atravesar el río Daugava, desbordado de sus márgenes por las lluvias, y no sabían dónde poner el pie. El rey y sus vasallos se encomendaron entonces al príncipe Casimiro, cuya fama de santidad ya era grande, y de repente surgió en una de las márgenes del río un joven caballero montado en un corcel blanco, que les mostró el lugar por donde cruzar. Siguiendo al misterioso personaje, que todos juzgaban que era el propio santo, atravesaron el río y cayeron de sorpresa sobre los enemigos, infligiéndoles una severa derrota.
En agradecimiento a su hermano santo, Sigismundo hizo entonces el voto de hacer todo lo que estuviera a su alcance para obtener la canonización de Casimiro.7 Sus esfuerzos surtieron efecto, pues llevaron al Papa León X a encargar a Zacarías Ferrari de Vicenza (1479-1524), obispo de Guardia y nuncio en Polonia, a recoger todos los hechos relativos a la fama de santidad de Casimiro, que constaba ser confirmada por muchos milagros. Así surgió la primera obra en la cual estos y otros milagros son narrados, logrando que el mismo Papa canonizara a Casimiro en 1521. La devoción a san Casimiro se convirtió en un símbolo de la lucha contra Rusia y principalmente contra su iglesia cismática. Es por ello que hasta en el tiempo de los zares la iglesia ortodoxa le tenía un odio implacable al santo, cuyo culto sus adeptos procuraban cercenar de cualquier manera. San Casimiro es patrono de Polonia y en 1943 Pío XII lo proclamó patrono principal de la juventud lituana en cualquier parte del mundo.
Notas.- 1. Dr. Eduardo María Vilarrasa, La Leyenda de Oro, L. González y Cía. Editores, Barcelona, 1896, t. I, p. 509. 2. Mons. Paul Guérin, Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, Saint Casimir, Duc de Lithuanie, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, París, 1882, t. III, p.151. 3. P. José Leite SJ, Santos de cada día, Editorial A.O, Braga, 1993, t. I, p. 298. 4. L. Abraham, St. Casimir, The Catholic Encyclopedia, CD Rom edition. 5. Eduardo Vilarrasa, op. cit. p. 510. 6. Cf. Paul Guérin, op. cit., p. 152; Eduardo Vilarrasa, op. cit. p. 510. 7. Cf. Eduardo Vilarrasa, op. cit., p. 510-511; Paul Guérin, p. 152.
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