Obispo y confesor Nacido en una noble familia veneciana originaria de Istria, que dio cardenales a la Iglesia y dux a la República, obispo de Bérgamo y de Padua, diplomático, consejero de Papas, padre de los pobres y desamparados, san Gregorio Barbarigo tuvo a san Carlos Borromeo como modelo de santidad. Plinio María Solimeo
Gregorio Giovanni Gasparo pertenecía a una familia de la aristocracia veneciana que había dado dos dux a la República de Venecia: Marcantonio, que reinó de 1485 a 1486, y su hermano Agostino, de 1486 a 1501. Un sobrino del santo, Juan Francisco Barbarigo (1658-1730), también llegaría a ser obispo y cardenal de Padua. Otro antiguo miembro de la familia, Ángelo Barbarigo (1350-1418), había sido creado cardenal de la Santa Iglesia en 1408. Consta que el Papa Gregorio XII (1327-1417), famoso por renunciar al papado, habría estado asimismo emparentado con la familia Barbarigo, extinguida en 1804. Diplomático – La Paz de Westfalia Gregorio Juan nació en Venecia el 18 de setiembre de 1625. Su madre, Clara Lion, murió de peste cuando el niño tenía apenas dos años de edad. Correspondió a su padre, Juan Francisco Barbarigo, senador de la República de Venecia y católico ejemplar, educar a sus hijos Como deseaba introducir a Gregorio en los asuntos de Estado, dispuso que fuera a Münster (Alemania), a la edad de dieciocho años, como secretario del embajador Alvise Contarini para las negociaciones preparatorias de la Paz de Westfalia, que pondría fin a la guerra en Europa. Estudios y sacerdocio Cuando llegó a Münster, el joven Gregorio buscó naturalmente entrar en contacto con el Nuncio Apostólico, Mons. Fabio Chigi. Este se dio cuenta de las grandes cualidades de Gregorio y comenzó a tratarle con la mayor estima y afecto, como a un querido amigo, guiándole por los caminos del Señor. De regreso a Venecia en 1646, tres años más tarde, Barbarigo continuó su formación en la Universidad de Padua, donde estudió griego, historia, filosofía y matemáticas, obteniendo en 1655 el doctorado in utroque jure, es decir, derecho civil y canónico.
Gregorio quería ser religioso, pero como su protector veía en él todas las cualidades de un buen pastor y le sugirió que se hiciera sacerdote diocesano. Así, fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 1655. Atribuciones en la Curia Romana El 7 de abril de aquel mismo año, el cardenal Chigi había ascendido al trono pontificio con el nombre de Alejandro VII y, conocedor de las altas cualidades del recién ordenado sacerdote, le convocó en Roma a principios de 1656. Le nombró entonces prelado doméstico y le confió otros cargos, entre ellos la dirección del Tribunal de la Signatura Apostólica. Poco después de que el P. Gregorio llegara a la Ciudad Eterna, la peste bubónica, que asolaba Europa, se abatió asimismo sobre Roma. El enérgico Papa aisló la ciudad, prohibió la entrada a los habitantes de las zonas más afectadas, decretó medidas sanitarias para limitar el efecto de la peste y puso a su prelado doméstico al frente de una comisión especial destinada a proporcionar alivio a los apestados. A pesar del peligro de contagio, el futuro santo se entregó en cuerpo y alma a esta misión, visitando personalmente a los enfermos, organizando escrupulosamente el entierro de los fallecidos y amparando a las viudas y a los huérfanos. En Roma, la peste se cobró la vida de unas 9.500 personas. Esto correspondía al 8% de la población. Una tasa relativamente baja en comparación con otras ciudades de Cerdeña y de Nápoles, que por no aplicar las duras restricciones impuestas por el Papa en Roma, tuvieron un 55% y un 60% de muertes respectivamente. Obispo de Bérgamo En 1657, en cuanto cesó la peste, Alejandro VII puso a su virtuoso y noble pupilo al frente de la diócesis de Bérgamo.
Esta ciudad, situada en la región de Lombardía, al noreste de Milán, se dividía en dos partes: la Città Alta —el barrio más antiguo y elevado, caracterizado por sus calles empedradas y rodeada de murallas venecianas, donde se encontraban la catedral y la basílica románica de Santa María la Mayor— y la Città Bassa, la parte más moderna. Bérgamo, ciudad con mucha historia y monumentos de renombre, de la que el padre Barbarigo se convertiría en obispo, había sido incorporada a la República de Venecia a comienzos del siglo XV, disfrutando así de paz y prosperidad. Esta situación perduró hasta la época napoleónica. Después, pasó a estar bajo influencia austriaca, formando parte del Reino Lombardo-Veneciano. Antes de aceptar el nombramiento, el padre Barbarigo rogó al Papa que le permitiera celebrar primero una misa pidiendo a Dios que le revelara su santa voluntad. Durante el Santo Sacrificio, se convenció de que la nueva misión era verdaderamente la voluntad de Dios. Así, elegido obispo el 9 de julio de 1657, recibió la consagración episcopal el 29 del mismo mes. Cuando se disponía a tomar posesión de su diócesis, pidió a las iglesias locales que destinaran a los pobres lo que gastarían en las festividades de su recepción. También les entregó todo cuanto había obtenido con la venta de sus innumerables bienes.
San Gregorio Barbarigo tomó como modelo episcopal al gran arzobispo de Milán, san Carlos Borromeo (1538-1584). Este santo cardenal fue el primer obispo que fundó seminarios para la formación de los futuros sacerdotes; y promovió los escritos catequéticos, para un mejor conocimiento de la doctrina católica. Mons. Barbarigo también se dedicaba a enseñar el catecismo durante el día y pasaba la mayor parte de la noche en oración. Cuando se acostaba a descansar, su portero tenía órdenes de despertarle en cualquier momento si había que atender a algún enfermo. Desarrolló plenamente su labor pastoral en Bérgamo, fundando escuelas e instituciones de caridad, y dedicándose por entero a sus ovejas durante una grave peste que asoló la ciudad. Apenas llevaba tres años en su diócesis cuando, en 1660, Alejandro VII le creó cardenal, razón por la cual participó en los cónclaves de 1667 a 1691. Es digno de señalar que en la Constitución Apostólica Sollicitudo omnium ecclesiarum del 8 de diciembre de 1661, Alejandro VII expuso la doctrina de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María en términos casi idénticos a los utilizados por el Papa Pío IX cuando emitió su infalible definición Ineffabilis Deus. El 24 de marzo de 1664, dando muestras de su plena confianza en el nuevo cardenal, el Papa lo trasladó a la sede más importante de Padua, donde el santo permanecería 30 años, hasta su muerte. Obispo de Padua
Situada en la región del Véneto, en el norte de Italia, Padua ya era universalmente famosa en la época de san Gregorio por ser la ciudad del santo más popular del mundo, san Antonio de Padua (o de Lisboa); célebre también por su Universidad, fundada en 1222, donde estudió Barbarigo y que atrae a estudiantes de toda la península. Asimismo, posee un rico patrimonio histórico, cultural y artístico. En Padua, el santo prosiguió su ayuda a los necesitados a través de una organización vinculada a la Compañía de la Doctrina Cristiana, de la que se beneficiaron 7.000 adultos y 6.000 niños solo en esa ciudad. También fundó casas para acoger a jóvenes pobres en riesgo de perdición. Según uno de sus diocesanos, “come con los criados y no cesa de enseñar la doctrina cristiana, realizar misiones y ayudar a los moribundos”. El incansable cardenal recorrió su diócesis en todas las direcciones, en todos los climas, a menudo a pie, predicando, regularizando uniones ilegítimas, en suma, consolando a su pueblo con afecto paternal como un padre amoroso, y socorriendo especialmente a los pobres y afligidos. Al mismo tiempo, prosiguió sus esfuerzos por difundir la literatura religiosa para uso de los fieles, recomendando particularmente los escritos de san Francisco de Sales. Mons. Barbarigo prestó especial atención a la reforma tridentina de los seminarios, garantizando tanto la solidez de los estudios clericales como la santidad de vida de los futuros sacerdotes. Instaló el seminario diocesano en el antiguo monasterio de Vanzo y llamó a profesores destacados de todas las regiones de Italia e incluso del extranjero para que enseñaran en él. Además dotó a la institución de una de las mejores imprentas de Italia, desde la que se editaban obras religiosas en lenguas orientales y eslavas, destinadas a favorecer el retorno al seno de la verdadera Iglesia de aquellos que se habían apartado por el cisma. Y se empeñó con todas sus fuerzas en el regreso de estas cristiandades orientales disidentes. El seminario de Padua llegó a ser considerado uno de los mejores de Europa y Gregorio Barbarigo se convirtió en canciller de la Universidad de Padua.
Batalla de Viena Apreciando altamente las cualidades del cardenal Barbarigo, el papa Inocencio XI (1611-1689) lo eligió como consejero. Fue durante su pontificado cuando el poderoso ejército turco sitió Viena en 1683. El Papa organizó entonces un ejército de soldados procedentes de los estados alemanes, del Sacro Imperio, de la nobleza romana y de los polacos, todos ellos dirigidos por el rey Juan III Sobieski, que vencieron a los islámicos con fuerzas muy superiores a las de los cristianos. Después de la batalla, en acción de gracias a la Virgen María por su protección, el Papa Inocencio XI extendió a toda la Iglesia universal la fiesta del Santísimo Nombre de María, celebrada en el calendario litúrgico de la Iglesia el día 12 de setiembre. Fallecimiento y glorificación San Gregorio Barbarigo falleció en su ciudad episcopal el 18 de junio de 1697. Debido a su constante fama de santidad, fue beatificado por Clemente XII en 1761 y canonizado por Juan XXIII el 26 de mayo de 1960. En su discurso a los peregrinos congregados en Roma aquel día, el Papa manifestó: “la profunda emoción de nuestro ánimo por haber podido en aquella basílica [S. Juan de Letrán] ceñir la aureola de los santos al patricio veneciano, que hizo de la nobleza de su linaje y de la educación un instrumento de mayor alabanza a Dios y del más ejemplar servicio a la Iglesia y a las almas”.
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