10 de octubre +Santoral
San Paulino de York, Confesor Enviado por San Gregorio Magno para evangelizar Inglaterra, realizó un fructífero apostolado en las regiones de Kent y de Northumbria, convirtió al rey Edwin y fundó el obispado de York.
  Devociones marianas en el mundo

set2024

San Miguel y el toro, Sebastián López de Arteaga, c. 1650 – Óleo sobre lienzo, Museo de Arte de Denver, Colorado (EE. UU.)
Artículo de portada
San Miguel del Milagro
El estado de Tlaxcala, en México, se encuentra en un amplio valle desde el que se contemplan lejanos volcanes activos. Empinadas colinas se elevan sobre las fértiles tierras de cultivo, donde huertos, maizales y ranchos ganaderos cubren el paisaje...

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Palabras del Director   V

 

Estimados amigos:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: “La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe” (n.º 328). Los testimonios son abundantes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y la Tradición es unánime al respecto.

“Los ángeles son espíritus; pero no por ser espíritus son ángeles”, explica san Agustín. Y añade: “En realidad ‘ángel’ es el nombre de un oficio, no de una naturaleza. Si preguntas por el nombre de su naturaleza, es espíritu; y si preguntas por su oficio, es ángel. Cuando son enviados como mensajeros, entonces son ángeles. […] Así, los ángeles no se hacen espíritus, sino que se hacen ángeles al ser enviados por Dios a anunciar lo que él les mande” (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15).

“Los que anuncian cosas de menor monta se llaman simplemente ángeles, y los que manifiestan las más importantes, arcángeles”, afirma san Gregorio Magno. Solamente conocemos a tres ángeles por su nombre propio: Gabriel significa “Fuerza de Dios”, Rafael “Remedio de Dios” y Miguel “¿Quién como Dios?”.

“Cuantas veces se realiza algo que exige un poder maravilloso, es enviado San Miguel, para que por la obra y por el nombre se muestre que nadie puede hacer lo que hace Dios. Por eso, a aquel antiguo enemigo que aspiró, en su soberbia, a ser semejante a Dios… al fin del mundo, para que perezca en el definitivo suplicio, será dejado en su propio poder y habrá de pelear con el arcángel San Miguel, como afirma san Juan (Ap 12, 7)” (Homilías sobre los Evangelios 34, 7-10).

En 1631, San Miguel se apareció al indio Diego de San Lázaro en México, para sofocar una epidemia que asolaba a los tlaxcaltecas, descendientes de los valientes guerreros que lucharon junto a Hernán Cortés. Sobre esta insigne aparición versa uno de los artículos que componen el presente número y cuya lectura recomiendo.

En Jesús y María,

El director

Estimados amigos:

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que: “La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe” (n.º 328). Los testimonios son abundantes tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y la Tradición es unánime al respecto.

“Los ángeles son espíritus; pero no por ser espíritus son ángeles”, explica san Agustín. Y añade: “En realidad ‘ángel’ es el nombre de un oficio, no de una naturaleza. Si preguntas por el nombre de su naturaleza, es espíritu; y si preguntas por su oficio, es ángel. Cuando son enviados como mensajeros, entonces son ángeles. […] Así, los ángeles no se hacen espíritus, sino que se hacen ángeles al ser enviados por Dios a anunciar lo que él les mande” (Enarratio in Psalmum, 103, 1, 15).

“Los que anuncian cosas de menor monta se llaman simplemente ángeles, y los que manifiestan las más importantes, arcángeles”, afirma san Gregorio Magno. Solamente conocemos a tres ángeles por su nombre propio: Gabriel significa “Fuerza de Dios”, Rafael “Remedio de Dios” y Miguel “¿Quién como Dios?”.

“Cuantas veces se realiza algo que exige un poder maravilloso, es enviado San Miguel, para que por la obra y por el nombre se muestre que nadie puede hacer lo que hace Dios. Por eso, a aquel antiguo enemigo que aspiró, en su soberbia, a ser semejante a Dios… al fin del mundo, para que perezca en el definitivo suplicio, será dejado en su propio poder y habrá de pelear con el arcángel San Miguel, como afirma san Juan (Ap 12, 7)” (Homilías sobre los Evangelios 34, 7-10).

En 1631, San Miguel se apareció al indio Diego de San Lázaro en México, para sofocar una epidemia que asolaba a los tlaxcaltecas, descendientes de los valientes guerreros que lucharon junto a Hernán Cortés. Sobre esta insigne aparición versa uno de los artículos que componen el presente número y cuya lectura recomiendo.

En Jesús y María,

El director

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